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El Mejor Momento

Extraido de jabad magazine

Muchas veces nos sentimos inspirados. Deseamos cambiar, hacer algo, mejorar. Pero de pronto nos detenemos y decimos: “Mejor… comienzo mañana” y todo se diluye. ¿Cuál es entonces la clave para poder empezar ya?

La Torá es una obra de impresionante profundidad y sutileza, a tal punto, que nuestros Sabios lograron encontrar significado incluso sólo a una simple palabra. Hay un buen ejemplo de esto en la sección donde habla de los últimos años de la vida de Moshé. En una serie de majestuosos diálogos, conocido como el libro Deuteronomio, Moshé se dirige a los hijos de Israel y les pregunta: ¿Ahora, Oh Israel, qué es lo que Di-s, tu Di-s les pide a ustedes? Nuestros Sabios agregan a esto un enigmático comentario: “La palabra “ahora” significa nada más ni nada menos que “arrepentimiento”, o en hebreo “Teshuvá”.

Normalmente poseemos alguna pista en el versículo mismo o en la semántica de la palabra que nos guía hacia la lógica de la interpretación. Aquí, sin embargo, la evidencia es muy poca. En realidad, el versículo podría interpretarse como un llamado al arrepentimiento ya que sigue trae el recuerdo a Moshé sobre el episodio del becerro de oro, el perdón Divino, y la segunda entrega de las Tablas entregadas en Iom Kipur, el gran día de Arrepentimiento. Pero, ¿cuál es la relación entre la palabra “ahora” y “arrepentimiento”?.

Logré aclarar este interrogante a partir de una fuente inusual. Un alumno me confesó una vez que había dejado su adicción a la droga, un hábito que había adquirido hacía ya muchos años. Me dijo: “Hay sólo una manera. Tomas tus jeringas y las tiras. Debes decidirte aquí y ahora a tomar una decisión que será irrevocable”. Es una expresión que he escuchado desde entonces de mucha gente. Dicen que para terminar con un hábito o vicio que ya lleva mucho tiempo, debe haber una decisión terminante: “ahora”. Mañana es el enemigo del arrepentimiento.

De todas las Mitzvot, y de todas las ideas del Judaísmo, el concepto de Teshuvá, “arrepentimiento” embarca una verdad psicológica esencial: podemos convertirnos, en cualquier momento, en los que deseemos comprometernos a ser. Ningún historiador cuyo objetivo es explicar el pasado, ningún científico cuyo negocio es predecir el futuro, puede traernos esta particular verdad, que pertenece nada más que a nuestro radical presente. El arrepentimiento insiste en que debemos liberarnos de nuestro pasado y desafiar un aciago futuro con un simple acto de cambio, siempre y cuando sea “ahora”.

En el siglo XVI, un inocente judío fue enviado a la prisión de un señor feudal quien le dictó una sentencia. Por algún motivo, este tirano decidió demostrarle al judío un mínimo de misericordia. Le dijo: “Mira Judío, serás mi prisionero por toda tu vida, no hay nada que pueda cambiar eso. Pero te haré un obsequio: te regalaré un día en el año, sólo uno, un día de libertad durante el cual podrás regresar con tu familia y tu comunidad. Podrás practicar tu religión, hacer lo que desees. No me interesa que día eliges. Pero recuerda, tendrás sólo un día. Tú decides cuál será”. El hombre estaba en conflicto. ¿Qué día debía elegir? ¿Rosh Hashaná para escuchar los sonidos del Shofar?, ¿Iom Kipur, el día más santo de todo el año?, ¿Pesaj para celebrar el Seder? ¿Su aniversario de casamiento?.

Este prisionero Judío no lograba aclarar su mente, por lo cual decidió escribir una carta a uno de los sabios rabínicos de esa época, el Radbaz (Rebe Dovid ben Abi Zimra) para pedir consejo. El Radbaz le respondió en una misiva, que el día que debía elegir, era el primer día posible para salir. ¡Cuando quiera que sea, que sea ya!¡No esperes! No importa que sea, Shabat, un lunes, un miércoles, lo más rápido que puedas sal, aprovéchalo!”

Esta fue una maravillosa respuesta, que carga con una verdad útil para todos. Nosotros también, en ocasiones, somos psicológicamente prisioneros de nuestros malos hábitos. Sentimos que es muy difícil asumir el hecho de que podemos hacer las cosas de la manera correcta. “No estoy preparado todavía. No puedo cambiar mi forma de ser”.

La cultura secular postmoderna tiende a subestimar nuestra capacidad de cambio. Siempre hay algo o alguien a quien culpar: padres, educadores, el “sistema”, el entorno, el gobierno, la fe, las estrellas, y muchas otras sofisticadas variedades de pedido de clemencia. Desde filósofos como Spinoza, hasta los reformistas socialistas como Comte, quienes argumentaban que ya que somos seres humanos físicos dentro de un mundo material, no somos otra cosa más que materia, y toda la materia es gobernada por leyes de causa y efecto, hasta los neo-Darwinistas quienes alegan que la acción humana está determinada genéticamente, hemos llegado a la instancia de ser víctimas del pasado.

Situando las causas de nuestra condición en factores que aparentemente se encuentran fuera de nuestro control, las víctimas de la cultura perpetúan así, este sentido de impotencia. Desalentados, dejamos de crecer tanto emocional como espiritualmente. En lugar de ayudar a que el prisionero salga de la celda, esta situación cultural hace que lo encerremos y tiremos las llaves quién sabe donde. ¿Por qué estas teorías deterministastanto la antigua como la moderna- poseen este atrapante atractivo? Porque nos dan la posibilidad de escapar a nuestras responsabilidades.

Todas las excusas son modos de vernos a nosotros mismos impotentes dentro de una variedad de fuerzas que están fuera de nuestro control. Aunque quizás nos arrepintamos y nos sintamos tristes de lo que ha sucedido en nuestras vidas, la responsabilidad siempre yacerá en otro lado. Como explican nuestros Sabios, Moshé llamó: “Ahora Oh Israel, ¿qué es lo que Di-s tu Di-s te está pidiendo? Era una citación a probar un sendero diferente, el sendero del arrepentimiento y de la autorenovación, donde el futuro no es inevitable.

El resultado de nuestro cambio depende de la dirección que elijamos “HOY”. Como Maimónides, uno de los más grandes sabios de la Edad Media, expondría en su presentación de las leyes del arrepentimiento: “El libre albedrío le fue otorgado a cada ser humano. Si alguien desea ir por el buen camino y ser justo, posee el poder de hacerlo. Si por el contrario, alguien quiere ir por el camino del mal y ser malvado, también posee la posibilidad de hacerlo…esta doctrina es un principio esencial, es el pilar de la Torá y las Mitzvot. Ya que poseemos libre albedrío, y las cosas que hacemos mal, las hacemos bajo nuestra responsabilidad, es correcto que debamos arrepentirnos…ya que de hecho teníamos la posibilidad de no actuar de manera incorrecta”.

El siguiente concepto presenta la reconciliación de estos dos axiomas en conflicto dentro del Judaísmo: Di-s no posee imagen, y el hombre fue creado a imagen de Di-s. La conclusión, tan certera como poderosa, es que el hombre tampoco posee imagen. A diferencia de cualquier otro ente dentro de la creación, no poseemos esencia fija, nuestro carácter no esta predestinado y no tenemos un destino inexorable. Somos lo que deseamos ser, y si nos lo proponemos podemos cambiar. Y podemos hacerlo “AHORA”. Este puede ser el mejor momento para comenzar

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