Estudiando
5. Shoftim
El Libro de Devarim (Deuteronomio)
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Estudiando tres pesukim (versículos)

Shoftim XVII, 10
11 – SEGUN EL TENOR DE LA LEY QUE ELLOS TE ENSEÑAREN, Y SEGUN EL JUICIO QUE TE DIJEREN, ASI HAS DE HACER, NO TE APARTARAS DE LA PALABRA QUE TE DECLARAREN, NI A LA DIESTRA NI A LA SINIESTRA.

11 – NO TE APARTARAS… NI A LA DIESTRA NI A LA SINIESTRA. Rashí comenta: «Aún si ellos te afirman que aquello que tu crees que es la derecha es la izquierda y viceversa, tienes que obedecerles, y con mayor razón si te dicen que la derecha es la derecha y la izquierda es la izquierda». Aquí hemos traducido de acuerdo con el texto del Sifré: incluso si ellos te afirman que «aquello que tú crees ser» la derecha es la izquierda y viceversa; esta versión está mejor adaptada a la comprensión de las órdenes de nuestros Sabios. Pero Najmánides conserva el texto literal de Rashí, que no contiene la opinión «lo que tú crees que es». El describe entonces la orden de nuestros Sabios como si fuera a veces prioritaria sobre la recomendación de la Toráh: No digas «¿cómo comeré este pedazo de manteca?» o «¿cómo derribaré a este hombre inocente?», sino: «yo lo haré porque Dios ha ordenado que sea fiel a la voluntad de los Sabios, aún si ellos se encuentran en el error. La Tradición nos narra la historia de Rabí Yehoshú»a y Rabí Gamliél «El primero se había dirigido, bastón y bolsa en mano, el día que había calculado que era Yom Kipúr, ante Rabí Gamliél quien (en calidad de jefe del tribunal) le había hecho venir ese día» (R. H. 25a).

La necesidad de esta Mitzváh, continúa Najmánides, es imperiosa, porque la Toráh nos la ha dado por escrito y se sabe que las opiniones no coinciden sobre los casos que se presentan. Se pueden entonces producir controversias, y la Toráh se arriesga a lucir como si se dejaran entrever varias «Toróth [Leyes]». He aquí por qué la Toráh nos ha ordenado permanecer fieles al gran Sanhedrín, que se encuentra delante de Dios en el lugar que El ha escogido, que el fundamento de su decisión se remonta por Tradición hasta Moshé, o resulta de su interpretación de la Toráh. Porque Dios ha puesto la Toráh al alcance del conocimiento de los jueces, incluso si tuvieran que trastornar el orden de la derecha y la izquierda; con mayor razón si ellos dicen que la derecha es la derecha y la izquierda es la izquierda.

Rabí Yehudáh Haleví escribe en su Kuzári III, 41: Sobre el tema que se menciona en la Toráh con respecto a la profecía y lo que se dice sobre los sacerdotes, y quienes juzgan a partir del lugar que Dios ha escogido, «conviene no violar sus palabras, incluso cuando ellas parezcan contradecir la Toráh «; no te imagines que ellos se equivocan en virtud de su número o que se encuentran en el error porque poseen ciencias diferentes.

Rabí Meír Simjáh ha-Cohén de Dunaburg toma, en su libro meshej jojma, la defensa de Maimónides, quien escribe, que por cada transgresión de las palabras de los Sabios se viola la prohibición de (lo tasúr), «tú no te apartarás». Najmánides sostiene por el contrario que no es así, de otra manera sería necesario, en el momento de una duda sobre la palabra de los Sabios, decidir la (jumrá) la actitud más rigurosa: lo que no es el caso.
Ahora, el baal meshej jojma escribe que el Eterno quería que los Sabios pudieran tomar medidas preventivas y ordenanzas de carácter temporal. Es posible para un Bet-Dín, que es superior en número y en ciencia, a aquel que ha decretado las medidas, anular éstas últimas. Pero hace tanto tiempo que estas medidas se encuentran en vigor, que hay que adherirse a ellas en virtud de la prohibición de (lo tasúr). No es necesario, por lo tanto, considerarlas como si fueran de origen Divino.


Shoftim XX, 10
2 – Y SERA QUE CUANDO OS ACERQUEIS PARA TRABAR BATALLA, SE LLEGARA EL SACERDOTE Y HABLARA AL PUEBLO,

2 – SE LLEGARA EL SACERDOTE Y HABLARA AL PUEBLO. Es difícil de imaginar una constitución cualquiera con un pasaje como este. «En caso de movilización general, y antes de la incorporación de los hombres movilizados, se procederá a la eliminación de todos aquellos que no tengan el valor necesario para enfrentar el combate confiadamente. Los oficiales regresarán a su hogar a todos los hombres que expresen este deseo, lo mismo que a los recién casados y a los agricultores recién establecidos».

Sin embargo, son estas las medidas precisas que nuestro texto promulga. Estas parecen por lo menos contrarias a la lógica más elemental, y susceptibles de minar del todo la capacidad de defensa de un pueblo. Y sin embargo, es aquí donde se manifiesta una vez más la diferencia fundamental entre la concepción judía y la de una política materialista. La Nación judía introduce, en el cálculo de sus probabilidades por venir, un elemento que hace falta completamente en otra parte. Es el de su integridad moral, de la conciencia del deber cumplido frente a Dios. No es sino dentro de un espíritu de calma y de confianza como se puede conducir una guerra que sirva a la causa del Bien. Aún frente a las terribles exigencias de la guerra, la paz conserva sus derechos. La construcción de los hogares, la prosperidad del suelo nacional, tantos valores que deben ser protegidos en toda circunstancia. La guerra no será ese monstruo devorador que la Humanidad ha conocido con tanta frecuencia. Si consideramos, por otra parte, que ninguna guerra judía ha tenido un carácter diferente al de una guerra de defensa (salvo durante el período de la conquista de la tierra), no podemos menos que admirar la sabiduría de esta Ley que ha preferido, en batallas innumerables, puñados de hombres animados de un espíritu de ferviente confianza en Dios, a sabiendas de que la última palabra pertenecerá siempre a Aquel que ha proclamado: «Ni por el poder, ni por la fuerza, más bien por Mi espíritu – dice Ado-nái» (Zejatiyáh IV,6). (Rabí S. R. Hirsch).


Shoftim XXI, 2
2 – ENTONCES SALDRAN TUS ANCIANOS Y TUS JUECES, Y MEDIRAN LA DISTANCIA DE LIS CIUDADES QUE ESTEN ALREDEDOR DEL MUERTO;

2 – ENTONCES SALDRAN TUS ANCIANOS Y TUS JUECES. Se pondrá énfasis en el contraste que existe entre el derecho criminal en el Judaismo y el que Rige en las naciones modernas. Por lo general, cuando se encuentra un cadáver cuyo asesino se ignora, se hace lo imposible por echar mano a un sospechoso; se busca entonces por todos los medios que haga una confesión que permita condenarlo. Entre nosotros, en una situación semejante, son los altos dignatarios de la ciudad, los Jueces, los Ancianos [Sabios] y los Sacerdotes, descendientes de Leví, los que intervienen y hacen las veces del acusado. Son ellos, en efecto, quienes han de ofrecer una novilla y quienes pronuncian las palabras: «Nuestras manos no han venido esta sangre y nuestros ojos no han visto nada, etc «. Tienen que justificarse de no haber sido culpables de haber rechazado a un infeliz de entre ellos, al dejarlo ir en completa desnudez. (Ver Com. vers. 7).

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