Festejando
La historia de Pesaj, según jasidut de Breslov
Pesaj
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Historia III

(selección extraída del libro «La Hagadá de Breslov» © Breslov Institute Research – www.breslov.org)

Servidumbre y Esclavitud

A medida que los hijos de Iaacov se iban multiplicando, también se multiplicaban la envidia y los celos que los Egipcios sentían por ellos. Los Egipcios temían llegar a ser una minoría en su propia tierra. Pronto los Hijos de Israel serían tan numerosos y tendrían un poder tal como para sobrepasarlos y expulsarlos de su propia tierra. De modo que debían tomar medidas bien drásticas. El Faraón consultó con sus consejeros y decidió esclavizar a los Judíos. Así, una tarea degradante, la pobreza y la violencia los mantendrían bajo control. En un comienzo el artero Faraón les habló a los Judíos de un modo suave, pidiéndoles que lo ayudasen a construir las ciudades de Pitom y Ramsés y ofreciéndoles altos salarios por su tarea. El mismo Faraón comenzó la construcción. Mezcló el mortero para la construcción bajo la mirada de sus súbditos Egipcios. Los Judíos, para probar la superioridad de su laboriosidad (una característica típica Judía hasta el día de hoy), se unieron rápidamente a la tarea. Lo que ellos produjeron superó a la producción de su contraparte Egipcia. Esto era exactamente lo que esperaba el Faraón. Fue entonces que decretó que cada Judío tendría como cuota diaria la cantidad producida en ese primer día. Otro decreto posterior ordenó que los hombres hicieran las tareas del hogar al tiempo que las mujeres debían cortar la leña y hacer las demás tareas del campo. Esta distribución desproporcionada de las cargas de trabajo tenía como objetivo quebrar su espíritu y socavar todavía más sus fuerzas. Más aún, pese a las grandiosas promesas del Faraón, los Judíos no recibieron ningún pago en absoluto por su dura labor. Se suponía que eran ellos quienes debían buscarse un modo de subsistencia. Pero aun ésto no satisfizo al Faraón. Designó crueles guardianes que infligieron severas golpizas y latigazos a los indefensos Judíos. Más aún, los hombres Judíos fueron forzados a dormir en el campo, pues así esperaban los Egipcios disminuir la población Judía. El Shnei Lujot HaBrit agrega que los Egipcios sabían que los Judíos podían, mediante la plegaria, anular los decretos en su contra. De modo que los acorralaron sin misericordia y cada vez más cruelmente, para que los Hijosde Israel se sintiesen frágiles y débiles y no pudiesen orar. Pese a todo ésto, Dios le había prometido a Abraham que su simiente se multiplicaría como las «estrellas»; y ¡sí que se multiplicaron! El Midrash agrega que el Faraón trató de superar a Dios diciéndole a los Egipcios que «detuviesen la multiplicación de los Judíos.» Pero Dios replicó, «¡Yo dije que se multiplicarían y tú dices que no! ¡Veremos cual de las palabras se cumple, la tuya o la mía!» Nuestros Sabios nos dicen que fue en mérito de las mujeres que los Judíos merecieron ser redimidos de Egipto. Dios hizo que el agua que las mujeres extraían de los pozos fuese milagrosamente mitad agua y mitad peces. Cocinando el pescado e hirviendo el agua, ellas les llevaban comida y bebida a sus maridos que estaban en los campos. Y mientras estaban allí y reconfortaban a sus cansados esposos, los incentivaban a la relación marital. De modo que, pese a todas las maquinaciones del Faraón, las mujeres Judías concebían cada vez más hijos. Al llegar el momento en que debían nacer sus hijos, estas mujeres Judías salían a los campos y daban a luz debajo de los árboles. Dios Mismo velaba por estos nacimientos de modo que enviaba ángeles para cuidar de los niños. Los Egipcios no tardaron mucho en descubrir que las mujeres Judías estaban dando a luz en los campos y salieron a matar a los infantes. Milagrosamente la tierra tragó a esos niños antes que pudiesen ser hallados. Los Egipcios comenzaron a arar los campos, con la esperanza de desenterrarlos. Pero Dios hizo que todos sus esfuerzos fuesen en vano. A cada niño le fueron dadas dos piedras que se transformaron en fuentes, una fluyente de leche y la otra de miel. Cuando los niños alcanzaban la edad de tres años, nacían de la tierra como una flor y luego se dirigían sin dudar al hogar de sus padres. Así, pese a todas sus malas intenciones y acoso, los Egipcios no pudieron destruir a los Judíos, quienes eran comparados con «la hierba de los campos…»

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Pero la esclavitud produjo un gran daño entre los Judíos, en especial en la vida espiritual de la nación. Dice la Hagadá que los Hijos de Israel estaban en Egipto «desnudos y despojados» – que no cumplían con las mitzvot. Incluso la Mitzvá de la circuncisión llegó a olvidarse. Cuando finalmente llegó el momento de la redención, Dios les dio a los Judíos dos mitzvot para cumplir: el Cordero de Peisaj y la circuncisión, ambas relacionadas con sangre. La Mitzvá del Cordero de Peisaj requería que la sangre del animal fuese salpicada en los marcos de las puertas (una señal que protegió las casas del Angel de la Muerte) y el acto de la circuncisión incluye la pérdida de sangre. En recompensa por estas dos «sangres,» Dios dijo, «¡Vive! Por la sangre [del Cordero de Peisaj]. ¡Vive! Por la sangre [de la circuncisión].»

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Enseña el Zohar que la aflicción más importante de los Judíos en el exilio fue su incapacidad para tener claridad de pensamiento, claridad de Torá. Así, nos dice la Torá que «los Egipcios amargaron sus vidas con: «avodá KaSHá (trabajo duro)» – ésto es KuSHiá, preguntas difíciles; «b»JoMeR (arcilla)» – ésto es JuMRa, temas difíciles; «u»viLBaNim (ladrillos)» – ésto es LiBuN hiljatah, clarificando las leyes; «todos los trabajos del campo» – ésto se refiere a las Braitot o leyes no clasificadas; «todas sus tareas» – se refiere a las Toseftot que son similares a las Baraitot; «que ellos trabajaron b»PHaReJ (dura labor) – ésto es PiRJHa, preguntas extremadamente difíciles. De esta manera los Egipcios evitaron que los Judíos se dedicasen a la plegaria y al estudio de la Torá, siendo ésta la causa más importante del sufrimiento Judío en todos nuestros exilios.

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El Nacimiento de Moshé Rabeinu

No tardó mucho el Faraón en darse cuenta de que era incapaz de detener el crecimiento de los Judíos, ni siquiera forzando a los hombres a dormir en los campos. Buscó entonces la recomendación de sus tres principales consejeros, Ietró, Job y Bilaam. Esperaba que le sugiriesen alguna manera para eliminar por completo a los Judíos. Ietró prefirió huir antes que intrigar contra los Judíos y fue recompensado por Dios: se convirtió al Judaísmo y generaciones más tarde, sus descendientes llegaron a ser miembros del Sanedrín. Job le aconsejó al Faraón que esclavizase a los Judíos y que tomase sus pertenencias. Fue por esta sugerencia que más tarde debió pagar soportando un gran sufrimiento. Sólo Bilaam estuvo dispuesto a aconsejar al Faraón, sugiriendo que las comadronas Judías matasen a los niños recién nacidos. Fue por este consejo que el Faraón recompensó a Bilaam. Y fue la Divina Retribución que más tarde fuesen los mismos Judíos quienes lo matasen a él. Los astrólogos le habían advertido al Faraón que un niño nacería entre los Judíos, un niño que un día los llevaría fuera de Egipto. El Faraón suponía que Esaú no había logrado matar a su hermano Iaacov pues había esperado demasiado hasta que éste estuvo casado y con descendencia. Para no cometer el mismo error y eliminar a este nuevo guía de los Judíos, el Faraón decidió matar a todos los niños varones Judíos apenas nacieran. Relata más adelante el Midrash que Esaú se burlaba de Caín por haber matado a Abel en vida de Adán. Si Caín había deseado el mundo entero para él, debía de haber comprendido que Adán aún estaba vivo y podía tener otros hijos. Pero no, Esaú no iba a cometer el mismo error. El esperaría hasta la muerte de Itzjak y luego asesinaría a su hermano Iaacov. Más tarde fue el turno para que el Faraón se burlase de Esaú. ¿No sabía acaso Esaú que Iaacov podría tener hijos durante la vida de Itzjak? De nada serviría matar a Iaacov si sus hijos lo sobrevivirían. El Faraón se creyó mucho más inteligente. El mataría a todos los Judíos varones al nacer. Varias generaciones más tarde, también el Faraón fue tratado de tonto por Hamán. ¿No se dio cuenta el Faraón que si un sólo Judío llegaba a quedar con vida, podría él sólo hacer renacer a toda la nación? ¡El plan de Hamán era destruir a toda la Nación Judía! Concluye el Midrash enseñando que, en el futuro, Gog y Magog serán los que se burlen de Hamán. ¿No se dio cuenta Hamán que los Judíos tienen un Padre en el Cielo? Y que El nunca dejaría que fuesen destruidos? En un comienzo Gog y Magog lucharán con Dios (es decir, harán que los Judíos se olviden de la Torá y de las Mitzvot y de su cercanía con Dios.) Esto les permitirá destruir a los Judíos. Pero la respuesta de Dios será clara, «Yo tengo muchos mensajeros a los que puedo enviar a la batalla. Pero esta guerra contra Gog y Magog la lucharé Yo Mismo. Su destrucción será completa.»

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El Faraón no escatimó crimen alguno para llevar a cabo el consejo de Bilaam. Llamó a dos comadronas Judías, Iojeved y su hija Miriam y les ordenó que matasen a todos los varones nacidos de mujer Judía. Pero Iojeved y Miriam eran mujeres temerosas de Dios e ignoraron su orden. No sólo ayudaron a los nacimientos sino que les llevaron también alimento y bebida e hicieron todo lo posible por ayudar a las madres de los recién nacidos. Ambas, Iojeved y Miriam le oraban a Dios para que los niños no nacieran con algún defecto, «Si este niño nace con algún defecto, los Judíos podrían decir que nosotras lo causamos tratando de congraciarnos con el Faraón. Por favor Dios, permite que este niño nazca completamente saludable.» Dios escuchó sus plegarias y los niños nacieron sin defecto alguno. El Midrash cuenta sobre un milagro mayor aún logrado por las plegarias de estas comadronas. Si sucedía que ayudaban a nacer a un niño ya muerto, Iojeved y Miriam protestaban ante Dios diciendo que las madres las acusarían de cumplir con el decreto del Faraón. Y como resultado de la plegaria de las comadronas y de su auto sacrificio a favor de los Judíos, Dios les daba vida a esos niños. Tal como sucedió con la ordenanza del Faraón respecto al trabajo forzado y el dormir en los campos, este duro decreto adicional en contra de los Judíos también falló y no pudo evitar que el Pueblo Judío siguiera creciendo. De modo que el Faraón, viendo que no podía confiar en las comadronas para que lo ayudasen a evitar el nacimiento del líder de los Judíos, tomó entonces otro camino. Sus consejeros le habían advertido también que el guía destinado a redimir a los Judíos encontraría su destino «a través del agua.» (De hecho se le negó a Moshé el permiso de entrar en la Tierra Santa debido a que en lugar de hablarle a la roca para que produjera agua, hubo de «golpearla.») El tercer decreto cruel del Faraón fue ordenar que todos los niños varones Judíos fuesen ahogados en el río, destino similar al sufrido por esas mismas almas en la Generación del Diluvio (Shaar HaPesukim, Shemot). Un total de 600.000 infantes fueron arrojados al río Nilo. El día en que nació Moshé, los astrólogos del Faraón le informaron que el redentor de los Judíos acababa de llegar al mundo. Sin detalles como para saber si éste era Judío o Egipcio, el Faraón decretó que también fuesen ahogados los recién nacidos Egipcios. Cuenta el Midrash que los 600.000 niños Judíos arrojados al Nilo fueron salvados en mérito a Moshé (Likutey Halajot, Birkat HaShajar 5:62). Pero el destino de las niñas Judías recién nacidas no debía ser el mismo que el de los varones. Aunque el Faraón quería que los varones fuesen ahogados, insistió en que las niñas fuesen dejadas con vida. Su intención era venderlas a las otras naciones o mantenerlas como esclavas para los Egipcios.

 

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