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La Tora e Israel
Más allá de toda duda (el origen de la Torá)
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El Llamado De Teléfono II

Ahora bien, si nadie supiera la mínima cosa acerca de este evento, ¿quién, en su sano juicio, cumpliría una palabra de esta difícil Torá si la verdad fuera imposible de ser verificada? La naturaleza humana desprecia a la gente que dice abiertamente mentiras. Más aún, la implicancia de que uno es lo bastante tonto como para aceptar las ridículas y abiertas mentiras de otro, es el peor insulto a su inteligencia. Respecto a Moisés, nadie podría tener por él el más leve respeto. Habría sido completamente despreciado. Nadie volvería a creer una sola palabra que él pronunciara nuevamente, especialmente si lo que indicó requiriera tanto sacrificio para cumplir. Quiero decir que, después de escuchar a un mentiroso, ¿podría usted, un adulto maduro (y el resto de su pueblo), irse luego a su casa, hacer todos sus platos kasher, aprender cómo faenar animales de una manera precisa y complicada a fin de que le sea permitido comer carne, dejar de trabajar en Shabat, observar el año sabático (en que uno debe dejar descansar sus campos) y las leyes de pureza familiar? ¿Se esforzaría diligentemente en guardar su lengua de hablar calumnias, dejaría de comer jamón y tocino para el desayuno y langosta para la cena, eliminaría todos sus ídolos (los ídolos eran la gran moda en esos días), se abstendría de cobrar intereses, no usaría jamás una mezcla de lana y lino, cumpliría las leyes de pureza ritual, entregaría los distintos diezmos, traería ofrendas por sus transgresiones, se colocaría tzitzit y tefilín, construiría una sucá, respetaría Pesaj, etc. etc. etc.- ¡Uau!

Y recuerde, un montón de estos mandamientos cuestan dinero. Es más, los preceptos lo rodearían su vida entera, cada minuto de su día. Y si tuviera algún tiempo libre, tendría que emplearlo estudiando las leyes de la Torá una y otra vez. (En el judaísmo, adquirir cierto nivel de erudición fue siempre considerado como la aspiración más noble, algo que casi todos los judíos anhelaban; y una gran parte del tiempo libre del judío se dedicaba al estudio de la Torá). No más “matar el tiempo”. ¿Quién en su sano juicio continuaría alguna vez con semejante empresa?

La respuesta es: nadie.

Es decir, nadie, excepto todos los David. Sólo la gente que creyó en esto como nuestro amigo David luego de su experiencia con el llamado telefónico, aceptaría un estilo de vida tan nuevo y exigente.

Por siglos y siglos, el pueblo judío ha estado cumpliendo la Torá en todos sus detalles. (Solamente en este último siglo se ha suscitado el fenómeno de que la mayoría de los judíos no cumplan la Torá. Pero el judío no observante de hoy no es, sin embargo, la regla, viendo en perspectiva la historia judía). En ningún lugar de la Torá figura un registro de disidentes negando la autenticidad de los reclamos de la Torá[1]. Incluso una fuente foránea posterior, el soldado e historiador judío Josefo (quien era el cronista de las guerras romanas contra los judíos), escribió en su tiempo lo siguiente (la época del Segundo Templo): “Aun hoy, no existe ningún hebreo que no se comporte como si Moisés estuviera presente ahora” (Antigüedades III: XV, 3). “Pues no es nada nuevo para nuestros cautivos… ser vistos soportando torturas y muertes de todas clases, para no ser obligados a decir una palabra contra nuestras leyes y contra los documentos que las contienen; en tanto que no hay ni uno, absolutamente, entre los griegos, que toleraría el menor daño por tal causa (Contra Apión I, 8). “Mas nosotros, por el contrario, asumimos como única sabiduría y virtud no admitir ninguna acción ni postulado contrario a nuestras leyes originales” (Contra Apión II, 21).

Los judíos, aun en el exilio y como la perseguida cultura minoritaria, en medio de hostiles “vecinos” con culturas diametralmente opuestas al estilo de vida de la Torá, siempre han cumplido la Torá con una tenacidad y una fe que desafían la racionalidad. ¿De dónde proviene esta increíble fe? ¿Puede semejante convicción surgir de un cuento de hadas, de una Torá hecha por el hombre?

La mas razonable respuesta es que tuvo que haber un tremendo “anzuelo” donde todos —no sólo David sino la nación entera— recibieron un “llamado telefónico” de D´s, todos al mismo tiempo. Los judíos aceptaron el impresionante yugo de la Torá porque: “A ti te fue mostrado para saber que D´s, Él es el Señor, no hay nadie más fuera de Él” (Deuteronomio 4:35). A todo el pueblo judío le fue mostrado— tal como a David le fue mostrado; todos estaban convencidos, al menos tanto como nuestro David lo estaba. De otra forma, habría sido inconcebible que una religión tan exigente pudiese haber comenzado. (Un paso más aún, analizaremos cómo la lógica dicta que, si D´s hubiera querido traer una religión verdadera y verificable a este mundo, sólo podría haberla iniciado con un gran número de personas alrededor, permitiéndonos, en consecuencia, verificar su autenticidad. Basados en esto, examinaremos las obvias falacias de religiones que comenzaron basadas en profecías privadas de un hombre).
La Revelación en Sinaí es el único y más importante evento en toda la historia. Una nación entera escuchó la palabra Divina. Este colosal acontecimiento confirmó de ese modo también, una cláusula inmensamente importante de nuestra fe, como es la de que existe la profecía. Sí, D´s, en efecto, habla a los humanos y D´s ciertamente reveló Su voluntad a los humanos. Un importante evento, en efecto. Ésta es la explicación de la tenacidad de esa fe del pueblo judío a través de los siglos.

[1] Por supuesto, la Torá registra la rebelión de Koraj (Números 16). Sin embargo, esto sólo prueba más nuestro punto pues Koraj sólo se rebelaba ante el hecho de que Moisés había designado a Elitzafan, hijo de Uriel, como cabeza de la familia de Kehat, dado que sentía que él era más meritorio. Más aún, Koraj nunca desafió la legitimidad de Moisés como líder de los judíos, como el emisario elegido por D´s y a través del cual Él daría la Torá al pueblo judío.

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