Elixir de vida o droga de muerte
En el camino espiritual existe un gran riesgo: ¿Cuál es la interpretación correcta de los detalles que conforman los principios de la Torá? ¿Cómo sé que me encuentro en la senda correcta o, por el contrario, estoy creando una nueva forma de egoísmo tanto o aún más peligrosa?
Esta es la Torá que presentó Moshé ante los hijos de Israel. Si el hombre, a través de su estudio y práctica «logró refinarse» será para él un elixir de vida; de lo contrario será una droga de muerte.
Talmud de Babilonia tratado Iomá 72-2
Dijo Rabí Jananiá ben Akashiá: HaShém quiso «refinar» (haciendo meritorio) al pueblo de Israel, por ello le dio abundancia de Torá y mitzvót.
Talmud de Babilonia tratado Makót 23-2
¿Qué es lo que debemos refinar mediante la Torá y las mitzvót?
La idea central de la Creación es la de dar plenitud a las creaturas por lo que se incorporó en el alma el deseo de recibir ese placer. El deseo es el instrumento y recipiente para recibir, siendo que la intensidad del placer es proporcional al deseo de recibirlo.
Cuando experimentamos plenitud no sentimos diferencia entre ésta y el deseo de recibirla, sino que los percibimos como una unidad. En cambio, cuando anhelamos la plenitud que no poseemos, los distinguimos claramente.
Ambos aspectos surgen y emanan del Kadósh Barúj Hú, sólo que «allí» se encuentran en estado de unidad, más allá de la dualidad transmisor-receptor, conocedor-conocido.
La plenitud se origina en Su Esencia, mientras que el deseo de recibirla (allí incluído) producto de la ausencia de Su plenitud, será el origen de todas las creaturas.
El deseo de recibir no puede existir en El, pues Es completo en Sí mismo, ¿de quién habría de recibir?
El Kadósh Barúj Hú es la Fuente Infinita del dar y nuestro deseo de recibir, la fuente receptora.
La Creación, lo nuevo, es el deseo de recibir que surge como consecuencia del ocultamiento de Su plenitud. Por ello el vocablo hebreo que se utiliza para designar al mundo –olám– proviene del verbo lehialém que significa ocultar.
La Torá puede activar en el hombre una voluntad poderosísima puesto que educa el deseo, pero debemos alcanzar un discernimiento agudo e inteligente, a través de su estudio interior, para aplicarla correctamente en todos sus detalles.
La energía nuclear puede dar luz a cientos de ciudades, «elixir de vida», o destruirlas, «droga de muerte». Depende de la forma e intención con que la aplicamos.
El deseo de recibir es lo que debemos refinar a través de la Torá y las mitzvót, transformando nuestro egoísmo en altruismo.
Sólo entonces la Torá será para el hombre un elixir de vida.