El peligro de la riqueza heredada
Cuando HaShem tu Dios te haya traído a la tierra que prometió entregar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob… tierras con grandes ciudades que tú no edificaste; con casas llenas de todo tipo de cosas buenas, que tú no trabajaste por ellas; con pozos de agua que tú no cavaste y con viñas y olivares que tú no plantaste, entonces cuando comas y te sientas [cómodo y] satisfecho, ¡ten cuidado de no olvidarte de HaShem, tu Dios, que te sacó de Egipto de la casa de servidumbre!
Deut. 6: 10-12
La parashá de esta semana, Vaetjanán, nos cuenta que el pueblo de Israel está listo para entrar a la Tierra Prometida. Es cierto que va a tener que luchar por conquistar esta tierra, pero HaShem les prometió que los acompañará en el campo de batalla, en el plano militar, el éxito está asegurado. Nadie duda que derrotarán a los enemigos y que, literalmente «con la ayuda de Dios», conquistarán la tierra de Israel.
Al hablarle al pueblo, Moshé no se muestra preocupado por la guerra sino por la paz. Y más especialmente por la prosperidad y sus efectos secundarios en tiempos de paz.
La tierra que van a conquistar está totalmente equipada. Los judíos no van a tener que pasar los próximos años trabajando duramente para construir las ciudades, sus muros, sus casas y sembrar sus campos. Luego de conquistar la tierra «heredarán» ciudades que ya están operando, con casas edificadas; pozos y cisternas llenos de agua; campos están sembrados con el grano listo para ser recogido y árboles, viñedos y olivares que ya están dando sus frutos. Pero esto, que parece ser la materialización del mayor sueño de un hombre, puede convertirse en una trampa desde el punto de vista espiritual o psicológico. La Torá advierte al pueblo de Israel contra aquel fenómeno que los psicológicos norteamericanos llaman «affluenza» (=los efectos negativos de la riqueza, de la palabra inglesa «affluence», opulencia). La «affluenza» se puede contraer cuando uno tiene todo lo que necesita, todo lo que quiere y todo lo que desea. Una persona así puede volverse arrogante, desagradecido y egoísta.
La «affluenza» no suele afectar a las personas con un buen pasar material que han trabajado duramente para obtener lo que tienen. Los que están más expuestos a la «affluenza» son las personas que tienen todo lo que quieren «por herencia». Estos individuos privilegiados no necesitaron «aprender a ganar» el dinero trabajando duro, el gran esfuerzo lo hicieron los padres. Y muchos padres creen que permitirle a sus hijos que disfruten, sin realizar esfuerzo alguno, de la abundancia material que ellos alcanzaron, será muy bueno para sus hijos. Piensan, inocentemente, que los hijos «herederos» cultivarán un gran aprecio hacia los padres y les estarán eternamente agradecidos. Y lo que es más : mucho padres piensan que al haber recibido tanto, sus hijos aprenderán naturalmente que hay que ser generosos y magnánimos con los demás, imitando lo que sus padres hicieron por ellos.
Pero suele pasar que algunos padres descubran que lejos de haber educado a sus hijos e hijas a ser agradecidos, al «darles todo sin exigirles nada» lograron exactamente lo contrario: sus hijos «malcriados» no aprecian ni valoran lo que recibieron de sus padres. Lo toman todo por sentado. Y lo que es peor: una vez que los hijos se acostumbran a recibirlo todo, no sólo que no sienten la necesidad de «dar» sino que por el contrario ¡siempre están pidiendo más!. Fueron entrenados para recibir todo lo que quieren, y ahora esperan que el mundo entero los siga complaciendo ¡sin tener que hacer ningún mérito para conseguirlo!
Este era el miedo principal de Moshé Rabenu. Él temía que algo parecido pudiera suceder con la herencia que Dios le está «regalando» al pueblo de Israel. Que sean afectados por la «affluenza» y se hagan egoístas, desagradecidos, y demandantes. Y por eso les advierte: Tengan cuidado con la riqueza. Especialmente, con la riqueza heredada. Nunca se olviden de «QUIEN» nos da todo lo que tenemos.
Dios espera dos cosas de Su pueblo:
En primer lugar, que sepamos apreciar y expresar nuestra apreciación permanentemente. Así, por ejemplo, cada vez que disfrutamos o comemos algo bendecimos (=reconocemos) a Dios antes de hacerlo. Y cada vez que terminamos de comer expresamos nuestro agradecimiento a Dios en voz alta y en una elaborada plegaria llamada «Birkat haMazón».
En segundo lugar, HaShem también requiere que hagamos lo mismo que hace Él. Que «imitemos la generosidad de Dios» compartiendo lo que recibimos de Él con aquellos que tienen menos. Y cuando nos acostumbramos a dar, automaticamente, aprendemos a valorar más lo que recibimos.
Rab Iosef Bitton