El lenguaje secreto
El Talmud nos cuenta que una vez Rabí Abba siguió a un vagabundo. El vagabundo estaba cansado y se fue a dormir a una casa muy vieja y desmantelada que literalmente se caía a pedazos. Rabí Abba estaba preocupado que la casa se derrumbara encima del hombre, por lo que se sentó para cuidarlo esa noche.
De repente Rabí Abba vio una enorme serpiente venenosa que se acercaba al hombre para morderlo. Antes de que pudiera hacer algo, un animal salvaje salió corriendo de los escondrijos internos de la vieja casa y mató a la serpiente. El vagabundo continuó durmiendo plácidamente.
Cuando el vagabundo se despertó y abandonó el umbral de la casa, ésta se derrumbó inmediatamente. A esta altura, Rabí Abba, incapaz de contenerse por más tiempo, corrió hacia el vagabundo y le suplicó: «Por favor, por favor, dígame. ¿Cuáles son las buenas acciones que ha hecho que le permitieron merecer los dos milagros que acabo de ver que D-s hizo por usted?» El hombre no pudo pensar en nada en especial.
Pero Rabí Abba no quedó satisfecho. No dejaría al hombre solo hasta que pudiera averiguar cuál era la buena acción que el hombre había hecho para merecer semejantes milagros. Por fin el vagabundo dijo: «Bueno, todo lo se me ocurre es que nunca en mi vida me he ido a dormir sin disculparme con todas las personas que, de alguna manera, pude haber herido u ofendido durante el día».
«Indudablemente, merece semejantes milagros».
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En el matrimonio es inevitable que no hayan interacciones que conduzcan a una parte, o a ambas, a sentirse heridas de vez en cuando. Naturalmente, tratamos de desarrollar la comunicación para reducir la frecuencia de este tipo de situaciones perjudiciales. Pero cuando la comunicación no funciona y no podemos evitar estas dolorosas interacciones, nunca olvidemos la lección más básica que nos enseña este Midrash: decir «Discúlpame». Cuando nos abrimos para pedir disculpas, también nos sentimos merecedores de la misericordia Divina. Luego, estaremos abiertos para la ayuda Divina que necesitamos para seguir construyendo nuestras relaciones matrimoniales.
Una relación sana se construye sobre una comunicación clara y honesta. Escuchar, entender y conversar, todo contribuye a la empatía tan vital para un matrimonio.
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Cuando Shoshana se casó con José, creyó que hablaban el mismo idioma. Pero no. Y de a poco lo averiguó.
Miren, por ejemplo, cuando tanto Shoshana como José decidieron «pasar una maravillosa noche juntos». Lo que José quería decir con esa expresión era una agradable y tranquila noche en casa, sentados uno al lado del otro, cada uno ocupado en su propio pasatiempo. Lo que Shoshana había pensado era ir a cenar y luego ir a caminar juntos. Como se podrán imaginar, no resultó ser una noche muy maravillosa para ninguno de los dos.
Tenemos que esperar descubrir que pese a que las palabras que usamos nosotras y nuestros esposos pueden sonar iguales, con frecuencia tienen significados bastante diferentes. Lo que Shoshana y José quisieron decir con las palabras «limpiar la casa» y «gastar un poco de dinero» no resultó ser exactamente lo mismo. Incluso la sencilla palabra «tenemos» que incluye a ambos, como en: «tenemos que sacar la basura», no estaba claramente definida. Esto resultó evidente para ambos, además de desagradable, cuando la basura siguió sin moverse de su lugar.
Comprender el lenguaje de otra persona, el que aprendieron mayormente en el hogar, en el ambiente propio y único en el que se criaron, lleva mucho tiempo. Es confuso cuando no sabemos cómo interpretar el mensaje del otro. Mucha basura sigue quedando en su lugar.
Pero si llegamos al matrimonio esperando encontrar que ambos hablamos lenguajes distintos, con definiciones diferentes incluso para las cosas más básicas, estaremos más preparados para el desafío que nos espera.
Hoy, después de doce años de matrimonio, José y Shoshana comparten un lenguaje secreto que nadie más puede comprender verdaderamente. Pero de vez en cuando, todavía encuentran una palabra nueva como «enseguida», tal como en «enseguida lo hago», donde el significado de la palabra aún no está claramente definido y compartido entre ellos. En vez de discutir por ésto, cuando finalmente descubren la confusa y culpable palabra, los dos estallan en carcajadas.
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¿Cómo podemos progresar, desde ser incapaces de comunicarnos con nuestros esposos hasta compartir una lengua secreta con fluidez? El ideal del matrimonio es llegar a ser muy íntimo uno del otro.
Esto sólo se puede lograr escuchándose mutuamente, hablando abiertamente y tratando de comprenderse. Cuando se corta la comunicación, disminuyen las posibilidades de un matrimonio feliz. Resolver los problemas se convierte en algo imposible.
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Una vez Elisheba consultó a una mujer muy sabia porque su matrimonio parecía consistir en nada más que una cadena interminable de discusiones. Preparó una libreta gorda y negra llena con los numerosos incidentes que testimoniaban los defectos de su marido y particularmente su temperamento impulsivo.
La sabia mujer le sonrió con tristeza y dijo: «Realmente hiciste tu tarea, pero es la tarea equivocada la que tienes ahí».
Luego procedió a aconsejar a Elisheba y le sugirió varios métodos y alternativas para evitar los constantes conflictos con el marido.
«Acuérdate», le sugirió al final de la conversación, «un fósforo encendido se apagará enseguida, pero si le agregamos combustible provocará un incendio».
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No tiene sentido dejar un teléfono roto en casa. Ignorarlo y esperar que se le pase no solucionará nada. Quizás necesitemos ayuda de un rabino o de un consejero especializado que se rija por la Torá para que pueda ayudarnos a arreglar los «teléfonos rotos» en nuestros matrimonios, si tenemos algunos que hemos estado tratando de ignorar, para que se pueda restaurar una comunicación profunda y saludable.
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Judy y Benjamín se habían casado hacía diez meses. Al principio, gozaban de una relación de afecto mutuo. Sin embargo, con el transcurso de los meses y al estar cada uno ocupado con su vida profesional, empezaron a sentir un creciente alejamiento. Ambos sentían que al matrimonio le faltaba ternura y calidez, pero ambos temían hablar de sus sentimientos abiertamente.
Finalmente decidieron buscar el consejo de un rabino. Después de conversar varios temas con la pareja, el rabino se dirigió repentinamente a Judy y la sorprendió con una pregunta directa: «¿Amas a tu esposo?»
Judy lo miró estupefacta. «¡Por supuesto!», afirmó.
Pero Benjamín negó con la cabeza. «Ya no es lo mismo», insistió.
Judy estaba perpleja. «¡Pero…pero se sabe, aunque no te diga que te amo!»
Benjamín dijo abruptamente, «Pero sigo necesitando oír esas palabras».
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Mientras uno está muy ocupado ganándose la vida, es fácil olvidar para qué se vive. Perdemos de vista los objetivos que más valoramos y perdemos de vista a las personas que más valoramos. La mayoría de nosotros ni siquiera es consciente de que se necesita un esfuerzo extra para poder enfrentar esta confusión, para volver a concentrarnos en quién y qué significa más para nosotros. Expresar el amor es algo que seguramente nos olvidamos de hacer cuando estamos demasiado dedicadas a cosas de mucha menos importancia. Hasta nos distraemos de nuestros propios sentimientos. No nos tomamos el tiempo de expresar los que tienen la máxima prioridad.
Pese a que en el matrimonio de Judy y Benjamín fue este último quien verbalizó la necesidad de oír una afirmación del amor, por lo general son las mujeres quienes expresan con más frecuencia esta necesidad abiertamente. En general las mujeres hablan de los sentimientos con más facilidad que los hombres. Habitualmente, tenemos mayor necesidad de oír palabras de afecto una y otra vez. Es por eso que quizás sigamos preguntando: «¿Me quieres? ¿De verdad me quieres?»
Las mujeres generalmente expresan los sentimientos con palabras y esperan palabras a cambio. Los hombres, por otra parte, generalmente expresan el amor con más facilidad a través de las acciones. Si tenemos en cuenta estas diferencias comunes en los estilos de comunicación, nos puede ayudar a considerar las acciones de nuestros esposos también como una clase de lenguaje.
Otra diferencia entre hombres y mujeres que aprendemos de la Torá es que las mujeres, la mayoría, tienen mayor capacidad para entender a las personas que los hombres, dado que se las creó con una dimensión extra de entendimiento. Este agudo y profundo entendimiento va a ser el recurso principal de la mujer para superar las barreras de comunicación en el matrimonio y para ayudarla, en la tarea junto a su marido, a desarrollar un lenguaje compartido que puede hacer que la vida juntos sea más agradable.
A continuación veremos algunos de los factores importantes que incrementan la comunicación.