Estudiando 3 pesukim (versículos) sobresalientes
4. «Extranjero soy y morador entre vosotros; dadme una posesión de sepultura con vosotros, y sepultare mi muerto de delante de mi».
EXTRANJERO SOY Y MORADOR ENTRE VOSOTROS: Al introducir su negociación con esta frase, Abrahám quiere dar a entender lo siguiente: Concededme de buen grado (lo que os pido) ya que soy extranjero. De lo contrario, haré valer mi calidad de residente y cogeré la sepultura que me corresponde por derecho, desde el principio. Como le corre mucha prisa adquirir el terreno, no pretende entablar, por ahora ninguna discusión sobre sus verdaderos derechos. Por eso le da igual que le concedan la propiedad de la sepultura como extranjero o como residente.
Y SEPULTARE MI MUERTO DE DELANTE DE MI: Estas son las primeras indicaciones que nos da la Biblia sobre la forma de enterrar a los muertos. Podemos comprobar que para Abrahám es muy importante poder asegurarle a «su muerta» una sepultura digna, y sus descendientes heredarán de él la misma preocupación. Son muchas las reglas relativas al proceso del entierro y al período de tiempo correspondiente al luto que se han sacado de los detalles de nuestro texto.
El cuerpo humano es la envoltura del alma que procede de las esferas celestiales, y como tal debe ser objeto de los mayores cuidados durante su vida terrenal y verse rodeado del más profundo respeto cuando el alma lo abandona. «El cuerpo vuelve a la tierra, de donde ha salido, y el espíritu se eleva hacia Dios quien nos lo ha dado» (Ecl. XII, 7). El cuerpo es devuelto a la tierra pues su destino es confundirse de nuevo con ella mientras que el espíritu perdura y «se eleva hacia Dios». La inhumación de los restos mortales corresponde, en el Judaísmo, a la creencia de que la parte material del hombre acaba por desintegrarse mientras que la parte espiritual, el alma, sobrevive conservando su individualidad. Los paganos, quienes creían en la transmigración de las almas, consideraban el cuerpo como el único elemento eterno del ser humano. Por esta razón se entregaban al culto de los muertos, embalsamaban los cadáveres, los momificaban y construían mausoleos y pirámides en su honor. En el extremo opuesto de esta concepción materialista del hombre, tenemos la doctrina nihilista de los librepensadores. Estos creen que no hay nada después de la muerte y reflejan esta creencia en la práctica de la incineración. El Judaísmo, en cambio, afirma su fe en la inmortalidad del alma: Devuelve el cuerpo al elemento del que procede, sin divinizarlo ni aniquilarlo, mientras el alma inmaterial e imperecedera vuelve a su «esfera de emanación» en las regiones metafísicas.
No cabe duda de que si Abrahám le concedió tanta importancia a la adquisición de la tumba de Sarah fue porque deseaba revelarles a los pueblos paganos de Canaán estos principios fundamentales del monoteísmo.
17 – Y así el campo de Efron, que esta en Majpela, que esta enfrente de Mamre, el campo y la cueva que hay en el, con todos los arboles que había en el campo, lo que había en todos sus contornos alrededor, quedaron asegurados
17 – …QUEDARON ASEGURADOS: Los últimos versículos del capítulo están enteramente, dedicados a la descripción exacta del lugar donde estaba ubicada la cueva de Majpelá; también nos recuerdan los títulos de propiedad perpétua adquiridos por Abrahám y sus descendientes sobre dicha cueva. Volveremos a encontrar la misma insistencia y la misma profusión de detalles al final del Libro del Génesis, cuando el Patriarca Jacob les dicta a sus hijos su ultima voluntad referente a su sepultura en Tierra Santa (XLIX, 29-32).
«Existen tres lugares, comentan nuestros Sabios, sobre los cuales las naciones del mundo no pueden discutirnos nuestros derechos de propiedad: la cueva de Majpelá, el Templo y la tumba de José. Esto se debe, en el primer caso, a las precisiones minuciosas que la Escritura nos proporciona aquí y que repite además varias veces; en el segundo caso, al contrato de compra establecido por David y expresamente mencionado en Crónicas (Libro 1, cap. XXI,25); y en el último caso, al acto de adquisición legal que consta en la Torah: «Compró después a los hijos de Jamor, padre de Shejem, por cien Kesita, el trozo de campo donde habla levantado su tienda» (Gen.XXXIII,19; Rabá ib.). Fue en aquel lugar denominado Shejem donde enterraron a José, como lo indica Rashí en Gen. XLVIII, 29.
Sin embargo, a pesar de todas las precauciones que tomaron los más destacados personajes bíblicos en previsión de las vicisitudes de la historia, ninguno de los llamados santos lugares ha suscitado tantas discusiones, conflictos y litigios como los tres que acabamos de citar. El destino de Israel quiso que durante largos siglos estuviesen en manos de naciones extranjeras y enemigas. Actualmente, el Templo sigue en territorio árabe así como la cueva de Majpelá, que está en Hebrón, y la tumba de José, que se encuentra en Shejem o Naplusa.
¿Ha querido acaso demostrar la Providencia, a través de estos tres ejemplos, lo facticias que son las operaciones comerciales cuando se trata de establecer el derecho de propiedad perpetuo de Israel sobre lo más sagrado que posee? Quizá debamos deducir más bien de todo ello que la Shejiná y su brazo protector también están ausentes de Tierra Santa cuando Israel vive lejos de ella, en el exilio.
8 – Y expiró Abraham y murió en buena vejez, anciano y saciado (de dias); y se reunió con su pueblo.
8 – Y MURIO EN BUENA VEJEZ: Lo que significa que Ismael hizo penitencia en vida de Abrahám (Rashí, Ib.).
Y SACIADO : Los justos poseen la virtud de no codiciar bienes superfluos y de conformarse con lo que tienen. La frase que afirma: «nadie muere con la mitad de sus deseos satisfechos» (Koh. raba I,34) se refiere a los demás seres humanos. Pero nuestro versículo significa también que el Eterno «les enseña a los justos, cuando están aún en vida, la recompensa que les espera en el mundo futuro» (Raba c. 62). El alma «se sacia» con esta visión mientras el hombre entra apaciblemente en el sueño eterno (Nahmánides).
Y SE REUNIO CON SU PUEBLO: Esta expresión no debe tomarse en sentido literal ya que los padres del Patriarca estaban enterrados en Mesopotamia. En realidad, contiene una alusión a la inmortalidad, al igual que el versículo XVI, 5. En efecto, el texto distingue claramente entre la inhumación de los restos Mortales y el retorno del alma junto a las demás almas de los seres humanos. La Torah no proclama expresamente el dogma de la inmortalidad del alma. Los que reconocen el caracter divino de la Torah, consideran que se trata de un postulado implícito y evidente. El alma es forzosamente inmortal ya que no es otra cosa «que el espíritu Divino insuflado por Dios en el cuerpo humano» (II, 7). Constituye el elemento de origen metafísico que le permite al hombre ser capaz de servir libremente la voluntad del Eterno. El Judaísmo no puede concebirse sin este concepto de inmortalidad. Sin embargo, no nos ordena creer en él, como tampoco formula explícitamente el dogma de la existencia de Dios presupuesto por el primer versículo de la Biblia. Y cuando el Eclesiastés exclama: «El espíritu retorna a Dios» (XII, 8), no pretende enseñarnos a creer en la inmortalidad, sino que se propone describir la vida y la muerte, y menciona el retorno del espíritu a Dios como uno de los elementos de este proceso. Sólo muy posteriormente, en el curso de los últimos siglos, cuando los librepensadores intentaron cuestionar el principio de la inmortalidad del alma, nuestros Maestros se plantearon la necesidad de integrar dicho principio a su doctrina y de presentarlo como una de las bases fundamentales del Judaísmo (S.R.Hirsh)