El poder de la Tierra de Israel
Extraido de Ésta Tierra es Mi Tierra
De todas las sefirot, Maljut no tiene energía propia, sino que sirve como un conducto para la energía y la abundancia provenientes de los ámbitos superiores hacia los inferiores. Sin embargo, dado que Maljut corresponde a la autoridad, debería tener su propio poder. Pero la autoridad no tiene sentido sin un pueblo que la acepte. Los líderes deben tener seguidores. Por lo tanto, Maljut representa la autoridad que es un puente, una conexión entre Dios y la humanidad.
Maljut es la sefirá creada para actuar como interfase entre Dios y el mundo, con la intención de recibir y de distribuir la abundancia canalizada hacia nosotros desde el Cielo. Actúa como un rey que provee a sus súbditos y distribuye la riqueza entre ellos. Sin embargo, el rey no proveerá de riqueza a no ser que reciba a su vez los impuestos que le permitan dar. De la misma manera, Maljut fue construido para recibir nuestras buenas acciones y canalizar su energía espiritual de retorno a Dios. La energía moviliza a Dios para proveer abundancia y bendición a la humanidad. Por lo tanto, Maljut es un camino de ida y vuelta, recibiendo la abundancia del Cielo y canalizándola de retorno. Constituye la energía espiritual creada por las buenas acciones del hombre, lo que invoca bendiciones adicionales.
El liderazgo funciona de manera similar. El líder es un servidor del pueblo; sin el consentimiento del pueblo, él no tiene autoridad alguna. Debe proveer para ellos, pero las provisiones deben venir del pueblo mismo. Es así que el líder actúa como una interfase entre Dios y el pueblo. él recibe la inspiración necesaria para guiar a su gente en el sendero que los llevará más cerca de Dios. A la inversa, el pueblo lo ayuda a él. Cuanto más grande es la fe puesta en el líder, más capaz es él de servirlos, construir su fe y fortalecer sus plegarias. De este modo limpia sus mentes de ilusiones y los imbuye de un intelecto y conocimiento claros, del conocimiento de la Presencia de Dios.
El Rebe Najmán enseña que debemos buscar un líder verdadero que pueda compartir su inspiración con nosotros. Afirma que los falsos líderes debilitan la fe y promueven un estilo de vida ilusorio. Ellos extravían a sus seguidores mediante el engaño de su propia grandeza y falsas promesas de seguridad. Además, no responden a las necesidades de su pueblo (Likutey Moharán II, 8:8).
En su discurso final, el Rebe Najmán habló sobre la corrección, el Daat, la compasión, la inmoralidad, maljut del Otro Lado, el liderazgo, la plegaria, la fe y la Tierra Santa. Aparentemente, el Rebe predijo nuestra época y nuestro papel en los acontecimientos actuales (basado en Likutey Moharán II, 8).
Corregir moralmente es muy importante. Sin embargo, no todos están capacitados para esta tarea, pues la corrección tiene como objetivo inspirar a aquél al cual está dirigida. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, la corrección ofrecida denigra al otro. Este tipo de reproche produce el mal olor de esas almas que deberían ser corregidas para elevarlas, y en lugar de fortalecerlas las debilita. El único capacitado para corregir al otro es aquel que inspira las almas que lo escuchan. Debe ser una «corrección compasiva».
El Rebe Najmán explica qué es lo que fortalece y lo que debilita el alma. El temor a Dios es el alimento principal del alma, dado que protege al hombre de la inmoralidad. Por tanto, la corrección debe llevar al reconocimiento y al temor de Dios. Continúa el Rebe:
La mente y la comprensión protegen a la persona de la inmoralidad a través de tres facultades mentales distintas: Jojmá, Biná y Daat. Cada una de estas facultades actúa como una barrera entre el individuo y el deseo inmoral. Es necesario saber que cada vez que se presenten pensamientos de sexualidad, Dios no lo permita, se deberán levantar las barreras de la mente para que desvíen ese deseo. Esto es de tremenda importancia, pues la esencia de la plegaria consiste en súplicas por la compasión, lo cual depende de un intelecto claro y refinado. Pero un daño en la mente, debido a pensamientos inmorales, permite que el Otro Lado controle la mente y a su vez controle y desvíe la compasión. Entonces, el Otro Lado toma esa compasión y la transforma en crueldad, mostrando compasión por los malvados y fortaleciendo su posición, al tiempo que la gente buena sufre. [Por ejemplo, se permite que los criminales anden con libertad por las calles mientras que los ciudadanos respetuosos de la ley viven con temor]. A su vez, disminuye el intelecto y la persona es atacada con pensamientos inmorales, iniciando otro ciclo de compasión dañada.
Pero el tzadik es moralmente recto. Cuando él ora, sus plegarias son tan poderosas que se oponen a las fuerzas del mal del Otro Lado y las obliga a regurgitar todo lo que tienen bajo su control [de modo que los malvados ya no tienen libertad para dañar a los demás]. Consecuentemente, aumenta el honor de Dios, pues se revela Su compasión. Entonces aquéllos que estaban lejos del él pueden acercarse. A su vez, prevalece la profecía y el intelecto es refinado y purificado, lo que conduce a una fe perfecta.
En síntesis, cuando uno sucumbe a los pensamientos (o actos) inmorales, fortalece el Otro Lado. Su maljut predomina y nos vemos forzados a luchar contra el mal desde una posición de debilidad. Más aún, nuestra mente, que debería contener un intelecto claro, se llena de ilusiones, dando como resultado una compasión dañada que hace que se tenga piedad de los malvados, de los asesinos y de los criminales, y se vuelva cruel hacia la gente decente. Envalentonado por este éxito, el Otro Lado comienza a tragar las chispas de bien y de santidad.
Sólo un tzadik muy grande, un líder digno, puede extraer esas chispas tragadas por el Otro Lado. Cuando lo logra, obliga al Otro Lado a regurgitar no sólo lo que tragó últimamente sino que también lo fuerza a retornar todo aquello que consumió durante todo este tiempo. De manera similar, los conversos representan el bien retenido que ha estado distante de Dios y que más tarde Lo buscó (ver arriba, el capítulo 32). Cuanta más gente se acerca a Dios, mayor es la inspiración Divina y la fe en Dios. Continúa el Rebe:
Con la profecía y la fe prevalecientes, se revela la Providencia y los milagros se vuelven comunes. Todo esto es conceptualmente [posible] en la Tierra Santa, la tierra de los milagros. Pues la Tierra del Israel representa el poder de la Creación y de la Providencia, que trasciende el orden natural. Entonces el mundo andará de acuerdo a las «reglas» de la Tierra Santa, es decir, ¡milagrosamente!
La importancia de un buen liderazgo y de la verdadera compasión residen en permitir la revelación de la Providencia y de la santidad de la Tierra Santa, donde los milagros se producen diariamente. Este estado de cosas no es tan difícil de alcanzar.
Despertamos la compasión al hablar positivamente, cuando ofrecemos palabras de corrección despertando el bien latente en nuestros congéneres, en lugar de denostarlos y degradarlos. Debemos poner mayor esfuerzo en nuestras plegarias para protegernos de la inmoralidad. Podemos aguzar nuestro intelecto para desarrollar nuestros valores morales innatos. Entonces prevalecerán la profecía, la fe, la revelación de la Providencia Divina y la santidad de la Tierra.
Sin embargo, si actuamos de manera inmoral, dañamos nuestra compasión. ¡De aquí el fenómeno de los israelíes que con gusto les ofrecen la Tierra a los árabes! Sienten pena por ellos, pese al hecho de que los árabes están embarcados en aterrorizar y asesinar a los judíos. Esta gente no tiene compasión por sus congéneres judíos ni por sus propios sufrimientos. Esto se debe a que el Otro Lado está devorando todo el bien y demandando una tierra que no le pertenece.
Sólo líderes fuertes y dignos pueden sacar al pueblo de esta situación difícil. Tales figuras no deben ser necesariamente líderes políticos, quienes «siguen» las encuestas, les deben favores a los demás y no insisten en la verdad (como arriba, capítulo 33). Ya hemos visto esta clase de líderes en un gobierno que busca un tratado de paz compasivo con sus enemigos jurados. El Rebe Najmán explica cómo trabaja un real tratado de paz. Líderes dignos, la plegaria y una fe fuerte, darán como resultado la Providencia y el retorno del bien reprimido que había sido tragado. Los conversos declararán que «Dios es Uno». Se revelará la santidad de la Tierra y los milagros se harán manifiestos.
Al igual que el Rebe Najmán, el Rabí Natán afirma que la inspiración Divina tiene su raíz en la Torá. Al recibir la Torá en el Sinaí, el pueblo de Israel alcanzó un nivel de intelecto puro y se vio privilegiado con una revelación especial de profecía (Zohar II, 94a). Hoy en día podemos beneficiarnos de manera similar aceptando la Torá y alcanzando la inspiración Divina, pues la Torá nos urge a buscar como líderes a los verdaderos Tzadikim y fortalece nuestra fe.
De acuerdo con el Rabí Natán, el principal beneficio de recibir la Torá fue la renovación diaria de nuestra fe y la capacidad de reconocer a Dios nuevamente cada día. Si podemos acercarnos a Dios nuevamente cada día, seremos testigos de la revelación de la Providencia, que es un paralelo de la santidad de la Tierra Santa. Aquél que fortalece su fe en Dios se une con él por siempre y puede percibir constantemente el milagro de la existencia de los judíos y de la Tierra Santa (Likutey Halajot, Birkot HaReiaj 4:46).
Aplicando estas ideas al tiempo presente, podemos comprender cómo es que la gente se ha distanciado de Dios y ahora desea darles su herencia a los otros, incluso a sus enemigos jurados. Luego de más de cincuenta años de victorias en batalla, los israelíes están buscando la paz y ¡dejando que los árabes dicten los términos! Esto sucede debido a la inmoralidad, que daña a Daat, lo que permite a su vez que el Otro Lado introduzca más inmoralidad, y así sucesivamente. Con un Daat dañado, se pierde la inspiración Divina y se hace cargo la inspiración demente. En lugar de una revelación de fe en Dios y de la manifestación de la santidad de la Tierra, hay una guerra en contra de la fe y un menosprecio de la Tierra por parte de algunos israelíes, incluso ministros del gobierno.
Debemos difundir la fe en Dios, en la Torá, en los tzadikim y en los líderes dignos. Como nos enseña el Rebe Najmán, debemos buscar verdaderos tzadikim y líderes. Entonces volverá la normalidad a nuestras vidas. Ya no tendremos que luchar por la Tierra. No habrá batallas ni guerras y todo será paz.
Jaim Kramer