Festejando
Leyes y costumbres de shavuot
Shavuot
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El Precepto de los Bikurim (primicias)

Extraido de 613 historias (Basadas en los 613 preceptos)

 

Un fuerte murmullo de excitación corrió a través de la multitud. Un gran grupo de terratenientes estaba parado esperando ansiosamente la señal para comenzar su eventual viaje. ¡No bien llegaran todos, emprenderían el camino!

Mientras toda la nación viajaba a Jerusalén para las Tres Festividades de Peregrinación (Pesaj, Shavuot y Sucot), sólo aquellas personas que cultivaban la tierra, merecían traer bikurim al Beit Hamikdash. Los primeros frutos de las siete especies —trigo, cebada, uvas, higos, granadas, aceitunas y dátiles —eran elegidos, separados cuidadosamente, y traídos al Beit Hamikdash para ser ofrendados a Hashem. ¡Qué privilegio el poder cumplir esta mitzvá tan particular y agradecer a Hashem por las bondades de la tierra!

Generalmente todos los propietarios de tierra de una región viajaban juntos. El grupo iba con aire festivo, tocando música y conduciéndose con solemne alegría. La gente cantaba las palabras de los Salmos “Yo estaba feliz cuando me decían ‘¡Vamos a la Casa de Hashem!’”. Un buey, que sería ofrendado como korban Shelamim, encabezaba la procesión, sus cuernos cubiertos de oro; palomas y tórtolas estaban atadas a las canastas de los bikurim, destinadas a ser dadas como korban Olá. Todo era hecho de forma tal que realzaba la belleza de esta mitzvá especial.

Cuando finalmente la procesión arribaba a las puertas de Jerusalén, eran recibidos por representantes del Beit Hamikdash y escoltados a su destino. La gente en las calles dejaba de trabajar y les daba la bienvenida, honrando a los peregrinos que habían viajado en honor a la mitzvá. Cuando se aproximaban al Beit Hamikdash, cada persona alzaba la canasta de bikurim sobre sus hombros. Nadie dejaba ni una fracción de la mitzvá para una bestia de carga, ¡y ni siquiera a otra persona! Continuaban cantando versículos de los Salmos mientras entraban al atrio del Beit Hamikdash. El buey y las aves eran entregados a los cohanim, y comenzaba la ofrenda de los bikurim. El propietario, con la canasta aun sobre sus hombros, declaraba su reconocimiento de que vivía en la tierra que Hashem había otorgado a sus antepasados. Luego, junto con el cohen, balanceaba la canasta de frutos.

Luego los frutos eran puestos ante el mizbeaj y el propietario recitaba el capítulo de la Torá referido a los bikurim, que enumera las grandes bondades que Hashem ha hecho por Su pueblo y declara a los bikurim del propietario un signo de aprecio por el don de Eretz Israel. Los bikurim eran balanceados nuevamente antes de ser distribuidos entre los cohanim que servían en el Beit Hamikdash.

Los propietarios de tierras que habían cumplido esta sublime mitzvá no se retiraban y partían simplemente. Cada persona pernoctaba en la ciudad santa de Jerusalén, absorbiendo la pureza y santidad que flotaba en las proximidades del Beit Hamikdash. Cuando la gente comenzaba el viaje de retorno a sus hogares al día siguiente, cada persona era un hombre nuevo y diferente, tocado y cambiado por la increíble mitzvá que había cumplido con tanto amor y devoción.

¡Que merezcamos traer nuevamente bikurim!

 

M. Frankel

1 comentario
  1. Siuberto RINCON

    Muy buena enseñanza Gracias por regalarnos su tiempo

    20/03/2018 a las 12:33

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