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En Procura de Libertad: Entonces y Ahora (Pesaj)

por Baila Olidort (Wellsprings, NY)

La historia de Pesaj, la saga de un pueblo oprimido y esclavizado marchando milagrosamente a la libertad a través del Mar de los Juncos (Iam Suf), se presta bien a los cuentos de final feliz para niños. Está lleno de imágenes del drama de congoja y gloria de los días de antaño, de épocas en las que el bien y el mal fueron enfrentados uno contra el otro y el bien siempre ganó.
Pero no leemos la Hagadá de punta a punta cada año por sus meros méritos nostálgicos. El relato de Pesaj de la Torá es rico en mensajes eternos que nos ofrecen una fresca perspectiva de los problemas contemporáneos.
La libertad, un tema central a Pesaj, es un concepto temático que se relaciona con cada forma de opresión. De la amplia gama de interpretaciones de las Cláusulas de Libertad de la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana parecería que no hay ningún consenso universal acerca de la definición de Libertad.

Sin embargo, la historia de Pesaj sugiere que la noción popular de libertad es sólo un revestimiento que no puede mantenerse en pie frente a la cosa verdadera. La libertad de la opresión buscada por escapismo o por un cambio de política, es una libertad superficial porque su seguridad depende del éxito de la huida, o de la benevolencia de los legisladores que inevitablemente siempre son los opresores. De cualquier manera es una libertad débil que gira en torno de condiciones externas. La auténtica libertad no cambia de manos. Es una convicción moral adquirida, totalmente libre de influencias ambientales externas. Es la razón de que los judíos fueran el único pueblo que exitosamente salió de la esclavitud.

Imagina: Los judíos, una nación infante, mansa e indefensa, fueron esclavizadas por los ricos y poderosos antiguos egipcios. Fuimos sometidos a todo tipo de torturas, a labor forzada e infanticidio masivo. Y tras más de 200 años de esta opresión, cuando Di-s finalmente nos sacó de Egipto, proseguimos preparándonos para el Gran Evento con una energía inverosímil para un pueblo que acababa de escapar de una esclavitud cruel. No había consecuencia de trauma. En menos de dos meses desde que dimos nuestro adios a Egipto una cultura diametralmente opuesta a todo lo santo y judío nos remontamos a los más excelsos niveles de santidad y estábamos listos para el apogeo de nuestro Exodo, la Revelación Divina.
¿Milagroso? Quizás. Pero hay algo curioso en la cronología de sucesos que lo hace parecer todo un poco más posible. Humanamente posible.

Este es el plan según Di-s lo confió a Avraham: Seríamos esclavos en Egipto donde sufriríamos en cautiverio durante muchos, muchos años. Entonces Di-s nos sacaría de Egipto y nos daría la Torá y las mitzvot para observar, y de allí a la Tierra de Israel.
Básicamente, eso es lo que sucedió. Excepto que Di-s en realidad nos dio un par de mandamientos para comenzar a cumplir mientras todavía estábamos esclavizados, poco antes de sacarnos de Egipto.
Esto ruega que se formule una pregunta obvia:
¿Por qué la urgencia? ¿Por qué, en medio de todo nuestro tormento, y en lo peor de nuestro sufrimiento, tuvo Di-s que imponer Sus mitzvot sobre nosotros? ¿No podía esperar apenas un poco más, hasta habernos liberado de la esclavitud, para que comencemos a observar los mandamientos?
No.
Después de tantos años de esclavitud tiránica, donde la vida se había vuelto una pugna entre esclavo y amo, corríamos peligrosamente el riesgo de desarrollar una Mentalidad de Esclavo. Sacarnos de Egipto habría sido entonces sólo el descanso de una agotadora opresión física. Las mitzvot eran un ejercicio de moralidad.
Hasta ahora, nos dábamos por satisfechos con nuestras creencias singularmente monoteístas mientras el politeísmo era la cultura popular. Ahora Di-s demandaba más, una moralidad pragmática, una responsabilidad a nuestra condición judía y una voluntad para ser humanos y morales en medio de una opresión deshumanizante y desmoralizadora. Sin esta moralidad «sin excusas», la libertad habría sido de poca importancia porque Egipto no sería la última de nuestras opresiones. Y la única manera en que podríamos salir de todas ellas, con la frente en alto, es si teníamos esta moralidad Divinamente inspirada, esta genuina libertad para continuar con nuestra propia agenda pese al látigo del amo. Estuvimos a la altura del momento, cumplimos las mitzvot y por lo tanto no fuimos verdaderos esclavos de allí en más.

Como gente con un sentido de propósito e identidad, logramos la auténtica libertad, y la opresión se volvió externa hasta que poco a poco la esclavitud comenzó a desmoronarse.
En contraste, hoy hay una abundancia de libertad externa, al menos en el mundo occidental. La esclavitud como sistema social ha dado su último suspiro con la emancipación de Lincoln. Curiosamente, sin embargo, hay una opresión interna real a un nivel muy personal. En vez de la satisfacción y felicidad que sería de esperar encontrar, estamos empalagados de melancolía; hay una apatía deprimente y un escepticismo espantoso que colorea los ánimos de la sociedad con oscuras sombras de gris.

Hay un palpable vacío en la vida moderna americana que arrastra a la gente a toda suerte de excesos destructivos. Es una libertad que se ha agriado, la conclusión del nihilismo y relativismo de valores que caracteriza a la filosofía occidental, y ha hecho dioses de todos los hombres y de Di-s mismo una sospecha.

Ha evolucionado en una muy profunda, muy verdadera, «esclavitud». Intrínseco al alcoholismo, la adicción a la droga y todo el resto de los males de la sociedad, está una mentalidad esclava que arrastra al «esclavo» en círculos, a más y más indulgencia en placeres efímeros. Y ahora hay un nuevo exceso para aquellos que puede afrontar jugarlo limpio y seguro. Es una ilusoriamente benigna indulgencia en el materialismo que prefiere los juguetes a los niños.
Pero muchos americanos han llegado finalmente a un punto de quebrantamiento. Están ansiosos por recuperar algunos valores anticuados; volver a considerar chic emitir juicios de valores sobre lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo; a tener una moralidad objetiva; a tener una raison d’etre. Quieren auténtica libertad, no simplemente los revestimientos. Con un poco de Inspiración Divina de la Torá, un regreso a la moralidad básica, tanto judíos como gentiles, en Rusia, Sudáfrica o Nueva York, pueden encontrar una fortaleza dentro de sí mismos para ser verdaderamente libres.

Vida en Préstamo

Hablando de mentalidad esclava, firmar un contrato con un valor en dólares sobre vidas humanas abofetea a una sociedad esclava. Irónicamente, lo que hizo posible el caso del Bebé M es la ilimitada «libertad» que tenemos hoy para escoger qué queremos y cómo lo obtenemos. Pero eso corre parejo con el curso de un ambiente donde la medicina, la biología, la genética y la tecnología han avanzado tanto y tan rápido que las posibilidades del hombre para controlar la vida humana, de hecho aun su concepción, aturden. Con los últimos desarrollos de la ingeniería genética, el hombre tiene ahora el poder de entrometerse en la materia misma con que está hecha la vida el código genético hasta hace poco el mayor enigma biológico.

Es cierto, hay mucho potencial positivo a obtenerse de todo esto. La terapia del gen, si es usada para remover un gen deletéreo que puede codificar el Tay Sachs, por ejemplo, es una bendición bienvenida. ¿Pero qué sucede si geneticistas ambiciosos utilizaran la ingeniería genética para promocionar una raza «perfecta»?
Similarmente, hay otra cara a la moneda de la capacidad del médico de «extender» la vida; la decisión de no hacerlo. Desconectar la corriente, abortar un feto, etc. éstas son las imponentes decisiones rutinariamente tomadas por muchos médicos presuntuosos. Debería ser una verdadera causa de preocupación para médicos y profanos.
Las comunidades judías que buscan aumentar la conciencia de estos temas, han patrocinado recientemente convenciones médicas que abren un foro para rabinos y médicos para discutir tales puntos.
En una convención médica reciente en la comunidad Lubavitch de Crown Heights, Brooklyn, los rabinos enfocaron preguntas que abarcaron desde diversos métodos de fertilización a eutanasia.

Aunque la decisión halájica puede variar según el contexto de cada caso individual, hay una regla general aplicada a todas las preguntas de este tenor: El hombre no es dueño de su cuerpo. Su cuerpo y su vida le fueron encomendados a él por Di-s. Sobre esta premisa, la vida no es suya para darla o terminarla. La única justificación moral, de hecho responsabilidad moral, para inmiscuirse con el curso natural de la vida, es mejorarla al curar una enfermedad o subsanar una deformidad incapacitante.
De modo que al padre, al médico o al geneticista, el mensaje es el mismo. Ni el padre, como en el caso del Bebé M, tiene un «derecho» sobre el niño. (La decisión halájica hubiera buscado el mejor interés del niño, como en una batalla de custodia entre padres divorciados). Al médico que siente que su paciente ya no tiene más uso de la vida, y al paciente que puede sentir lo mismo, la halajá le dice que la vida no es suya para terminarla. Y al geneticista que piensa que clonar es una buena idea, la halajá le dice que la vida no es suya para manipularla.

Reconozco que la línea divisoria entre lo que es necesario para mejorar la vida y lo que se desea simplemente por razones estéticas es frecuentemente muy delgada; y es precisamente por ello que debemos someternos a la objetividad de la halajá: para determinar qué es moralmente aceptable.

Esta deferencia a una moralidad superior estaba rigurosamente ausente en el movimiento eugenésico de la Alemania de 1920 que dio nacimiento a las leyes de esterilización para la gente genéticamente «inferior», y finalmente a la solución final.

Nuestro Denominador Común

Con demasiada frecuencia, los judíos se han encontrado a sí mismos polarizados por temas sociales que han oscurecido cuánto tenemos en común, sin considerar nuestras persuasiones ideológicas.
La nueva ola de feminismo es un caso ejemplar. Resultaría probablemente una sorpresa para Betty Friedan, pero el «interesante enriquecimiento teológico de la tradición entera que proviene de la voz de mujeres», que ha observado últimamente, de hecho ha estado aquí todo el tiempo.

En una entrevista reciente, ella habla de este enriquecimiento como un cambio de valores espirituales donde el feminismo «se moverá más allá del masculino, dominante, enojado patriarcal Di-s que articuló algo desde la experiencia masculina… a esto agregas alguna dimensión de nutrición que abraza la complejidad que proviene de la experiencia femenina».
Pero el judaísmo siempre ha creído que la integralidad de Di-s es el sitio de donde hombres y mujeres obtienen sus respectivas complejidades masculinas y femeninas. De modo que no hay realmente cambio de valores espirituales aquí. Quizás un cambio en la percepción, pero la realidad abarcante de Di-s que incluye en igual medida lo femenino como lo masculino ha estado entre nosotros, oh, ¡desde la Shejiná Misma!

Mientras el reloj biológico continúa avanzando sobre feministas que se encuentran a sí mismas solteras y sin hijos alguna vez por elección, ahora por las circunstancias el feminismo se encuentra a sí mismo en una propia crisis de vida media.
La muerte de la primera ola de feminismo, dice Friedan, se produjo cuando las mujeres, forzadas a elegir entre familia y carrera, optaron por lo primero. La segunda ola de feminismo, que ahora tiene a muchas de su devotas corriendo contra el tiempo para una última oportunidad de maternidad, está remendando sus filosofías.
«Las mujeres son la gente que da nacimiento a los bebés. Ese es un hecho de la vida. Es sumamente importante. No necesitamos repudiar la familia. No podemos, si la familia es nuestro núcleo humano. Define nuestro humanismo». Palabras que realmente encienden los corazones. Nuevamente, es lo que el judaísmo ha dicho todo el tiempo.
Y es apenas una ilustración más de cómo el judaísmo, a través de la Torá, es nuestro denominador común.

Baila Olidort

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