Fortalecer la voluntad
Los seres humanos poseemos en nuestra naturaleza el ansia de superación que logramos implementar cuando fortalecemos la confianza en nosotros mismos. Ese potencial se puede manifestar de diversas formas, tanto positivas como negativas. En general la superación personal surge a partir de la competencia por conseguir mayores logros materiales, intelectuales, deportivos, etc. Quien alcanza a poseer más, a batir más «records» obtiene más reconocimiento, «alcanza el éxito». Quienes no consiguen poseer mucho terminan por frustrarse pero, a su vez, quienes sí logran poseer mucho nunca están saciados. Así se construyen sociedades basadas en la envidia, el resentimiento y la frustración.
La Torá, implementada en su forma correcta, también nos desafía a superarnos, pero canalizando las energías en llevar a cabo de la mejor forma posible nuestras responsabilidades. Cuando todos asumimos responsabilidades nos unimos bajo un objetivo común. En cambio, cuando nos relacionamos con el prójimo exigiendo nuestros derechos, terminamos alejándonos cada vez más los unos de los otros.
La conciencia del ser humano es resultado de la sabiduría, imaginación y experiencia adquiridas en su afán de concretizar sus aspiraciones. Pero cuando queremos adquirir sabiduría y experiencia que aún no poseemos, ¿cuáles son los mecanismos que activamos para conseguirlas?
Emuná es el conocimiento judío por excelencia y se traduce comúnmente como fe y creencia. El vocablo emuná proviene de la raíz amén, al igual que lehitamén que significa entrenarse, oménet (nodriza) quien da de sí misma, imún (entrenamiento), omanút (arte), etc. Emuná es el entrenamiento en el deseo de dar y beneficiar. Emuná es la disciplina espiritual, toma de conciencia de la voluntad y deseo original del alma. Emuná es la capacidad de entregarse.
En todas las áreas del saber, la emuná es la única forma posible de adquirir conocimiento.
La emuná activa todos los mecanismos de percepción expandiendo paulatinamente el espacio mental, emocional y de acción a partir del fortalecimiento de la voluntad y la perseverancia en la realización de actos altruistas: mitzvót .
Toda sabiduría y experiencia que no poseemos se encuentra fuera de nuestra conciencia y dominio. Para lograr que se transforme en parte de nuestra realidad debemos atravesar dos etapas básicas: a) Definir el objetivo: la nueva sabiduría y experiencia que queremos lograr. b) Adquirir la fuerza de voluntad para conseguir aprehenderlas. Estas dos etapas se alcanzan a partir de una educación que active todo el potencial cognoscitivo del hombre. De acuerdo al judaísmo la educación no es solamente un proceso intelectual, sino que debe involucrar todas las potencialidades humanas.
Nuestra tradición nos transmite que la recepción de la Torá se logró a partir de la emuná. El pueblo de Israel aceptó previamente hacer, lo cual lo condujo al verdadero aprendizaje que surge de la confrontación entre las ideas, pensamientos y prejuicios con la práctica, para posteriormente comprender – naasé venishmá.
Mientras no llevamos a la práctica nuestro proyecto todo queda en el plano ideal. La experiencia concreta nos proporciona la medida de lo posible y necesario
Cuanto mayor es la voluntad y por lo tanto la automotivación y emuná, más clara será la comprensión del objetivo implícito en la Creación. En cambio, al haber menos voluntad y perseverancia surgen la inseguridad y la dependencia.
La emuná es como el amor que no mide ni limita; pero que no puede subsistir sino es alimentado por el conocimiento. Cuando realmente hay amor hay entrega, fundiéndome y unificándome con quien amo. Para poder hacerlo debo conocer en profundidad a quien amo para brindarme de acuerdo a su necesidad y deseo. Entonces, ese amor es completo. De aquí que la emuná de Israel es un entrenamiento constante en la generosidad, la entrega y el dar para servir al prójimo y a la sociedad y ser Uno con el Uno sin segundo.