Hijas cercanas y distantes
(selección extraída de los comentarios del Lubavitcher Rebe, Rabi Menajem M. Schneerson, (c) Kehot Sudamericana)
La Torá es la fibra de vida del judío: su nexo con su Creador, su mandato nacional, el plano maestro de la perfección hacia la que aspira. Poco sorprende, entonces, que la festividad más alegre del calendario judío sea la de Simjat Torá, cuando se concluye el ciclo anual de Lectura de la Torá y se comienza de nuevo.
Simjat Torá sigue inmediatamente a la festividad de Sucot. De hecho, el nombre bíblico para Simjat Torá es Sheminí Atzeret, que significa «Octavo Día de Retención», pues la función de esta festividad es retener y absorber los logros de los siete días de Sucot.
¿Pero por qué celebrar Simjat Torá en Sheminí Atzeret, el día 22 en Israel (22 y 23 en la diáspora) del mes de Tishrei? Por norma, las festividades están ubicadas en puntos del calendario que marcan las fuentes históricas de su significado e importancia: Pesaj se observa en el aniversario de nuestro Exodo de Egipto, Rosh HaShaná en la fecha de la creación del hombre, y así sucesivamente. En consonancia, ¿no hubiera sido más apropiado regocijarnos con la Torá el 6 de Siván, el día en que Di-s Se reveló a nosotros en el Monte Sinaí y nos entregó la Torá como patrimonio eterno? De hecho, marcamos la fecha con la festividad de Shavuot, una festividad dedicada a reexperienciar la revelación en Sinaí y reiterar nuestro pacto con Di-s forjado por la Torá. Con todo, nuestro regocijo con la Torá está reservado para la festividad de Sheminí Atzeret, una fecha sin conexión histórica aparente alguna con nuestra relación con la Torá.
Uno podría explicar que nuestro vivir con la Torá en el curso del ciclo anual de lectura, estudiarla e implementarla en nuestras vidas cotidianas, es de mayor significación que nuestro recibimiento original de ella en Sinaí. Pero esto mismo requiere explicación: ¿Por qué concluimos y comenzamos la Torá en Sheminí Atzeret? ¿Por qué Moshé, quien estableció el ciclo de Lectura de la Torá, no lo programó para que terminara y recomenzara en la festividad de Shavuot?
Calendarios Mellizos
En realidad, una mirada más cercana a Sheminí Atzeret y Shavuot revela una llamativa semejanza entre las dos festividades. También Shavuot lleva el nombre de «Atzeret», pues también esta festividad sirve como vehículo de «retención» y «absorción» para la festividad que le precede. La semejanza es adicionalmente demostrada por el hecho de que, como Sheminí Atzeret, Shavuot es también un «octavo día de retención», una festividad de un día que cierra un ciclo de siete: Sheminí Atzeret sigue inmediatamente a los siete días de Sucot, mientras que Shavuot cierra la cuenta de siete semanas de Sefirat HaOmer iniciada en Pesaj.
Los dos Atzeret son uno el reflejo del otro a lo largo del ciclo anual. El año judío es como un círculo con dos polos, dos meses clave. Nisán y Tishrei son considerados, cada uno en su propio plano, como el «primero» y la «cabeza» del año entero [1]. El 15 de Nisán es la fecha del Exodo y comienza la festividad de Pesaj de siete días (ocho en la diáspora). Exactamente seis meses después, el 15 de Tishrei, comienza la otra festividad de siete días del año judío (ocho en la diáspora), Sucot. Y estas dos festividades de siete días son cubiertas por un «Atzeret» de un día. Lo único que rompe la simetría es el hecho de que el Atzeret de Sucot es un octavo literal, contiguo a sus siete días, mientras que el Atzeret de Pesaj es un «octavo» más distante, siguiendo una cuenta de 49 (7 veces 7) días que comienza en el segundo día de Pesaj.
Esto lleva al Sabio talmúdico Rabí Ioshúa ben Leví a decir: «El Atzeret de la festividad de Sucot debería haber sido cincuenta días después, como el Atzeret de Pesaj»[2].
¿Por qué, de hecho, sigue Sheminí Atzeret inmediatamente a Sucot? Rabí Ioshúa ofrece la siguiente parábola a modo de explicación:
Un rey tenía muchas hijas. Algunas de ellas se casaron y vivían cerca, y algunas de ellas se casaron y vivían en lugares distantes. Un día, todas vinieron a visitar al rey, su padre. Dijo el rey: Aquellas que viven cerca tienen tiempo para ir y venir; pero aquellas que viven lejos no tienen tiempo para ir y venir. Dado que todas están aquí conmigo, haré una celebración para todas ellas y me regocijaré con ellas.
Así, con el Atzeret de Pesaj, cuando en la Tierra de Israel se pasa de invierno a verano, Di-s dice: «Ellos tienen tiempo para ir y venir». Pero con el Atzeret de Sucot, dado que se pasa de verano a invierno, el polvo de los caminos es molesto y las rutas son incómodas… Di-s dice: «Ellos no tienen tiempo para ir y venir; por lo tanto, ya que todos están aquí, haré una celebración para todos y Me regocijaré con ellos».
¿Qué es un «Atzeret»?
Para entender mejor el significado de la pregunta de Rabí Ioshúa y la respuesta provista por su parábola, primero debemos examinar el concepto
de «Atzeret». ¿Por qué requiere la festividad un Atzeret?
La enseñanza cabalística y jasídica explica que «Atzeret» es la absorción e internalización de lo que antes fue concretado y expresado en un nivel más externo. Atzeret es lo que la digestión es a comer, lo que la asimilación es a estudiar, lo que la concepción es al matrimonio.
Nuestro recibimiento de la Torá en Shavuot es el «Atzeret» de nuestra liberación de la esclavitud siete semanas antes. En Pesaj nos convertimos en un pueblo libre, libre del látigo del capataz, libre del sometimiento a la más cruel, más abyecta, sociedad sobre la tierra. ¿Pero qué es la libertad? ¿Cómo ha de digerirse, internalizarse e integrarse a nuestra existencia de día a día? El propósito del Exodo, como Di-s le dijo a Moshé cuando le encargó la misión de sacar a los Hijos de Israel de Egipto, era que debía llevar a Sinaí [3].
La libertad que Di-s prometió a Israel no era apenas una libertad física de la esclavitud física, sino una libertad que permite al alma concretar su potencial pleno, experimentar su nexo intrínseco con su esencia y fuente, solidificar su misión y propósito en la vida. Semejante libertad es posible sólo mediante la Torá, «el plano maestro para la creación» de autoría Divina que nos orienta y dirige hacia la comprensión y concreción de quiénes y qué somos verdaderamente.
De modo que cada año, luego de recibir el regalo de la libertad el 15 de Nisán, nos embarcamos en un proceso de 49 días para absorberlo e internalizarlo, un proceso que culmina en el Atzeret de Shavuot. Durante siete semanas nos esforzamos para asimilar el verdadero significado interior del Exodo en los 49 rasgos y subrasgos de carácter de nuestras almas [4], para hacer madurar la libertad del Exodo en la libertad de la Torá.
Así, nos graduamos (como lo expresa Rabí Ioshúa) de invierno a verano. De la frialdad de la falta de objetivos a la calidez del propósito apasionado; de la dificultad del desafío a la delicia del logro; de la melancolía de la ignorancia a la clara luz estival de la sabiduría y la comprensión.
Luego, seis meses después, llegan las festividades de Tishrei.
Las Segundas Tablas
La vida no es la ininterrumpida progresión de desarrollo y crecimiento que nosotros planificamos que sea; hay desaciertos, fracasos y regresiones. Nuestra vida como nación no fue en nada diferente: unas pocas semanas después de estar en Sinaí, contemplar a nuestro Creador y lograr el pináculo de la libertad y la perfección, el Becerro de Oro estaba siendo adorado en el campamento judío.
Pero cada caída provee también el ímpetu para un alza subsiguiente. El episodio del Becerro de Oro nos dio a Iom Kipur, el día más santo del año, y la fuente de una conexión más profunda aún con la Torá que la lograda por la revelación en Sinaí en Shavuot.
Siguiendo a la revelación en Sinaí, Di-s dio Moshé las «Dos Tablas del Pacto» sobre las que El había inscripto los Diez Mandamientos que encapsulan la totalidad de la Torá. Al percibir la violación por parte de Israel de todo lo que las Tablas abogaban, Moshé «arrojó las Tablas de sus manos y las rompió al pie de la montaña» [5]. Pero de las destrozadas Tablas y pacto nació un segundo juego de Tablas, uno que contiene la Torá en un nivel que el juego anterior no incluía, ni podía haberlo hecho. El 10 de Tishrei, observado desde entonces como Iom Kipur, Di-s nos dio las Segundas Tablas, transmitiéndonos una dimensión de la Torá que sólo el poder regenerativo de teshuvá (arrepentimiento, literalmente «retorno») puede evocar.
En el nivel más básico, la Torá es un conjunto de mandamientos Divinamente ordenados, mediante los cuales el hombre, al cumplirlos, se conecta con Di-s como el instrumento de Su voluntad. Esta era la dimensión de la Torá que Di-s inscribió sobre las Primeras Tablas. Pero la Torá es mucho más que eso, como lo evidencia el hecho de que la Torá misma provee la fórmula para teshuvá (arrepentimiento, retorno a D-s).
Para reconstruir una relación destrozada, uno precisa acceder a aquella parte de la relación que nunca fue dañada desde un comienzo. La posibilidad de teshuvá significa que incluso cuando la persona transgrede la voluntad Divina, Di-s libre, la esencia de su conexión con Di-s no es afectada. Y el hecho de que la Torá misma incluya el precepto de teshuvá significa que la Torá es el vehículo no solamente para la conexión entre nosotros y Di-s, una conexión concretada por nuestra observancia de sus mandamientos, sino también para el nexo inviolable que perdura por siempre inalterado por nuestros actos. De modo que también quien ha destrozado la dimensión de «Primeras Tablas» de su relación con Di-s puede internarse más profundamente en la Torá, al corazón mismo de la relación manipulada por el hambre, la añoranza, la evocación de teshuvá, y reconstruirla de nuevo.
Mientras no nos habíamos apartado del sendero de vida auténtico y recto ordenado por la Torá, no había necesidad, ni oportunidad, para emplear el poder de teshuvá. Es por eso que las Primeras Tablas contenían únicamente los aspectos «convencionales» de la Torá, la conexión con Di-s lograda a través del cumplimiento de Su voluntad. Fueron las Segundas Tablas, el producto de nuestra respuesta de teshuvá a nuestra primera caída como nación, sobre las que Di-s inscribió la esencia de la Torá, el nexo entre El y nosotros que trasciende las leyes de la Torá y sus mandamientos.
Oculto y Revelado
Y Sucot es la celebración de Iom Kipur.
La teshuvá, por su misma naturaleza, es un asunto introvertido: un alma recluida con su Di-s siente angustia por la distancia que ha creado entre ambos, y en la profundidad de su angustia encuentra el elemento redentor de sus pecados, el poder para reparar y sublimar su pasado defectuoso.
La naturaleza privada de teshuvá es demostrada por una marcada diferencia entre las Primeras y Segundas Tablas. En Shavuot, toda la nación judía se reunió alrededor del Monte Sinaí; había truenos y relámpagos, nubes de fuego y humo, y el resonar triunfante del shofar mientras Di-s comunicaba los Diez Mandamientos a todo Israel y convocaba a Moshé a la cima de la montaña para recibir las Tablas del Pacto. Pero cuando Moshé recibió las Segundas Tablas en Iom Kipur, nadie estaba allí; Di-s instruyó que fuera un asunto privado y silencioso, acorde a las serenas y profundas aguas de teshuvá [6].
De modo que Iom Kipur es a duras penas ambiente para celebración y regocijo manifiestos. Sin embargo, ¿qué mayor regocijo puede haber que nuestra alegría en la Torá de las Segundas Tablas, en la esencia de nuestro eterno, siempre perdurable, nexo con Di-s? Y la naturaleza de la alegría es que se rehúsa a restringirse al santuario interior del corazón. Revienta sus costuras, inunda el cuerpo, se derrama por la garganta en canción y lleva a los pies a bailar. En consecuencia, la festividad de Sucot, la «Epoca de Nuestra Alegría», cinco días después, el 15 de Tishrei. Sucot es la alegría de Iom Kipur traída a luz, el regocijo que la solemnidad e interioridad del día habían mantenido oculto.
Durante siete días la alegría aumenta. Pero como con la libertad ganada en Pesaj, el regocijo de teshuvá necesita ser absorbido e internalizado. En vez de perdurar como una experiencia de una vez al año, debe integrarse a nuestra naturaleza y existencia diaria. Por lo que la festividad de siete días de Sucot es seguida por un «Atzeret», un día en el que nuestra alegría con la esencia de la Torá alcanza su cumbre, y es casada inmediatamente con el ciclo de nuestras vidas de todo el año.
Verano e Invierno
Así, la órbita Pesaj-Shavuot por un lado, y la constelación Iom Kipur-Sucot-Sheminí Atzeret por el otro, representan dos dimensiones de la Torá y su rol como facilitadoras del nexo entre nosotros y Di-s.
La travesía desde Pesaj a Shavuot representa la genuina y recta senda delineada por las mitzvot de la Torá: el cuidadoso ascenso de la ignorancia y el egoísmo de la infancia a la madurez moral y espiritual; el progreso paso a paso del individuo justo (el tzadík) que trabaja laboriosamente toda una vida para desarrollar la perfección y bondad inherente de su alma mientras se protege de las trampas de un mundo corpóreo y corruptor.
Por otra parte, las Segundas Tablas de Iom Kipur, y su celebración e internalización en Sucot y Sheminí Atzeret, representan el triunfo del baal teshuvá («retornante»), aquel que, habiendo sucumbido a las pruebas de la vida terrenal, ha explotado la negatividad de su condición para tocar el núcleo mismo de su alma y estimular sus facultades más esenciales.
Esto se refleja en la alineación de estos dos sistemas festivos con las estaciones del año en la Tierra de Israel. Las festividades primaverales de Pesaj y Shavuot, marcando el paso de invierno a verano, encarnan la medida progresión del tzadík de brote a florecimiento, de oscuridad y frío a luz y calidez. Las festividades otoñales de Tishrei representan el regreso del baal teshuvá al frío y la melancolía del invierno para poner al descubierto los tesoros ocultados allí.
La Parábola
Ahora podemos comprender la parábola de Rabí Ioshúa y cómo explica la diferencia entre el Atzeret de Pesaj y el Atzeret de Sucot.
El Rey Supremo tiene muchas «hijas casadas», muchas almas que se han embarcado en la misión y el desafío de la vida física. El alma desciende a la tierra y es «casada» con un cuerpo para que su unión rinda una progenie de buenas acciones: acciones que santifican su entorno material y satisfacen el propósito de Di-s en la creación al desarrollarlo como una morada para Su presencia.
Algunas de las hijas del Rey están «casadas y viven cerca». Estas son las almas de los justos, quienes, pese a haber descendido a la vida física, nunca pierden de vista sus santos orígenes. Ellas tratan con lo material, desarrollando y refinando el mundo que les concierne, pero sin caer presa de sus influencias adversas. Ellas han dejado el hogar de su padre, pero nunca se han apartado demasiado lejos.
Pero el Rey también tiene hijas cuyos casamientos las han conducido a «lugares distantes»: almas cuya involucración con la realidad material las ha llevado lejos del palacio real; almas que han llegado a enredarse hondamente en la mundanalidad que vinieron a redimir.
Pesaj es la festividad del tzadík y del tzadík dentro de nosotros, la festividad en la que degustamos la pura e inmaculada libertad de un pueblo recién nacido.
Por lo que el Atzeret de Pesaj viene cincuenta días después. Pues es primavera: los caminos están despejados, y «tenemos tiempo para ir y venir». Somos libres para abrirnos camino metódicamente a través de los 49 pasos desde la revelación de Pesaj a la internalización de Shavuot. Es una travesía gradual, paso a paso, característica del viaje gradual por la vida, paso a paso, del tzadík.
Pero en Sucot celebramos nuestra capacidad de teshuvá, de nuestro nexo con Di-s encarnado por las «Segundas Tablas». En esta reunión de «las hijas que se casaron y viven lejos» con su Padre y Rey, ellas «no tienen tiempo para ir y venir». Pues «vamos de verano a invierno, y el polvo de los caminos es molesto, y las rutas son incómodas». Somos viajantes por el volátil sendero de la teshuvá, donde las oportunidades deben atraparse según vienen, y las vidas son deshechas y rehechas en un único momento refulgente.
De modo que nos zambullimos directamente de Sucot al Atzeret de Simjat Torá, directamente a la inmediata internalización de la dimensión de «Segundas Tablas» de la Torá y su retención para los inviernos y veranos por venir.
– Basado en el Maamar Lehavín Inián Simjat Torá 5742
Notas:
1. Véase «Nuestra Otra Cabeza», en «El Rebe Enseña» #120.
2. Midrash Rabá, Cantar de los Cantares 7:4.
3. Exodo 3:12.
4. Véase «Los Tres Nombres de Shavuot», en «El Rebe Enseña» #180.
5. Exodo 32:19.
6. Ibíd. 34:3.
Rabi Menajem M. Schneerson