Estudiando
2.Noaj
El Libro De Bereshit (Génesis)
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Estudiando 3 pesukim (versículos) sobresalientes

9 – Estas son las generaciones de Noah: Noah era varon justo y perfecto entre sus contemporaneos; Noah andaba con Dios.

9 – ESTAS SON LAS GENERACIONES DE NOAH: Así como las palabras «….Ele Toldot HaShamaim…» (estos son los orígenes del Cielo y de la Tierra) que tenemos en el versículo 4 del capitulo segundo, inauguran una nueva etapa, de igual modo las palabras «Ele Toledot Noaj»(estas son las generaciones de Noaj) que figuran aquí, abren una nueva era de la historia de la Humanidad: La sociedad humana va a la ruina pero Noe será un segundo Adám; se convertirá en el fundador de una nueva generación de seres humanos.

NOAH ERA VARON JUSTO: Más adelante, Noé será calificado de Ish haadamá (hombre de la tierra) (IX, 20). El Zohar observa que la Escritura recurre también a esta doble caracterización en el caso de José. El también será calificado de Tzadik («JUSTO») (Amos II, 6) y, por otra parte, de Hu Ishlit Al Haaretz expresión que significa: «el que gobierna el país y le proporciona alimento al pueblo» (XLII, 6). El término «JUSTO» designa al justo que conserva su pureza moral en medio de todas las tentaciones y seducciones que le rodean. Este fue, en efecto, el caso de Noé, quien se mantuvo apartado de la depravación y de la perversión de su siglo; y también el de José, quien resistió a los intentos de seducción de la mujer de Putifar. Ahora bien, la santidad a la que el hombre accede gracias a un grado de piedad muy elevado, constituye, (por decirlo así) la fuente de donde manan las bendiciones materiales; como lo han afirmado reiteradas veces nuestros Sabios. Por lo tanto, entre los términos «Kadosh» (sagrado o santo) y «Baruj» (bendito) existe una correlación constante. Esto nos permite comprender por qué los hombres justos que han alcanzado un grado de santidad muy elevado son también los que dispensan a sus semejantes los bienes terrenales. El mismo Noe, por ejemplo, se convirtió después del Diluvio en un Ish Haadamá, es decir, según el Zohar, Baal Haadamá (dueño de la tierra) lo que significa que era el Amo de la tierra y el dispensador de todos sus bienes. En cuanto a José, hombre justo y santo también, desempeñará el mismo papel en Egipto. La perfección moral de estos dos hombres es lo que explica que hayan podido llegar a ser los bienhechores de sus respectivas épocas.

JUSTO Y PERFECTO: Nahmánides atribuye un sentido restrictivo a esta expresión. El justo perfecto, dice, es el hombre que se limita a obedecer a los imperativos de la justicia absoluta (en esta interpretación, Tamim (PERFECTO) es epíteto de Tzadik (JUSTO). Y mientras que en la explicación de Ibn Ezrá, dicho adjetivo se aplica directamente a Ish (VARON). Abrahám, en cambio, fue mucho más lejos ya que supo asociar al sentido de la justicia el de la caridad y el de la clemencia como lo precisa la Torah, Gen. XVIII, 19.

EN SUS GENERACIONES: Las que precedieron el Diluvio y las que le siguieron. ¿Debe, interpretarse esta precisión del texto como una restricción del elogio que le dirige a Noé? Esta cuestión ha sido objeto de debate entre nuestros Maestros. Rashí recoge las dos opiniones: la opinión favorable según la cual Noé fue un hombre justo a pesar de la sociedad depravada en la que vivía; y la opinión desfavorable según la cual Noé fue justo sólo relativamente, es decir en comparación con sus contemporáneos. Ambas interpretaciones pueden considerarse válidas. En efecto, la lucha que Noé tuvo que mantener pudo debilitar su fuerza de carácter. Pero, por otra parte, una conducta moral irreprochable en una época tan depravada pesa más en la balanza de Dios que una conducta incluso más perfecta pero observada en mejores condiciones. Por último, la, expresión: «Noé caminó junto a Dios» que completa el retrato moral, puede interpretarse también como una ligera crítica que Rashí formula de la manera siguiente: «… En cambio a Abrahám (Dios) le dice: «Camina delante de Mí (XVII, l). Noé necesitaba apoyarse para permanecer en pie mientras que Abrahám era lo bastante fuerte para caminar por sí solo por la senda de la piedad».

La tradición se pregunta por qué el hombre que fue capaz de fundar un nuevo mundo y al que la Torah cubre de alabanzas, no pudo sin embargo convertirse en un Abrahám, es decir, en el gran profeta del monoteísmo, en aquella época de renacimiento de 1a Humanidad. Las observaciones que hemos citado más arriba contestan en parte a esta pregunta. Pero además, los Sabios hacen constar que Noé no supo luchar con bastante energía contra la corriente de inmoralidad de su época; no supo convencer a sus contemporáneos como (lo hizo) Abraham y tampoco intercedió ante el Eterno en favor de su generación como lo hizo Abrahám en defensa de los habitantes de Sodoma. Por último, aceptó que Dios le salvara de la muerte a é1 solo, junto con su familia, mientras que Moisés, al oír que el Eterno amenazaba con aniquilar a Israel y al mismo tiempo le prometía hacer de é1 «una gran nación», exclamó en el acto: «¡Perdónales su pecado! Si no, bórrame del libro que has escrito!» (Ex. XXXII, 32). No quiso sobrevivir a su pueblo y prefirió compartir su suerte (Midrash y Zohar). En resumidas cuentas, Noé fue el hombre que se encerró en «su arca» para seguir siendo un justo a sus propios ojos y a los de su familia, abandonando así a los demás hombres a su destino. «Los Sabios que juzgan favorablemente a Noé» (Rashí) contestan entonces: Es cierto que durante los ciento veinte años que duró la construcción del Arca, Noé no cesó de reprender, advertir y, aleccionar a sus contemporáneos (Rashí, v. 14) para incitarles al arrepentimiento. No retrocedió ante sus sarcasmos, y sus palabras malintencionadas, amenazadoras o insultantes.

Pero, a pesar de todo, la actitud que observó con respecto a ellos fue un tanto reservada pues consideraba oportuno mantener las distancias para sustraerse a su nefasta influencia.

Se abstuvo incluso de fundar una familia antes de los 500 años, mientras que todos sus antepasados y contemporáneos eran ya padres de familia mucho antes de esta edad. En efecto, le desagradaba la idea de traer hijos al mundo en una sociedad tan pervertida como la suya, pues temía no poder darles, en estas condiciones, una educación moral suficientemente sana. Fue sólo 20 años después del anuncio de la destrucción de la Humanidad, tras 500 años de vida santa («caminaba junto a Dios») y solitaria, cuando por fin tuvo el valor de ser padre. Por entonces, Dios le había hecho comprender que le incumbía a é1 la misión de perpetuar la raza humana (Rashi Ibid.)

Así pues, a pesar de todas las críticas que formula contra él, la Torah le concede a Noé el título honorífico de «tsadik». Con esto demuestra que aprueba la conducta de este hombre, a quien Dios consideró digno de sobrevivir al mayor cataclismo que ha conocido la Humanidad y de salvar al género humano de la desaparición total.

Se le ha reprochado a Noe que no hiciera por su generación lo que Abrahám por los habitantes de Sodoma: implorar a Dios para que la perdonase. Pero la actitud de Noé (en este caso) puede justificarse por el hecho de que, en su época, el número de justos no llegaba a diez. En efecto, las personas que entraron en el arca, es decir, Noé y sus familiares, eran sólo ocho en total. Y Noe sabía tan bien como Abrahám que un mínimo de diez justos es necesario para que (Dios renuncie a su proyecto de aniquilación)


1 – Y estas son las generaciones de los hijos de Noah: Shem, Ham y Yafeth: y les nacieron hijos despues del diluvio.

1 – Y ESTAS SON LAS GENERACIONES DE LOS HIJOS DE NOAH: Este capítulo remonta la cadena de las generaciones hasta los tres hijos de Noé. Las principales razas y naciones conocidas en la tierra están así presentadas como las diferentes ramas de una gran familia. Todos los pueblos proceden, nos dice la Escritura de los mismos antepasados. De lo que podemos deducir que todos los hombres son hermanos. Este noble concepto del género humano, basado en la idea de unidad, es la consecuencia lógica de la creencia en el Dios Uno, y como ella constituye uno de los pilares del edificio del Judaísmo. En efecto, el politeísmo nunca pudo elevarse hasta este concepto de la Humanidad. «La sociedad pagana se profanó porque era incapaz de admitir la idea de la responsabilidad moral que se deriva de la noción de comunidad humana» (Elmslie). Por eso no existe ningún equivalente de este capítulo en la literatura de los otros pueblos, y por eso, también, este pasaje bíblico ha sido calificado de «documento mesiánico».

Pero si el significado fundamental de este capítulo reside en la filosofía de la historia que desarrolla implícitamente, al mismo tiempo, «el cuadro de las naciones» que está esbozado aquí es un documento etnográfico original de primera orden, un documento insustituible cuyo valor ha sido confirmado por todos los resultados de las investigaciones arqueológicas (Kautzsch). Las inscripciones y los monumentos de la antigüedad atestiguan la autenticidad de este capítulo, al menos en sus aspectos esenciales. (Hertz).

A estas dos dimensiones, podemos añadirle otra más: El texto bíblico pone de manifiesto en este pasaje el hecho de que la Providencia Divina reina sobre la historia de las naciones de la misma manera que reina sobre la naturaleza. «Cuando el Soberano les dió a las naciones sus posesiones respectivas, cuando separó a los hijos de Adám, fijó los límites de los pueblos en función del número de los hijos de Israel» (Deuteronomio XXXII, 8). A LA HORA DE DISTRIBUIR A LAS NACIONES SOBRE LA SUPERFICIE DE NUESTRO PLANETA, DIOS TUVO EN CUENTA EL HECHO DE QUE LOS HIJOS DE ISRAEL TOMARIAN POSESION A SU DEBIDO MOMENTO DE LA REGION QUE ESTA SITUADA «EN EL OMBLIGO DE LA TIERRA,» (Ezequiel XXXVIII, 12) EN LA ENCRUCIJADA DE TRES CONTINENTES, Y DE DONDE SALDRA LA LUZ DE LA VERDAD PARA IRRADIAR EN TODAS LAS DIRECCIONES. (véase también Rashi ib.). Además, este capítulo nos indica con precisión que la filiación del patriarca Abrahám se remonta a Shem; información necesaria para la fundamentaci6n de los derechos de Abrahám sobre la tierra prometido (Nahmánides).

Por último, Maim6nides opina que el cuadro genealógico constituye una prueba más de la Creación del Mundo, pues demuestra que Abrahám conoció a Noé (tenía 58 años a la muerte de éste; Ibn Ezrá VI, 9) cuyo padre, Lamej, tenía 56 años a la muerte de Adám (Guía III, 50). En otras palabras la cadena de la tradición que va de la Creación a la época de los Patriarcas fue bastante corta. Estos últimos pudieron apoyarse en los testimonios de testigos auriculares cuando proclamaron ante los hombres la verdad de la creación del mundo por Dios. Abrahám fue el cuarto eslabón de la cadena de la tradición que comenzó con Adám y continuó sin interrupciones. Por otra parte, Isaac y Jacob conocieron a Shem, hijo de Noé. Este les enseñó las leyes de Dios y cuando murió, Jacob tenía 50 años. Jacob, a su vez, transmitió todas las grandes verdades que le enseñó aquel testigo del Diluvio a su propia generación, la que bajó a Egipto, así como a Faraón y a sus servidores. «Por lo tanto, los que recibieron aquellas verdades tenían la posibilidad de comprobar fácilmente su veracidad, pues es imposible mentir sobre hechos que han sucedido hace sólo cuatro o cinco generaciones». Este fue uno de los argumentos que Nahmánides invocó en 1263 en su disputa contra los dominicanos en presencia del rey Jaime I de España y Aragón, en la ciudad de Barcelona


3 – Y dijeron unos a otros: «vamos hagamos ladrillos, y cozamoslos al fuego». y sirvioles el ladrillo de piedra, y el asfalto, de argamasa.

3 – Y DIJERON UNOS A OTROS:… ¿En qué consistió exactamente el pecado de aquella generación? Esta es la pregunta que se hicieron nuestros pensadores. En efecto, la sanción mencionada por el texto no parece estar proporcionada a la gravedad del pecado. Las respuestas son muy diversas. Algunas, como por ejemplo la que da Rashí al principio del capítulo, hacen referencia a las palabras del texto. Nahmánides, en cambio, condena a los «fanáticos del sentido literal» y se conforma con recalcar el hecho significativo de que en el relato de la Torre de Babel figura siempre el tetragrama (nombre inefable de D-os) mientras que el del Diluvio no menciona más que a Elokim. En cuanto a los cabalistas, se limitan a afirmar que la generación de la Torre de Babel quería separar la última Sefirá (Maljut) de las nueve anteriores. Pero, de todas maneras, los verdaderos motivos que indujeron a aquellos hombres a construir la Torre no pueden, deducirse claramente del texto.

Sin embargo, Rabí Yehudá L. Bloch de Teiz, recoge las diferentes interpretaciones precisadas y las sitúa dentro de la misma perspectiva, subrayando que los Sabios del Midrash exponen los motivos confesados y reconocidos mientras que Nahmánides y los cabalistas analizan los pensamientos secretos o subconscientes. Resulta, pues, que el proyecto inicial de Nimrod y de su generación fue el de reunir a todos los hombres de aquella época en una misma región, con el fin de concentrar los esfuerzos colectivos destinados a descubrir las fuerzas ocultas en la naturaleza y a utilizarlas para proteger al género humano contra todas las calamidades o catástrofes naturales y para conjurar a todas las potencias maleficas. Los hombres pensaron también que una organización colectivista serviría además de escudo contra la miseria y la guerra. Así pues, con este propósito, se congregaron en el valle de Shinear (Senaar), el que más adelante constituiría el territorio Babilonio. Allí construyeron la «ciudad sagrada» de Babel y edificaron lo que habla de ser, al mismo tiempo, un centro de reunión, un testimonio, de su poderio y un instrumento de desafío a las divinidades que moraban en los cielos: una Torre gigantesca. de tres pisos que superaba los 200 metros de altura.

Sin embargo, esta empresa no constituía una acción pecaminosa en sí, suponiendo incluso que la explotación de las fuerzas de la naturaleza recién descubiertas tuviese efectivamente como resultado que «nada les impidiese llevar a cabo lo que se propusiesen». Lo que sí puede considerarse como herejia es el hecho de que actuaban con segunda intención: en el fondo; pretendían rebelarse contra Dios. En efecto, aquellos hombres pensaron que la posesión de los secretos de la naturaleza les independizaría de la Providencia Divina y que la unión de todas las razas y de todas las clases sociales les permitiría liberarse del Dios Omnipotente. Esta era la meta final que querían alcanzar a través de los demás objetivos.

El texto bíblico menciona sólo el motivo manifiesto y conocido: «Edifiquemos una ciudad y una Torre que llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos para que no volvamos a estar dispersos sobre la faz de la tierra». Pero la tradición cita unos motivos más profundos, que, aunque diversos, convergen todos hacia el mismo resultado. Así pues, los unos decían: Le haremos la guerra a Dios desde lo alto de la Torre. Esta es la intención que la tradición atribuye a los Jamitas, hombres depravados y desprovistos de escrúpulos. Los Semitas, por su parte deseaban levantar un monumento a la memoria de los mártires del Diluvio cuyos cadáveres cubrían el suelo de la llanura de Shinear. En cuanto la los Yafetidas, que eran propensos al racionalismo, habían proyectado edificar unos fundamentos bastante potentes para poder sostener al cielo, pues creían enseñaban que el cielo se derrumba sobre la tierra cada 1656 años, y qué, por esta razón. se había producido el Diluvio.

Nahmánides precisa además que la rebelión estaba dirigida, contra el Dios designado por la expresión yud-hei-Vav-Hei (tetragrama) que es la que este pasaje emplea sistemáticamente. Ahora bien, como puede deducirse se de cierto lugar del Exodo (VI, 3) este nombre expresa el concepto de un Dios que es dueño absoluto de los destinos humanos y que ejerce en grado sumo su Providencia sobre los hombres. En cambio, el capítulo del Diluvio no contiene más que el nombre Elo-him porque la Generación del Diluvio entregó a la violencia y a la depravación sin atreverse por ello, a negar la existencia de la Providencia Divina. Los cabalistas expresan 1a misma idea cuando dicen que los hombres de aquella generación quisieron separar la décima Sefirá (Maljut) de las demás. Las nueve primeras representan en efecto los atributos Divinos mientras que Maljut… refiere a la intervención de la presencia Divina en la Historia, intervención cuyo objetivo final es la edificación del Reino, de Dios en la tierra. Fue precisamente esta realización de los tiempo los tiempos mesiánicos lo que los constructores de la Torre pusieron en peligro al proclamar su independencia con respecto a la Providencia y su voluntad de ser dueños de la Historia.

1 comentario
  1. Yaakob Ben Itsac

    La palabra de Ha Shem crea , construye alienta da vida .La palabra que dale del hombre puede destruir , acabar

    23/05/2018 a las 22:54

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