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Historias de Vida: Reb Mendel (El Maestro)

Historias de vida, del Reb Mendel Futerfas, uno de los activistas de Jabad que fue condenado por el régimen soviético a exiliarse en un campamento de trabajos forzados, acusado y condenado por difundir y preservar las prácticas judías

Al detenernos y encarcelarnos, los soviéticos nos quitaron todos los libros judíos, viéndonos obligados a recordar de memora el texto de los plegarias diarias. Llegaron las festividades de Rosh Hashaná y Iom Kipur, la tarea se nos dificultó aun mas, por la extensión de sus rezos. Sin Shofar ni Talit, a duras penas intentábamos balbucear algunos párrafos de las oraciones que aprendidas en la infancia. En ese contexto, cada palabra, cada frase, encierra un valor inmenso. Fue así como me encontré repitiendo una y otra vez las palabras «Vejol maaminim … «,(«…Y todos creen y confían …») con su melodía característica, y, de repente, pensamientos extraños se apoderaron de mi. ¿En efecto, así es de verdad? indagué para mis adentros – ¿Todos creen y confían?. ¿Incluso todos estos bolcheviques, comunistas, judíos que se autodeclaran ateos, quienes destruyen todo rasgo de judaísmo y fe auténtica, e imponen sus ideología diseminando el terror, la tortura y la muerte? ¿Ellos también?

Logré dominarme y desterrar aquellas oscuras ideas de mi cerebro. Si en los rezos se afirma que todos creen y confían, entonces así es, sin vueltas ni interpretaciones. Sin embargo, me carcomía por dentro ¿Por qué veo lo contrario?.

Cierta noche luego de Iom Kipur, mientras dormía sobre un bloque de cemento, noté que uno de los carceleros me observaba fijamente. En tales circunstancias, donde la vida humana vale muy poco y los asesinatos de presos era algo corriente, es mas que comprensible el terror que me provocaba esa mirada. El guardia se acerco a mi celda, y me imagine que mi hora final había llegado y pasaría a mejor vida … Sin embargo, me susurró al oído lo siguiente: «Yo también soy judío como vos» y ¿Sabes qué? «Ayuné en Iom Kipur«. Fue así. Ni sabía que ese día era el ayuno. Pero en mi lugar de guardia, escuche a varios presos judíos mientras que «paseaban» con la cabeza gacha y sus manos entrelazadas sobre la espalda, cuchichear entre ellos «Mañana es Iom Kipur«. Al oírlos, y comprobar su valentía, decidí que incluso estando acá, cumpliré el ayuno.

Al día siguiente di parte de enfermo y no fui a trabajar. Quedé recostado todo el día, ayunando. Nadie sospechó, porque no aparento ser judío.

En verdad – me confesó no se por qué lo hice. Fue un llamado del alma. Quise rezar, mas no sabia ninguna plegaria. Hasta que de repente, recordé una oración que me enseño mi abuela, cada mañana al despertar.

«Te agradezco, Rey viviente y eterno, por haber restituido mi alma misericordiosamente dentro mío. Grande es mi fe en vos» Y repetí esas palabras cientos y miles de veces «Grande es mi fe en vos». Y así pasé el Iom Kipur, en este lugar inhóspito, como un judío»

Al escuchar su relato, se me esfumaron todas las vacilaciones y la paz interior volvió a mi alma.

En efecto: «Todos creen y confían!»

(extraído de la Revista Aieka)

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