Estudiando tres pesukim (versículos)
Ki Tavó XXVI, 15
13 – Y DIRAS DELANTE DE ADONAI, TU DIOS: «HE SACADO DE MI CASA LAS COSAS SANTIFICADAS, Y TAMBIEN LAS HE DADO AL LEVITA, AL EXTRANJERO, AL HUERFANO Y A LA VIUDA, CONFORME A TODO LO QUE ME HAS MANDADO; NO HE TRANSGREDIDO TUS MANDAMIENTOS, NI LOS HE OLVIDADO.
13 – HE SACADO DE MI CASA LAS COSAS SANTIFICADAS. Malbím explica aqui que la costumbre de deducir el diezmo era muy anterior a la promulgación de la Toráh en el Monte Sinái. En efecto, leemos que Abrahám, Yitzják, Yaakóv y su hijo Yoséf conocían y aplicaron las leyes de la deducción. Las naciones del mundo eran muy sensibles a esta ley. Veían en ello un homenaje a Dios por la distribución del alimento. Después aplicaron la deducción cuando un miembro de la Nación caía enfermo o cuando había un difunto en la familia. Ellos hacían de esta deducción una garantía de socorro colectivo para, en caso de hambre, poder pagar los servicios mortuorios o para otras calamidades colectivas. Concedían una gran importancia a esta deducción. Cuando un judío ha logrado deducir todo el diezmo de sus productos confiesa al Eterno no haber considerado este diezmo como una protección contra las catástrofes de la comunidad. El judío está consciente de la Presencia Divina y de la acción de la Providencia en medio de los hombres. Deseando consagrar todo su diezmo al Eterno, pronuncia las palabras que van al encuentro de la costumbre de los miembros de las naciones paganas: «No he comido durante mi duelo, no lo he deducido en estado de impureza, no lo he dado en honor de un muerto; he escuchado la voz del Eterno, mi Dios, he actuado de acuerdo con todo lo que me has prescrito».
Ki Tavó XXVIII, 12
12 – ABRIRA ADONAI PARA TI SU BUEN TESORO, LOS CIELOS, PARA DAR LA LLUVIA DE TU TIERRA EN SU TIEMPO, Y PARA BENDECIR TODA EMPRESA DE TU MANO, DE MODO QUE PRESTARAS A MUCHAS NACIONES, MAS TU NO TOMARAS PRESTADO
12 – ABRIRA ADONAI PARA TI SU BUEN TESORO. El Targúm Yonatán traduce: «De una de las cuatro llaves que el Eterno tiene en la mano y que no confía a ningún emisario, a saber: las llaves del futuro, las de la gestación, las del sustento y las de la lluvia. El te abre aquí Su tesoro de la lluvia, que proviene de los cielos (Ta»aníth 2a; Targúm de Yer. Gén. XXX,22).
La lluvia es en efecto considerada como el mejor de los tesoros del Eterno. El Talmúd (Tratado Taaníth) celebra en tres páginas (7-10) el día que ha visto caer la lluvia como un día de fiesta excepcional, y esto, tanto para los israelitas como para los que no lo son. Sin embargo, el Talmúd (B.B. 25b) escribe que después de la caída del Templo la lluvia no es como antes. Antes, Dios dejaba caer la lluvia de las aguas que se encontraban más arriba del firmamento (Gén. I, 7): esta era la lluvia que provenía de (Otzaró ha-tóv), del precioso tesoro de Dios. Desde entonces la lluvia desciende de las aguas que están debajo del firmamento: cae simplemente del cielo, (ét ha-shamáyim). Es así como el Zóhar explica la diferencia entre el tesoro precioso y el cielo en lo que a la lluvia se refiere: así la fertilidad debida a la lluvia será mucho menos considerable.
Ki Tavó XXVIII, 32
32 – TUS HIJOS Y TUS HIJAS SERAN DADOS A OTRO PUEBLO, Y TUS OJOS MIRARAN Y DESFALLECERAN POR ELLOS TODO EL DIA, SIN QUE TU MANO PUEDA HACER NADA.
32 – TUS HIJOS Y TUS HIJAS SERAN DADOS A OTRO PUEBLO. Rabí S. R. Hirsch comenta: «Moshé anuncia al pueblo, con una claridad y una precisión asombrosa, todas las consecuencias de sus actos, buenos o malos. Sin embargo, las advertencias, el anuncio del mal «que te acaecerá si traicionas a Dios» son mucho más extensas y mucho más sorprendentes en nitidez que la parte consagrada a las bendiciones, éstas como consecuencia de la fidelidad. Es sin duda porque Moshé, con una vista que abarca [todos] los tiempos, profesa con el corazón oprimido cuan real es este peligro, cómo la tentación amenaza hacer doblegar a este Pueblo. Sin embargo, y bajo la forma más directa, describe todos los favores que recompensarán al Pueblo: prosperidad, seguridad, bendición, unidad; tales son los signos más aparentes de la felicidad. Pero, no hay que equivocarse: no se juega impunemente con el destino, y Dios no tolerará jamás que deje de ser cumplido lo más glorioso que nos ha ofrecido. Podemos omitir, comentar en detalle la terrible continuación de las funestas predicciones; ni un giro de frase, ni una imagen, por fantástica que parezca, que no sea sobrepasada por una realidad aterradora.
Ahora bien, el carácter común a todos estos castigos es que estos golpearán a Israel de manera colectiva, sin distinción entre el justo y el injusto, entre el orientar y el occidental, entre grandes y pequeños. Acercados unos a otros por la miseria, el Pueblo encontrará la cohesión que le habrá faltado tan cruelmente en tiempos de felicidad.
Nos encontramos en presencia de uno de los capítulos más devastadores del Texto Sagrado, y que ha sido trágicamente ilustrado en nuestra época. Frase por frase, seguimos el drama del judío entregado a la voluntad del opresor por no haber servido a Dios en tiempos de abundancia. «A Tu Dios servirás, en medio del hambre, de la sed, de la desnudez y de la penuria… «. ¿Existen palabras más ardientes de verdad que estos versículos: «tus hijos e hijas serán entregados a otro pueblo, tus ojos lo verán y tu mano no tendrá fuerza… y tú serás objeto del ridículo y del sarcasmo»?. Estas predicciones se han realizado textualmente, porque así, textualmente Israel se ha declarado culpable de todos los delitos contra los cuales la Toráh le ha advertido en tantas ocasiones; pero es también cierto que este Pueblo, por muy culpable que lo juzguen los Profetas, no es sin embargo un Pueblo maldito. Porque «Cuando el Eterno hizo tomar el cautiverio del Tziyón, éramos como gente que sueña… se llenó nuestra boca de risa, y nuestra lengua de cánticos» (Salm. CXXVII-2).