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Hablar con D-os directamente

Selección extraída del libro «Bajo la mesa», por Jaim Kramer, © Breslov Research Institute

Nos enseñaron que Dios controla el universo entero, y que el hombre, al mismo tiempo, posee libertad de elección. Si Dios está en completo control del universo, entonces esto significaría que dependemos de Dios en todas las cosas. En ese caso, ¿por qué debemos -nosotros- trabajar y hacer el esfuerzo por lograr nuestros objetivos? ¿Y por qué debemos orar entonces? Por otro lado, si el hombre tiene libre elección, esto parecería indicar que todo aquello que logremos depende de nosotros. En ese caso, ¿qué sentido tiene orar a Dios pidiéndole ayuda, cuando de hecho todo está en nuestras manos?

¿Cómo es posible que Dios controle todo y que al mismo tiempo el hombre tenga libre elección? El Rebe Najmán enseña que ésta es una paradoja imposible de ser resuelta por nosotros, e incluso de ser comprendida en esta vida. Y de hecho, es nuestra misma imposibilidad de comprender este enigma lo que nos otorga la posibilidad de la libre elección.
En lugar de hacer infructuosos esfuerzos para comprender lo incomprensible, el Rebe Najmán nos dice que debemos tener fe en que las cosas dependen de nuestras manos y al mismo tiempo que Dios está en control de todo (para una discusión más amplia ver Restore My Soul pp.73-79).

Sea lo que fuere que se desee lograr en la vida, se debe tener fe en que sólo Dios puede otorgarlo, pero al mismo tiempo se debe saber que corresponde a uno hacer los esfuerzos necesarios y dar los pasos requeridos para poder alcanzarlo. Este principio básico de la fe afecta la manera en la cual se debe orar en el hitbodedus, al igual que la forma en que se determinan los modos mediante los cuales se puede lograr sus objetivos. Al concentrarse en los detalles de lo que se desea lograr, discrimine cada paso por separado, y pídale a Dios que lo ayude con cada uno de ellos.

Pero al tiempo que le ruega a Dios, debe actuar también como si todo dependiese de usted mismo. Por lo tanto también se deber hablar a sí mismo durante el hitbodedus, empujándose hacia la acción. Afirme sus objetivos y explíquese a usted mismo qué es lo que exactamente quiere lograr. Dése ánimo. Recuérdese cuán importantes son sus objetivos, e incítese a trabajar de todo corazón, en aras de lograrlo. Llévese paso a paso a través de su proyecto, diciéndose lo que deber hacer en cada una de las etapas.

Pero, si siente que algo se encuentra más allá de su posibilidad de alcanzarlo, por los motivos que fueren, no piense que es infantil tratar, ni que tampoco debería pedirle ayuda a Dios. Puede ser que usted tenga esperanzas y ambiciones que parecen inalcanzables en el presente, y quizás también en el futuro. Puede que se sienta trabado dentro de situaciones que parecen inmodificables. Pero Dios es todo poderoso. Háblele a Dios de sus anhelos. Pídale una y otra vez que lo ayude. Nunca pierda la fe en el poder de Dios para hacer milagros!

Puede ser que se sienta atraído por los exaltados niveles del servicio espiritual descriptos en la Jasidut, y que los deje de lado por considerarlos más allá de su capacidad en ésta vida. Quizás lo sean, por ahora.
Pero no hace daño el suspirar y decirle a Dios cómo desearía alcanzar esos niveles, cuán importantes le parecen y cuánto los anhela.
¿Quién sabe? Para Dios todo es posible. Algunos de los más asombrosos logros espirituales de la historia de la humanidad comenzaron como meros sueños, sólo que la gente que los soñó era lo suficientemente audaz como para orar por ello. Atrévase! (ver Rabbi Nachman’s Stories #9 The Sophisticate and the Simpleton).

Jaim Kramer

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