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El secreto del pirata

*Una historia de ciencia- ficción de Mike Indgin Extraído de la revista Farbrenguen.(extraído de la enseñanza semanal, www.jabad.org.ar).

Finalmente me encontré con el pirata, a fines de la primavera del 2042. Justo cuando estaba comenzando a creer que él no existía, apareció repentinamente delante de mí, en mi cubículo en el piso 56, en donde soy el segundo a cargo de enviar y recibir en Envíos y Recibos.

“Me dijeron que tengo algo que deseas” dijo el pirata.

Y así era en verdad. En el año 2000, luego de que el virus del Y2K apenas si causó un fallo técnico en el sistema, la velocidad adquirida que comenzó con la máquina de fax, el teléfono celular y el Internet, alcanzó un hiper-desarrollo. En el 2002 la descarga de archivos era instantánea. En el 2025, la computadora personal se convirtió en algo tan personal a punto tal que, cada persona que poseía su número de documento, tenía instalada su unidad de disco duro, en la retina izquierda. Tanto los scanners IRS del 2012, que eran tatuajes, como la instalación eléctrica dura, eran compulsivos. Nadie hizo mucho más que un escándalo por esto, sin embargo. Estábamos todos muy ocupados siendo eficientes.

En el 2038 pasamos a trabajar siete días a la semana, después de que Japón lo hacía seis días y medio. En el 2039 empezamos a trabajar 24 horas por día, cuando China, Italia y Suecia llegaron a 22.

Claro que todo no era únicamente trabajo y nada de diversión en la Democracia Más Productiva de la Tierra. Teníamos acceso a 5000 canales satelitales instalados dentro de nuestros párpados. Toneladas de video juegos, incluyendo los clásicos Invasores del Espacio en nuestro lóbulo frontal. Incluso teníamos un control remoto con un VCR Plus en nuestros pequeños intestinos. “La Guerra de las Galaxias 44- Otro Nuevo Comienzo” era la número uno en mi oficina. Los Lakers ganaron su quinto campeonato virtual en una sola rueda. El mercado accionario llegó a los 10.000.000.000. La vida era buena.

Pero por alguna razón, me sentía pésimo. Estaba haciendo mis ejercicios y comía lo correcto. Tomaba mis descansos de una hora para el sueño y el oxígeno. Nada ayudaba.

Averigüé en los buscadores con las palabras VACÍO, ABATIDO, OSCURO, pero sólo hallé sitios de agencias de viajes, y bebidas cola. Entonces, cuando estaba viendo cuánto restaba de la capa de ozono, un anuncio destelló dentro de mis párpados: “¿Vacío? ¿Oscuro? ¿Desalentado? El pirata tiene el software que puede cambiar tu vida. Haga click aquí”. Pulsé el botón y nada paso. Estaba seguro que se trataba de otra broma de algún hacker.

Luego comencé a oír comentarios acerca del pirata y su software prohibido. Cosas hermosas y locas que pueden cambiarlo todo. Podría traer la vida a mi cubículo inanimado. Por eso busqué y envié faxes y muchos e-mails y esperé. Entonces, repentinamente él estaba allí, en persona, con un CD-ROM de diez centavos en su mano.

“¿Cuánto es?” le pregunté.

“¿Por algo que no tiene precio? Nada”

Antes de que pueda discutirle, se había ido.

Esperé al atardecer y activé el disco. Me sentí pleno de un sentimiento instantáneo de alegría y alivio. Por primera vez en mis 32 años el teléfono dejó de sonar. Mi máquina de fax dejó de enviar facsímiles. 5000 pantallas se apagaron y quedaron en blanco. En la luz de una vela hallé infinita paz, y un hermoso silencio. El aroma del pan recién horneado asaltaba mi nariz. El sonido de melodías angelicales llenaba mis oídos. El contacto con mi hija acariciaba mi alma.

Veinticuatro horas después, quité el CD-ROM, esperando ya el próximo momento en que lo usaría.

Eché una mirada al disco y releí las palabras escritas a mano en la etiqueta: Shabat 1.0

Mike Indgin

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