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El niño del Talmud Torá

extraido de El Baron Rothchild

Siendo aún niño, podía apreciarse en Rab Jaim de Voloshin su aguda inteligencia.
Su padre, R’ Itzjak, uno de los más grandes y adinerados comerciantes del pequeño pueblo Voloshin, tenía estrecha relación con el feudal de ese lugar.
Un día, mientras el pequeño Jaim de 11 años estaba almorzando a su regreso del Talmud Torá, se oyó de pronto el ruido de caballos.
Un carro con cuatro arrogantes corceles se detuvo frente a la casa, descendiendo del mismo el Feudal del lugar que fue muy bien recibido por R’ ltzjak quien lo invitó a pasar a su casa.
Después del saludo y primera conversación, se dirigió el feudal a R’ ltzjak diciendo:
“Hoy no vine a verte por asuntos comerciales, sino simplemente para pedirte opinión acerca de un cálculo embrollado, por el cual hace ya muchos días vengo rompiéndome la cabeza sin llegar a conseguir el resultado exacto”.
“A sus órdenes, señor» —contesta R’ ltzjak.
“Tú sabes —dice el feudal— que mi padre falleció hace dos años.Dejó mucho dinero y riquezas. También dejó un testamento que de acuerdo al mismo obramos, repartiendo la herencia como era su voluntad. Sin embargo, había una cláusula que de ninguna manera podemos cumplir”.
Se trata de lo siguiente: mi padre tenía diecisiete caballos de categoría, los cuales eran su orgullo ante sus amigos.
Escribe entonces en su testamento que de esos caballos, ni siquiera uno sea vendido, sino que sean repartidos de esta forma:
1) El mayor de los hermanos debe recibir la mitad de los caballos.
2) El segundo hermano recibirá la tercera parte de los mismos,
3) El menor heredará una novena parte.
Vamos, pues, a repartir los caballos entre los tres hermanos, pero… ¡no hay caso! ¡Totalmente imposible!
He aquí mi problema: tengo que recibir ocho caballos y medio.
¿Cómo puedo recibir la mitad de un caballo mientras que de acuerdo al testamento no se puede vender ni uno?
Por otra parte, mis dos hermanos deben recibir una tercera parte uno y una novena parte el otro. ¿Cómo es posible repartir diecisiete en tres ó en nueve partes?
La pregunta fue planteada a abogados y jueces y nadie la supo contestar. Se enredan y no encuentran la solución, que nos permita cumplir la voluntad de nuestro padre.
Decidí entonces dirigirme a ti. Dicen que los judíos sois inteligentes, quizá tú encuentres la solución a este problema, o tal vez quieras consultar a tu rabino sobre ello”.
A todo esto el pequeño Jaim que estaba cerca escuchó las palabras del feudal. Cuando éste terminó de hablar el niño intervino diciendo:
“Si yo tuviera uno de los caballos del carro del feudal que está junto a nuestra casa, contestaría de inmediato la pregunta”.
R’ Itzjak enrojeció de vergüenza al escuchar las palabras infantiles. Pero el feudal dijo al gracioso niño:
“Si me contestas la pregunta, recibirás uno de los caballos».
Con una amplia sonrisa contestó Jaim:
“Yo no necesito caballos, pero te voy a aconsejar lo que debes hecer: Toma uno de los caballos de tu carruaje y agrégalo a los diecisiete de la herencia y sumarán dieciocho. Así podrás cumplir el testamento. El señor feudal tomará para sí la mitad, o sea nueve caballos, quedando nueve. ¿Cuántos
debe recibir el segundo hermano? Una tercera parte, ¿verdad? Dale seis caballos o sea un tercio de dieciocho.
Quedan tres caballos de los cuales darás dos al tercer hermano, que debe recibir una novena parte de dieciocho. Y en esa forma, tú has recibido nueve caballos, el segundo seis y el tercero dos sumando un total de diecisiete. Queda entonces el caballo que habías tomado del carruaje para agregar a
los diecisiete. . . ¡Retíralo de vuelta!”.
El feudal quedó estupefacto ante la inteligencia del niño.
La cara del padre, resplandecía de orgullo y el pequeño Jaim se escapó alegremente rumbo al Talmud Torá.
El feudal dijo entonces a R’ Itzjak:
“Di’s te bendijo con un niño tan agradable y con tan aguda inteligencia, sería una lástima que sus aptitudes sean desaprovechadas en este pueblito. Debes enviarlo a una gran universidad y estoy seguro que en el futuro será uno de los grandes sabios de la humanidad”.
“Con ayuda del Todopoderoso — contestó R’ Itzjak— muy pronto lo enviaré a estudiar con uno de los más eminentes en Torá (Gueonim) de esta generación. Y mi deseo y esperanza es que con el tiempo sea uno de los más grandes sabios de la Torá”.
Efectivamente R’ ltzjak llevó a su hijo a lo del gran Gaón Rabi Arie Leib conocido como “Shaagat Aríe” quien era en esa época el Rab de Voloshin.
Con el correr del tiempo el niño se distinguió como Gaón y fundador de la mundialmente conocida “Yeshivá de Voloshin”.

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