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Espontaneidad o altruísmo

Las enfermedades inmunológicas son uno de los grandes misterios con que se enfrenta la medicina. Las células encargadas de la defensa del cuerpo se descontrolan, pierden su identidad, su sentido de pertenencia al cuerpo, y comienzan a destruir todo cuanto se cruza en su camino. Sin el tratamiento adecuado el sistema inmunológico, que está destinado a defender al cuerpo, destruye todo y finalmente se autodestruye.

Hasta cierto punto podemos comprender que una célula o un sistema inmunológico actúen instintivamente como un autómata reaccionando sin discernir, obedeciendo a un mecanismo impersonal, desalmado, sin corazón. Pero este misterio se hace aun mayor cuando esto sucede entre seres humanos dotados de sentimientos y con el potencial de discernir entre el bien y el mal. Un ser humano puede ser educado pero una célula o un sistema inmunológico reacciona sin piedad.
El hombre, a diferencia de un mecanismo inmunológico, fue dotado de corazón, como dice el salmo te di corazón para que me conozcas.

Entonces debemos preguntarnos qué es lo que hace que un individuo, un grupo o parte de una civilización deje de usar su corazón, pierda su sentido de pertenencia al genero humano y se transforme en un sistema autómata que destruye a todo aquel que crea interfiere en «sus» objetivos.

¿Cuál es la diferencia entre un criminal y una persona de bien?
El criminal trata de alcanzar lo que quiere por todos los medios que disponga sin importarle en lo más mínimo la consecuencia de sus actos.
El hombre de bien, en cambio, trata de evaluar hasta donde su conciencia le dicta, el efecto que la concretización de sus deseos producirá en su prójimo.
El criminal piensa sólo en sí mismo, actúa dentro de un ámbito muy limitado: el egoísmo. El hombre de bien piensa en el prójimo, ello le expande su realidad a un espacio mayor: el altruismo. La realidad del primero está restringida a sí mismo. El altruista, por el contrario, vive expandiendo permanentemente su realidad para transformarla en un espacio que beneficie cada vez más a más personas.

Dos formas de vida
Egoísmo y altruismo son dos formas de pensar, de sentir y en última instancia de vivir, que pueden revestirse en un sistema político, religioso, filosófico, etc.
El egoísmo tiene en su interior el germen del mal, de la oscuridad, siendo que el altruismo es la fuente del bien, de la luz. La luz disipa la oscuridad y es precisamente por ello que en lugar de luchar contra la oscuridad debemos poner luz en nuestros actos.

Espontaneidad o altruismo
El egoísta parece más «natural», «espontáneo» siendo que hace lo que siente, mientras que el altruista debe pensar en la consecuencia de sus actos. En ese contexto el judaísmo no es «natural» pues cada acto que el hombre realiza debe ser el resultado de un proceso de evaluación de la realidad para prever la consecuencia que nuestros actos van a generar. Ese proceso espiritual se denomina en el lenguaje espiritual judío, mitzvá.
No codiciar, no engañar, no asesinar, así como cada una de las 613 mitzvót son los desafíos de la vida espiritual judía para que superemos la naturaleza instintiva y alcancemos finalmente nuestra verdadera naturaleza: la espiritual.

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