Historia VI
(selección extraída del libro «La Hagadá de Breslov» © Breslov Institute Research – www.breslov.org)
PUSTULAS. Dios le ordenó a Moshé y a Aarón que llenasen sus manos de ceniza. Moshé colocó sus dos puñados en una mano, agregó los puñados de Aarón a los suyos y arrojó estas cenizas hacia el cielo. Esto en sí mismo fue un gran milagro. No sólo la palma de Moshé contuvo cuatro puñados, sino que pudo tomar las cenizas, que son muy livianas y arrojarlas muy alto. Estas cenizas se desparramaron entonces por todo Egipto y sus provincias, transformándose en pústulas sobre el cuerpo de los Egipcios. Esta Plaga de las Pústulas cayó sobre los Egipcios debido a que forzaron a los Judíos a hervir alimentos que ya habían sido hervidos y a enfriar aquellos que ya se habían enfriado. Ahora que habían sido atacados por las pústulas eran ellos los que no podían tocar siquiera algún alimento. Estas pústulas designadas por Dios consistían de sangre y pus por dentro y de una seca lepra por fuera. Los Egipcios estaban cubiertos desde la cabeza a los pies de estas dolorosas pústulas. Y si el sufrimiento no era de por sí suficiente, su aspecto les generaba una tremenda vergüenza y degradación ante aquellos que no eran Egipcios. Más aún, nuestros Sabios nos dicen que mientras que los Egipcios en general llegaron a curarse luego del período de una semana que duró la plaga, los magos Egipcios en cambio, nunca se recuperaron por completo. Esto fue para dejar en claro que sus poderes habían sido disminuidos y que nunca más volverían a su antigua posición. El mismo Faraón sufrió mucho por esta plaga y todo su cuerpo estuvo cubierto de pústulas. Es posible que en ese mismo momento hubiese estado dispuesto a liberar a los Judíos, pero ya era muy tarde. Fue por su propia voluntad que él había endurecido su corazón luego de cada una de las primeras cinco plagas. Se había negado a aceptar las advertencias de Moshé y liberar a los Judíos. Ahora ya no dependía de él. Su libertad de elección le había sido retirada. Dios dijo, «¡Malvado! Dado que no ablandaste tu corazón ante Mi solicitud, ¡Soy Yo quien ahora va a endurecer tu corazón y hacerte sufrir toda Mi venganza por tus malvadas acciones!»
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GRANIZO. Aparte del trabajo regular que los Egipcios forzaban a los Judíos a realizar, también los forzaban a plantar y cuidar de sus jardines y huertos. Y ésto también con la finalidad de mantener a los Judíos lejos de sus hogares. Además de ello, golpeaban y castigaban a los Judíos sin misericordia alguna haciendo que lloraran amargamente por sus vidas. Una cosa por otra, Dios envió la Plaga de Granizo sobre los Egipcios. El granizo destruyó todos las plantaciones y huertos que los Judíos habían hecho para sus amos. También cayó con una tremenda furia golpeando, apedreando y matando a todo aquél que estuviese fuera durante esta plaga. Los truenos que lo acompañaban eran simbólicos de los gritos de los Judíos. La ferocidad del granizo, que incluía hielo y fuego, era un recordatorio del castigo de Guehinom que consiste de ambos, hielo y fuego. Dios hizo que Moshé les advirtiese a los Egipcios que aquellos que temiesen al Todopoderoso pusieran a cubierto sus rebaños y que también ellos debían quedarse dentro durante toda la plaga. Parte de la intención de Dios al enviar esta advertencia era que los Egipcios pudiesen más tarde tener caballos con los cuales perseguir a los Judíos luego del Exodo. El granizo consistía en grandes y filosas piedras de hielo transparente. Dentro del hielo había fuego. Dios creó una armonía entre estos dos elementos opuestos de modo que el fuego no evaporase el agua y ésta no extinguiese al fuego. Esta combinación de fuerzas descendió con tal furia que el hielo caía cortando los árboles como si fuesen de papel, mientras que el fuego saltaba y consumía todo lo que estaba en su camino. Muchos cultivos fueron destruidos y aquellos que quedaron en pie fueron a propósito, para que las langostas que siguieron al granizo tuviesen también algo para destruir. Las piedras de granizo cayeron tan juntas una de la otra que si algún animal de su ganado se encontraba fuera, esteera rodeado de inmediato por el hielo y moría congelado en un instante. Si un Egipcio sacrificaba ese animal y trataba de aprovecharse de su carne para alimento, llegaban los pájaros y se la arrebataban de las manos. Una vez más Goshen se mantuvo intacto. Y si un animal de un Judío estaba junto al de un Egipcio, el granizo mataba al del Egipcio pero el animal del Judío seguía intacto. ¡Hasta podía moverse libremente y pastar mientras el granizo seguía cayendo! El Faraón le rogó a Moshé que detuviese los truenos y el granizo. Moshé oró y la Plaga de Granizo llegó a su término. Todo granizo que hubiese estado cayendo en el momento en que las plegarias de Moshé fueron aceptadas, se mantuvo allí donde estaba. Parte de este granizo «en suspenso» es el que cayó más tarde en la batalla de Ioshúa en Givón (Ioshúa 10:11). El resto caerá durante la batalla de Gog y Magog (Ezequiel 38:22), cuando los milagros de la Redención Final serán mucho mayores que los del Exodo. Una vez que la plaga de granizo se detuvo, el corazón del Faraón volvió a endurecerse y se negó a liberar a los Judíos.
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LANGOSTAS. Esta plaga fue un castigo adicional por haber forzado a los Judíos a trabajar en las plantaciones de sus amos Egipcios, para que los hombres estuviesen en el campo y no pudiesen procrear. Las langostas arrasaron la tierra de Egipto y acabaron con el resto del cultivo que no había sido destruido por el granizo. Aunque los Egipcios solían considerar los ataques de las langostas sobre sus cultivos como un evento natural, esta Plaga de Langostas fue muy diferente a todo lo que habían visto. Estas langostas llegaron como una unidad, oscureciendo por completo el cielo de toda la tierra de Egipto. Como una sola descendieron y consumieron todas las plantaciones. Luego, en vez de mudarse hacia otras vegetaciones, las langostas fueron al centro de la ciudad y entraron al palacio del Faraón y a las casas de sus ministros. De allí se desparramaron por todas las ciudades y pueblos, infestando las casas de todos los Egipcios. Estas langostas eran muy poderosas. Picaban como las avispas y tenían el poder de cegar y matar a sus víctimas. No importa dónde se ocultasen ni adonde fuesen, los Egipcios eran incapaces de encontrar respiro ante su ataque. Aunque las langostas eran muchas, no se les permitió sobrepasar los límites de Egipto. Esto fue una bendición para los pueblos vecinos que tenían disputas territoriales con Egipto. Ahora era evidente que aquellas áreas libres de langostas pertenecían al país vecino. (Lo mismo sucedió durante la plaga de las ranas.) Algunos Egipcios trataron de huir de Egipto y llevar sus cosechas a las tierras vecinas, pero las langostas formaban una pared en la frontera y no dejaban que nadie cruzase. En Goshen, las langostas no molestaron a ningún Judío ni a sus cosechas. Pero, a diferencia de la Plaga de Granizo, si un Egipcio tenía una cosecha en tierra de un Judío en Goshen, la langosta no la consumía. Si un Judío le había comprado un árbol a un Egipcio para el uso de su madera, sólo sus raíces eran comidas mas no el resto. Si un Egipcio le había comprado un árbol a un Judío por su madera, el árbol era comido mas no su raíz. Pese a todo, los Egipcios esperaban obtener alguna ganancia de esta plaga. Guardando las langostas en barriles, las preservaron en salmuera, con la intención de comerlas como un plato delicado. Pero al terminar la plaga, Dios le dio vida a todas esas langostas y volando se las llevó un fuerte viento del este. Nuevamente se endureció el corazón del Faraón y una vez más se negó a liberar a los Judíos.
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OSCURIDAD. Además de adorar al Nilo, los Egipcios también le rendían culto al dios-sol. Para destruir la creencia en el poder de su ídolo, Dios hizo obvio el límite de los poderes del sol al hacer que la oscuridad cayese sobre la tierra de Egipto. Una explicación adicional sugiere que, tal como fue el caso con las plagas anteriores, esta nueva plaga estada dirigida a castigar a los Egipcios por la cruel servidumbre sobre los Hijos de Israel. Dado que los Egipcios habían obligado a los Judíos a trabajar durante muchas largas horas, incluso en la oscuridad, ahora sufrirían la Plaga de la Oscuridad. Por otro lado, nuestros Sabios nos dicen que había muchos Judíos en Egipto que no tenían fe en Dios. Ellos no creían que el Todopoderoso los iría a Redimir tal como Lo prometiera a los Patriarcas. Debido a su falta de fe, estos Judíos no fueron dignos de ser redimidos y fueron condenados a morir en Egipto. Dios trajo la Plaga de la Oscuridad sobre Egipto para que los Egipcios no viesen a todos esos miles de Judíos muriendo y más tarde dijeran que también los Judíos habían sufrido durante las Diez Plagas. Todos los Judíos que murieron en ese entonces fueron sepultados durante los seis días de oscuridad. A diferencia de las plagas anteriores, cada una de las cuales duró una semana completa, la Plaga de la Oscuridad sólo duró seis días. El séptimo día restante fue guardado hasta el momento de la Separación del Mar Rojo, cuando al mismo tiempo en que los Judíos tenían luz, los Egipcios se hallaban en completa oscuridad. Otros son de la opinión de que el séptimo día de oscuridad ocurrió durante la noche de la Décima Plaga, la Matanza de los Primogénitos. Otra diferencia más entre esta plaga y aquellas que la precedieron era que las otras plagas comenzaron justamente al romper el alba, mientras que la oscuridad sólo descendió una vez que el sol se encontraba bien alto. Dios lo hizo así para que los Egipcios no pudiesen decir que ello no era más que una continuación de la noche. La Plaga de la Oscuridad era única también en el hecho de que llegó en dos partes separadas. Más que una falta de luz durante la cual es posible discernir a veces alguna forma, la oscuridad de los tres primeros días era tan densa y espesa que era imposible distinguir nada en absoluto. Las estrellas no brillaban y era como si todo Egipto hubiera sido cubierto por una densa y oscura nube. Aún así los Egipcios podían moverse de un lado a otro. Pero, durante los tres días siguientes, la oscuridad tomó una real existencia física. Los Egipcios estaban envueltos por esta oscuridad de manera tal que quienquiera que hubiera estado sentado no podía pararse y aquél que estaba de pie no podía sentarse. Estuvieron atrapados en sus posiciones durante los tres días seguidos. Parte del milagro fue que los Egipcios permanecieran con vida durante los tres últimos días de la plaga. La oscuridad era tan abarcadora que llenaba sus bocas y narices, haciéndoles imposible el respirar. Pero Dios quiso que los Egipcios tuviesen un pregusto de lo que les tenía reservado en el Mar Rojo, cuando estuvieran con vida bajo las aguas de manera que sufriesen el tormento de ser golpeados y arrastrados por el mar. Algunos comentaristas mantienen que esta oscuridad era la oscuridad de Guehinom. Cuando uno transgrede piensa que nadie lo está viendo. Su castigo entonces es que no se le permite ver a nadie. A diferencia de los Egipcios, los Judíos tuvieron luz durante los seis días de la plaga. La luz brillaba para los Judíos, incluso durante la noche y así les fue posible apreciar la enorme magnitud del milagro generado para su beneficio. Allí adonde iba un Judío esta luz lo acompañaba. Incluso si un Judío estaba junto a un Egipcio, él tenía luz y el Egipcio no tenía más que oscuridad. Y así serán las cosas también durante la Redención Final. Dios le había prometido a Abraham que sus descendientes saldrían de la esclavitud con una gran riqueza. Pero hasta ese momento y con el Exodo tan cercano, los Judíos no habían podido aún juntar ninguna fortuna. Esto se debió a que Dios eligió la Plaga de la Oscuridad como el momento para iniciar los pasos que llevarían a cumplir con Su promesa. Los Judíos, que ahora podían ver durante la oscuridad, entraban a las casas de los Egipcios sin ser molestados y allí caminaban libremente, tomando nota de todo el oro, plata y piedras preciosas, de todas las ricas vestimentas y utensilios que allí tenían. Pero así y todo, los Judíos no tomaron nada de ello; sólo observaron. Más tarde, durante el Exodo, los Judíos pidieron a aquellos que los habían esclavizado que los remunerasen. Cuando un Egipcio se negaba aduciendo que no tenía nada de valor, el Judío le decía, «Pero yo vi tal y tal cosa en tal y tal cajón en tal y tal habitación…» El Egipcio se veía forzado a admitir la verdad y le daba entonces a su antiguo esclavo Judío el objeto que le estaba pidiendo. De esta manera los Judíos pudieron juntar enormes fortunas, habiendo conocido la totalidad de la riqueza de los Egipcios. Pero el Faraón continuó negando la libertad a los Judíos.