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El individuo en la filosofia de JABAD

de «Wellsprings» (USA)

El mes de Kislev está literalmente saturado de celebraciones jasídicas. Rosh Jodesh, es el día en que el Rebe fue dado de alta tras su ataque cardíaco en 1977; el 5, es «Didán Nótzaj», la victoria en el juicio por la Biblioteca del Rebe; el 9 se cumple un nuevo aniversario de la liberación de Rabí Dovber, el «Míteler Rebe», de la cárcel rusa; el 10, es el natalicio, y también la desaparición, del mismo Rebe; el 14 conmemora la boda del Rebe con la Rebetzn Jaia Mushka, hija del Rebe Anterior; el 19 y 20, la liberación del fundador de Jabad, el Alter Rebe, de la cárcel rusa, y otras ocasiones más.
Es una buena oportunidad para echar un vistazo a una de las principales contribuciones del Jasidismo Jabad, el valor del esfuerzo individual.

¿Cómo ve el jasidismo al individuo? Para un jasid, o un erudito del pensamiento jasídico, esta pregunta podría parecer más bien sorprendente, y apenas merecedora de formularse. El jasidismo, como todos los aspectos de la Torá, se centra en muchas dimensiones de la vida: el individuo, la familia, la comunidad, el mundo. Sin embargo, no se trata de cómo otros, menos informados, ven al movimiento jasídico. Los jasidím parecen comportarse con mayor resignación que otros judíos ortodoxos en cuanto a la ropa concierne. Viven generalmente en comunidades cerradas. Su confianza en la orientación del Rebe es proverbial. Seguramente, alguna persona podría pensar, ¿no conduce todo esto a una atenuación de su individualidad?

Detrás de esta pregunta se esconde una sospecha más general: ¿El jasidismo tiene cabida en nuestro mundo moderno, o es algún tipo de resaca de épocas medievales? La tónica del modernismo es la de un interés por el individuo, más bien que considerar a la gente sólo en términos corporativos, como miembros de una tribu o clan, o de una hacienda en el sistema feudal. Un aspecto común de la Edad Media era el castigo colectivo, aplicado a una aldea o pueblo entero, sin preocupación alguna por el sufrimiento de aquellos que eran inocentes. En contraste, en nuestra época, el valor, el poder y la responsabilidad, son atribuidos a la «persona».

Como describen historiadores y sociólogos [1], hay también un concepto que hace a la peculiaridad de cada individuo, y de una tarea única para la que él o ella han sido convocados. En consecuencia, el individuo, hoy, es propenso a pensar en términos del objetivo de la obra de vida personal como un fin en sí mismo, con el empeño de dar expresión a la propia personalidad desarrollando conscientemente todas las capacidades y potenciales que uno tiene. Esto va acompañado de la conciencia y búsqueda de independencia personal y a la vez de un sentido de responsabilidad hacia la sociedad, la noción de una tarea personal por ayudar para proteger o mejorarla y el deseo de justicia social.
Todo esto representa lo que podríamos llamar la visión optimista y positiva del individuo en la sociedad moderna. Hay también una perspectiva contraria, negativa, que sugiere que bajo condiciones modernas esta forma positiva de individualidad se vuelve cada vez más difícil de obtener; tanto la identidad social como la unidad interior de la persona se disuelven. La literatura del siglo XX provee un número de ejemplos que dan expresión a este sentido de pérdida, tales como los trabajos de Franz Kafka.

Viviendo en la sociedad occidental, y hondamente afectado por sus valores, el judío moderno es proclive a evaluar fenómenos judíos en términos tomados de la cultura general. Esto nos lleva de vuelta a nuestra pregunta: ¿Cómo ve el jasidismo al individuo? Intentaremos examinar esto primariamente en términos históricos, pero sugeriremos que son relevantes también al presente.
Consideremos algunos contrastes pertinentes. Los Maskilím (Iluministas) absorbieron el concepto básico de individualismo, sin usar específicamente el término, junto a otros aspectos del Iluminismo. Atacaron aspectos de la vida judía que parecían manifestar opresión del individuo, tales como casamientos arreglados y la severidad de la ley judía. En gran medida, esta crítica de los siglos XVIII o XIX continúa hoy.
En el caso de los oponentes al jasidismo de hace un siglo había un fuerte foco en el individuo en la forma de la búsqueda de excelencia intelectual y pietista. Había una afán general por ser un gadol beIsrael (un Grande en Israel), de escribir comentarios originales sobre el Talmud, y de lograr alturas cada vez mayores de espiritualidad y piedad personal como se elabora, por ejemplo, en el Mesilat Iesharím de Rabí Moshé Jaím Luzzato. Todo esto conduciría a un fuerte sentido de auto-mérito y plenitud — con el que el individuo podría tener que lidiar en su pietística procura de humildad. Esto estaba vinculado a la novedad intelectual de los sistemas de análisis talmúdico desarrollados en las Ieshivot lituanas en el Siglo XIX, y también con los intensivos ideales reformadores del movimiento del Musar (Etica Judía). Estos ideales se centraban en el individuo en una nueva forma de pietismo asceta, y también en la esperanza de transformación de la sociedad en general.
¿Pero qué de los jasidím?

Los estudios y libros populares sobre el jasidismo han tendido a centrarse en la figura del Tzadík o Rebe. Si el jasidismo se mide solamente por sus líderes, parecería un movimiento altamente individualista. La situación es bastante diferente, sin embargo, en cuanto a los seguidores jasídicos. Si la «fe en el Tzadík» es la meta espiritual extrema, ¿dónde deja eso al jasid como individuo? ¿No conduce el hecho mismo de ser un jasid de un Rebe a un enmudecimiento de la propia individualidad?

El Individuo en la Vida Judía
Comencemos definiendo una forma básica de individualismo judío, específicamente el de la vida diaria normativa, vivida según la halajá (Ley Judía). Por su intermedio hay una sensación de relación personal con Di-s, mediante la cual el individuo siente que los detalles de su existencia están imbuidos de significado y poder. La ejecución de una mitzvá (ordenanza Divina) cambiará y mejorará el mundo, al grado de que la persona puede sentir que «su» mitzvá es parte del proceso de traer al Mashíaj.
Esta dimensión normativa de la importancia del individuo es explícitamente declarada en los escritos de Maimónides:
«Cada persona debe verse a sí misma como medio justa y medio culpable, y similarmente al mundo entero como medio justo y medio culpable. Si comete un pecado, inclina la balanza para sí y para el mundo entero hacia el lado de la culpabilidad, y ocasiona destrucción. Si cumple un único mandamiento, inclina la balanza para sí y para el mundo entero hacia el lado del mérito, y trae salvación para sí y para los demás» [2].

Esta idea fue ampliada por los cabalistas, quienes explicaron los detalles del proceso mediante el cual una mitzvá transforma al mundo. Sin necesidad de ser místicos, la creencia en este poder de la halajá normativa caracterizó a la sociedad de la cual creció el jasidismo. Este sentido de valor religioso fue ratificado por las estructuras sociales. En el curso normal de la vida judía, la estructura jerárquica de la familia prestó fuerza al sentido de mérito para ambos padres independientemente de su status social. Formalizado mediante ceremonias dentro del hogar, como ser la celebración de las comidas del Shabat y las Festividades, y particularmente la conducción del Seder de Pesaj, cada jefe de familia se convirtió en un auténtico «dueño de casa», un balebós, mientras su esposa era una baleboste. Estos términos conllevaron algo de la fuerza liberadora de la palabra «ciudadano» que, hacia finales de la Edad Media, era parte del proceso de emancipación del individuo en el mundo no-judío circundante.

Independencia de la Juventud
Mientras este énfasis en la importancia de ser dueño y, en gran medida, señor, de una familia, probablemente fortalecería el sentido de poder de los individuos en esa posición, podríamos esperar el efecto complementario de un sentido de impotencia en sus hijos. Es interesante, por lo tanto, notar que la ley judía acuerda formalmente considerable independencia a los jóvenes dentro del contexto de los ideales de la vida judía. El versículo «Cada persona debe temer a su madre y a su padre y observar Mis Shabat» (Levítico 19:3) es explicado por los Sabios como significando que si un padre ordena a un hijo desobedecer la Torá, él o ella deben seguir la ley de la Torá y desobedecer a sus padres. El Shulján Aruj (Código de Ley Judía) declara que un hombre puede irse muy lejos para estudiar Torá contra la voluntad de su padre, y análogamente puede casarse con la mujer de su elección a pesar del desacuerdo de sus padres, una idea basada en una Responsa de Rabí Joseph Colón en el Siglo XV3.

En los albores del jasidismo, la pregunta de obedecer a los padres se convirtió a veces en un tema de análisis. Una carta de Rabí Shneur Zalman a un Rabino no-jasídico defiende a sus seguidores en la comunidad de ese Rabino, quienes habían entrado en conflicto con sus padres a causa de su adherencia al movimiento jasídico. El honor a los padres se define primariamente en los términos prácticos mencionados en el Shulján Aruj, insiste Rabí Shneur Zalman, citando la Responsa de Rabí Joseph Colón. Esos términos prácticos comprenden «proveer alimento, bebida, ropa, refugio y compañía — todo de una manera grata» [4]. La implicación es que si fuera de estos aspectos de atención filial a sus padres los jóvenes desean rezar según la versión jasídica y asistir a la sinagoga jasídica, éste es su derecho, pese al rechazo de sus padres[5].

Los jasidím creían que la halajá justificaba llamar la atención en una nueva dirección de espiritualidad y quisieron transitar el estrecho y sutil sendero de la observancia del concepto de honrar a los padres.
Una versión más general de estos conflictos se refiere a los existentes entre una generación y otra, o entre el inspirado presente innovador y el aparentemente fosilizado pasado. Según el primer libro jasídico impreso, Toldot Iaacov Iosef, Rabí Najmán de Kosov, una importante figura en el incipiente movimiento jasídico y un contemporáneo del Baal Shem Tov, ofreció una llamativa interpretación a Levítico 19:31, «no te vuelvas a los mediums mágicos». Un juego de palabras en hebreo (ovot, «mediums», convertido en avot, «padres») cambió esto en «no te vuelvas a los padres». El aplicaba esto a la gente que atacaba al jasidismo preguntando: «¿Por qué no he visto esta costumbre o estilo de comportamiento jasídicos en mi padre o abuelo?» Además, agregaba: «¿Logró [tu padre] traer al Mesías?» [6]

Vemos, así, el choque de dos fuerzas opuestas: el poder del padre y el del hijo. Ambos son sancionados por la enseñanza judía. Al individuo se otorga una identidad religiosa claramente separada de la de sus padres; con todo, como padre de una familia, él mismo se vuelve cabecera de una jerarquía, con independencia económica y un poderoso sentimiento de valor y responsabilidad.

¿Balebós o Jasid?
Esto genera una pregunta en lo que concierne al grado en que el papel convencional de cabeza de familia choca con el dedicado e inspirado camino del jasid. ¿Escoge uno el poder del padre o el del hijo? A fin de desarrollarse espiritual e intelectualmente, era usual que el joven abandonara el hogar marital temporalmente a fin de estudiar Torá o visitar a su Rebe, ya sea por un tiempo corto, como ser una festividad, o por un período más largo.
¿Qué pasaba allí, observado desde el punto de vista del jasid? Una sucesión de experiencias espirituales. Estas podían saltar de aspectos de la relación del jasid con el Rebe, y también de su relación con otros jasidím. Ideas nuevas, particularmente aquellas derivadas de las enseñanzas del Rebe o de jasidím importantes, podrían abrir frescas perspectivas en lo que concierne a la naturaleza de la vida, el judaísmo, y el propio papel de uno en el mundo. La festividad misma, resaltada por las respuestas del Rebe y probablemente también por sus enseñanzas, podía comprenderse y ser experimentada como un proceso de progresión espiritual de una etapa a otra. Es cierto que esta serie de eventos psico-espirituales se vivía no solamente por gente sola, sino por miembros de un grupo, comúnmente un grupo muy grande. Desde el ángulo de visión de un visitante, la gente probablemente parecería más o menos igual, y estar haciendo las mismas cosas. Sin embargo, la lectura de enseñanzas jasídicas, ya sean de Jabad, Braslav, Kotzk u otras escuelas, y el examen de cartas de renombrados seguidores jasídicos como Rabí Itzjak Aizik HaLeví Epstein de Homel (1780-1857), indica la presencia de un mundo interior rico en el que cada miembro individual del grupo de jasidím podía vagar, explorar, descubrir y verse transformado.

Puede sugerirse que este modo de estar lejos del hogar representaba una aspiración individualista hacia el desarrollo y el descubrimiento. Expresa la libertad del hijo más que el poder del padre. En vez de aceptar el papel convencional estático de balebós, sentado a la cabeza de la mesa, acompañado por su esposa e hijos, el jasid eligió un modo de vida físico y espiritual itinerante, contenido dentro de la estructura de la vida de familia y comunidad.
En el Jabad del Siglo XX, el término idish balebátish, significando tener la calidad de la vida familiar, con sobretonos de la burguesía europea, es lo contrario a Jasídish, expresando la búsqueda de ideales «jasídicos» [7]. En ambos, el individuo tiene valor y poder. Sin embargo, en la forma específicamente «jasídica» de énfasis en el individuo, hay no solamente una sensación de que cada acción es importante, sino también un sentimiento de singularidad personal. La vida de cada individuo es no sólo altamente importante, sino que tiene una cualidad especial no compartida por otros. Implícito en esta visión más compleja hay una perspectiva de desarrollo de la persona que, como un artista, descubre lentamente su tarea peculiar.

La idea de que hay otra dimensión de posibilidad, más allá de la convencional y religiosamente sancionada domesticidad del balebós, es un aspecto general de la tensión pietista en el pensamiento judío. Esto se expresa en enseñanzas acerca del arrepentimiento, en el que el individuo transforma su dirección en la vida, posiblemente yendo de alguna manera de un extremo al otro. También se ve en el siguiente pasaje de Maimónides, en relación con el concepto del Levita, a quien la Torá atribuye un nivel de dedicación espiritual más allá de los padres, hermanos e incluso los propios hijos (Deuteronomio 33:9).
«¿Por qué no adquiere el Levita la herencia de una porción en la Tierra de Israel? Porque fue separado para adorar a Di-s y servirle y para enseñar Sus justos caminos… En consecuencia [los Levitas] fueron apartados de las hábitos del mundo.
«Y no solamente la Tribu de Leví, sino cada persona entre todos los habitantes del mundo cuyo espíritu lo impulsa… a separarse a fin de alzarse ante Di-s, adorarlo y servirle, a fin de conocer a Di-s, y aparta de su cuello el yugo de los muchos cálculos que la gente procura — Mira, esta persona es santificada, de la manera más santa, y Di-s se vuelve su porción y herencia para siempre»[8].

Hidur Mitzvá

Relacionado con este tipo de paso deliberado más allá de la norma en un plano privado de religiosidad, individualmente construido, estaba el concepto de incrementada puntillosidad en ciertas áreas de la halajá. El Talmud presentaba una serie de paradigmas de personas que adherían a ciertos mandamientos o conjuntos de prácticas de una manera que iba bastante más allá de las demandas de la ley. Especialmente enfocada en el individuo estaba la idea de que la persona podía tomar su propia decisión en lo cuanto al área de ley judía a la que él dedicaría su atención. Así, al hijo del sabio talmúdico Rabá se le preguntó: «¿Respecto de cual [mitzvá] es tu padre particularmente cuidadoso?» El contestó: «En la de tzitzít«[9].
Este concepto fue adoptado a conciencia y elaborado por los jasidím. Un interesante párrafo en una carta de Rabí Shneur Zalman habla del hecho de que, en general, todo los mandamientos de la Torá se aplican a todos «pues hay una Torá y una ley para todos nosotros.

«Sin embargo, considerado en más detalle, no todas [las almas] son iguales en esta materia, dependiendo del tiempo de su encarnación y de su venida al mundo… Similarmente, no todas las generaciones son iguales. Pues tal como en el caso de los órganos de la persona, cada órgano tiene su función propia específica y particular, el ojo para ver, el oído para escuchar, de modo que en cada mitzvá irradia un resplandor particular y específico del resplandor del bendito Ein Sof (Infinito). Ahora bien, si bien cada alma judía tiene que ser reencarnada a fin de observar todas las 613 mitzvot [este concepto de interés especial en una mitzvá en particular] implica un celo y cuidado particular, mucho más que el acordado a las demás mitzvot…»[10].

Cada judío tiene que observar todas las mitzvot de la Torá, con cuidado y celo. Pero, como resultado de factores místicos tales como el tiempo de encarnación de uno, puede haber una mitzvá especial para aquel individuo o para toda la generación, que por lo tanto tiene que ser observada con celo adicional.
Podemos comprender, por lo tanto, el papel del Rebe como aquel que es consciente de los factores místicos pertinentes y es, así, capaz de identificar para el individuo su mitzvá especial que ha de ser observada con particular esmero. Así, cuando un Rebe dice a un jasid que haga algo, esto debe entenderse no como una supresión de su individualidad sino como un punto de descubrimiento de la tarea especial de aquel. Aunque los medios para identificar esta tarea están más allá de las capacidades del jasid, pues él no conoce la importancia de factores espirituales tales como el tiempo de encarnación de su alma, una vez que la tarea es identificada siente que esto es algo especialmente para él. No solamente hay un vasto cuerpo legal que se aplica por igual a todos, sino también una mitzvá singular especial para ésta o aquella persona particular, y la única manera de saberlo es siendo consciente de la naturaleza interior del alma de esa persona.

Vemos por lo tanto una importante polaridad en cuanto al papel del individuo en este período de cambio. Un hombre piadoso podría tener una sensación de logro personal, significación y energía, simplemente jugando su rol convencional en la sociedad y volviéndose un balebós, cumpliendo todas las responsabilidades sociales y familiares y también, por supuesto, estudiando la Torá y observando los mandamientos. En esta estructura gobernaba la tradición, y los hijos seguían fielmente el ejemplo de sus padres. Sin embargo, el sentido de descubrimiento de su individualidad por parte del hombre podía verse incrementado dando pasos adicionales de devoción, más allá de esta estructura. Este camino lo conduciría a la corte de un Rebe jasídico y a la orientación e instrucciones especiales que le proveerían su propio peculiar «jasídico» modo de desarrollo, descubrimiento y expresión de sí mismo como individuo.

Sin embargo, en las siguientes generaciones esto mismo podía llegar volverse rutina y balebátish, contra lo que los jóvenes individualistas del futuro podían buscar rebelarse. La virilidad de una escuela jasídica podía medirse por su capacidad de proveer a los hijos y nietos de sus adherentes una continua atmósfera de tensión dinámica y descubrimiento.
En este giro hacia la originalidad del individuo, algunos de los elementos del jasidismo originados con el Arízal (Rabí Itzjak Luria, Siglo XVI) también jugaron su papel, especialmente en su nueva forma jasídica.

Un aspecto central de la Cabalá del Arízal es su descripción del proceso mesiánico de tikún («Reparación»). Describiendo la existencia como un extenso sistema en el que lo espiritual y lo físico están interconectados, las enseñanzas del Arízal describen el mecanismo mediante el cual cada acción, palabra e incluso pensamiento es potencialmente parte del largo proceso de avodat habirurím. Este es el místico «tamizando» de las chispas Divinas que han caído entre las cáscaras impuras (kelipot), elevándolas a su fuente Divina y logrando finalmente con ello la transformación mesiánica del mundo. En el jasidismo, este proceso es presentado de una manera altamente personal: cada individuo tiene sus «propias» chispas que sólo él puede elevar. La persona tiene una tarea específica, relacionada con su propia alma y con lo que es llamado «su parte en el mundo», significado su alimento, su ropa, su hogar, su negocio. En todos estos aspectos materiales de la vida hay una oportunidad de elevar chispas Divinas, de trabajar hacia el tikún de su alma y, en última instancia, de la Shejiná (la Presencia Divina).

En este proceso, la relación con el Rebe es crucial: tanto en orientar al jasid en la dirección que lo conducirá a redimir esas chispas, y también en darle el poder espiritual, redentor, para lograr esa tarea. En este proceso se desarrollaron nuevas formas de interioridad espiritual. Una de las más importantes de ésta era el aspecto más novedoso y controvertido del movimiento jasídico: la plegaria.

Rebe y Jasid en la Plegaria
Es bien conocido que el jasidismo presentó nuevos enfoques individualistas en la práctica de la plegaria. Por ejemplo, tómese el párrafo sobre el estudio de la Torá y la plegaria en la conocida carta del Baal Shem Tov, enviada a su cuñado, Rabí Guershón de Kuty:
«Durante tu plegaria y estudio, en cada palabra, ten la intención de lograr unificación allí. Pues en cada letra hay mundos, y almas, y Divinidad, que se alzan y unen uno con el otro. Luego las letras se unen y unifican y se convierten en una palabra. Ellas logran una auténtica unidad con Di-s. Debes incluir tu propia alma con ellas a cada paso»[11].
Los elementos básicos de esto se repitieron en muchas enseñanzas similares emanadas del incipiente movimiento jasídico. Consideremos su efecto sobre la sociedad contemporánea. Podemos sugerir diferentes respuestas desde los dos diferentes sectores de la jerarquía del logro espiritual: los hombres de estatura, que sintieron ellos mismos que podían poner estos conceptos directamente en práctica; y los seguidores jasídicos, que creían en la autenticidad de este nivel de percepción mística en la vida del Tzadík pero no lo reclamaron en cuanto a su propia veneración religiosa.
Consideremos al último grupo. Este estaba compuesto por gente, miembros de la clase erudita, que no sentía que podían poner estas enseñanzas directamente en práctica. Cuando pensaban acerca de estas ideas y otras comparables, se llenaban de temor: la enseñanza indicaba la grandeza del líder jasídico, quien puede genuinamente moverse en mundos superiores, y quizás también de un círculo interior de hombres de estatura, los principales jasidím. En contraste, los miembros de este amplio «segundo grupo», ya sea si los denominamos seguidores, o admiradores, continuaron rezando en un minián (quórum sinagogal) de la manera tradicional.

Sin embargo, es probable que el conocimiento de los logros especiales de los líderes en el movimiento jasídico tendría el efecto de mejorar la plegaria del jasid ordinario. La plegaria del jasid junto a un Rebe adquirió una dimensión especial de entusiasmo. Mediante éste, no reclamaba para sí estar entrando en los mundos superiores, pero sí experimentaba un nuevo sentido, adicional, de la importancia en su plegaria, no como un individuo sino como parte de un significado religioso dado totalmente por el poder carismático del Rebe. Aquí, el jasid de hecho perdió (o trascendió) su propia individualidad; con todo, quizás también aquí se descubrió a sí mismo en términos religiosos personales. Su fe en que el Rebe era capaz de llegar a la cima de la «escalera de la plegaria» dio un incrementado sentido de la importancia de su propia plegaria que estaba al pie de esa misma escalera, pero conectada.

Una extensión de esto es que el jasid sintió que la plegaria del Rebe era por él, el jasid. El Tzadík logró devekut (éxtasis) en un nivel enaltecido, mucho más allá de lo que podría ser soñado por el jasid, pero en virtud de la conexión entre ellos, como es expuesto en las enseñanzas de un número de líderes jasídicos de antaño, el jasid es incluido de algún modo, y asistido, por las proezas místicas de «su» Rebe. Así, la plegaria del Tzadík abre una puerta para la propia espiritualidad del jasid. Fortalecido por el poder del devekut del Tzadík, él mismo puede rezar ahora con poder intensificado. La atenuación del individualismo conduce a la pasividad; aquí, en contraste, la purificadora penetración del Tzadík allana el sendero para la acción espiritual por parte del jasid.

Otro aspecto de la relación del jasid con el Rebe concierne al hecho de que el jasid se vio a sí mismo como un seguidor de un líder específico. A lo largo del jasidismo en las tempranas etapas del movimiento, y para ciertas personas en cada punto de su historia, la elección de un Rebe específico era cuestión del jasid como individuo. Hacia finales del siglo XVIII se propagó la idea, en base a conceptos cabalísticos más antiguos, de que uno debe encontrar al Rebe que tiene la «raíz» específica de su propia alma. Los años adolescentes de muchos seguidores jasídicos en elaboración eran invertidos en deambular de una corte jasídica a otra a fin de hallar a su «propio» Rebe.

Una vez que el jasid encontró a su Rebe, su propio sentido de ser quedó con ello expandido. El no era simplemente un ordinario balebós, ni de hecho un ordinario pietista. El era un jasid de A o B o C, sintiendo que estaba en un camino específico, conducido por un maestro y guía espiritual particular. Cuando esa orientación misma pasaba por un proceso de desarrollo, el jasid trataba de mantenerse a la altura. Rabí Najmán de Braslav pasó transformaciones espirituales agudas, y seguidores cercanos tales como Rabí Natán Sternhartz y Rabí Naftalí de Nemirov se entregaron al Tzadík, a fin de dejarse llevar conjuntamente con él. Se cuenta la historia de que Rabí Najmán dijo una vez a Rabí Natán y a Rabí Naftalí: «¡Os tengo a vosotros dos atados en una bolsa!» Ellos respondieron: «¡Atanos con más fuerza!»
¿Es este abandono total del propio ser también un descubrimiento del propio ser? Un adagio de Jabad declara: «Pnimiut Jasid, Rebe» — la interioridad de un jasid es su Rebe. El reconocido individualismo de los líderes del movimiento jasídico evocó dentro de sus cercanos seguidores respuestas interiores que crearon un poderoso sentido de identidad y dirección, creando una nueva forma de individualista: el jasid.

En la tercera generación del jasidismo, en ciertas escuelas, se desarrollaron sistemas de plegaria individualista e intensiva para el jasid por propio derecho. Si en Braslav era el hitbodedut (diálogo solitario con Di-s) o en Jabad el hitbonenut (la meditación), habían aquí modos para que el jasid descubriera su propio mundo de espiritualidad.

Meditación Jabad
El proceso de meditación es casi, por definición, una experiencia privada, llevando lo contemplativo más allá de la estructura normativa del servicio sinagogal. Hay descripciones del comportamiento de contempladores de vanguardia, tales como Rabí Nisán Nemenov (1908-1984), quien como un joven en Kremenchug solía rezar «por cuatro horas, parado junto a la pared como un poste»[12]. El pintor Hendel Lieberman, hermano del famoso maestro de Jabad, Rabí Mendel Futerfas (circa 1909?1995) pintó un cuadro de un jasid sentado solo en una sinagoga, envuelto en un talit, inmerso en profunda meditación; el reloj sobre la pared muestra las tres de la tarde, obviamente una tarde de Shabat. La meta de este tipo de meditación extendida es bitul, auto-abnegación. El ego de la persona rezando se disuelve, como si fuera. El Aní («yo») se transforma en áin (la mística «nada»). La persona es capaz de darse cuenta, de una manera total y definitiva, que ein od milvadó, «no hay nada aparte de El».

Esto presenta una pregunta, sin embargo: ¿Conduce la búsqueda jasídica de bitul, auto-abnegación, a una supresión del individuo como persona? La respuesta parece depender del nivel de identidad personal que está en consideración. La psicología mística de Jabad nos habla de dimensiones diferentes del ser. El nivel más exterior es el del «Alma Animal». Cuando ésta logra abnegación, lo que se expresa entonces, en cambio, es la dimensión interior, Divina, de la persona. El individuo pierde un aspecto del ser pero gana acceso a otro.
Sin embargo, llegado a este punto, nuestra capacidad para definir «ser» e «individuo» es llamado a pregunta. La rendición total del ser es descripta como elevando a la persona a un plano más alto de ser. La definición sociológica del individualismo en el modernismo se vuelve inadecuada aquí. Quizás debamos más bien hablar en términos de la auto-trascendencia de un artista, y de su funcionamiento de una manera automática, más allá de la voluntad personal.

Otra variedad de auto-trascendencia analizada en las enseñanzas de Jabad acerca de la meditación hace al contraste entre la búsqueda individual por «saciar la sed de su alma que anhela por Di-s» y una aspiración más elevada, lograr «la unidad del Santo, bendito sea El, y Su Shejiná«, un tema que en última instancia tiene una connotación mesiánica. Aquí, el anhelo de placer espiritual del individuo es trascendido por algo más alto, relacionándose tanto con una conciencia superior de lo Divino como con toda la comunidad humana. El límite del individualismo jasídico, al menos en el caso de Jabad, es la auto-rendición del alma y sus alegrías al encuentro de un total mayor, involucrando no apenas la natural búsqueda del hombre de satisfacción espiritual sino el propósito Divino para toda la Creación.

Mientras pugna con el intento de ir más allá de su propia personalidad, incluyendo su ser espiritual, el meditante de Jabad también tenía una relación con la sociedad a su alrededor. De él se esperaba, por lo tanto, que fuera un maestro, inspirando a otros en cuanto a valores jasídicos aplicados a la vida. Un formato de esto era la instrucción directa, exponiendo los temas de uno u otro de los tratados de Jabad. Otro, que seguramente existió desde la época del quinto Rebe y probablemente antes también, es el farbrenguen, la reunión jasídica.

Cada Detalle es Significativo
El tema de la importancia del individuo y de su vocación espiritual en la vida es destacado en el pensamiento de Jabad más tarde, particularmente como es aplicado al trabajo del shlíaj, el emisario fortaleciendo el judaísmo, ya sea en la Rusia Comunista, la Polonia de preguerra, o los Estados Unidos y el Occidente moderno. El siguiente párrafo, de la obra Haiom Iom provee un ejemplo de este concepto de la importancia universal de cada paso de cada individuo:
«El concepto de hashgajá pratit (Supervisión Divina Individual) es que no solamente los detallados movimientos de todo son regidos por la Supervisión Divina sino también que el movimiento particular de cualquier cosa se relaciona con el propósito general para la Creación… pues al combinar todos los movimientos particulares… el propósito [Divino] en el misterio de toda la Creación se cumplirá.
«Ahora bien, la persona debe pensar: si el movimiento de una lámina de pasto es por hashgajá pratit y afecta la perfección del propósito de la Creación, cuánto más es así con la humanidad en general y el judío en particular»[13].

En el contexto del Occidente moderno este proceso ha tenido un pronunciado aspecto creativo personal, a pesar del continuo intento de trascenderse uno mismo y a «cumplir la kavaná (propósito) [Divina]» en lugar de simplemente ganar satisfacción personal. Un aspecto importante de esto, especialmente en el contexto de la adición al campo de Jabad de baaléi teshuvá –retornantes– de variados estratos de la vida, es la idea de que cada talento y habilidad que tiene la persona debe emplearse en la tarea espiritual de difundir la enseñanza judía.

Una charla del Rebe publicada como folleto en 1985 expresa la idea de que cada detalle es importante en esta tarea: cada gramo de esfuerzo propio, cada habilidad y talento, cada momento de uno[14]. Esta meta combina a ambos, la procura por desarrollar la propia fuerza creativa individual y también la meta de trascender esa individualidad al dirigirla en aras del Cielo y como medio de «conocerlo a El». Mediante esta doble tarea, el individuo se descubre a sí mismo y transforma el mundo.

(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar).

Notas:
1. Véase Johan Huizinga, Hombres e Ideas: Historia, la Edad Media, el Renacimiento (Londres, 1960), p. 284.
2. Mishné Torá, Hiljot Teshuvá, 3:4.
3. Véase Shulján Aruj, Ioré Deá 240:25, y Teshuvot Maharik no. 166.
4. Véase Ioré Deá 240:4.
5. Igrot Kodesh Admur HaZakén, p. 175?77.
6. Toldot Iaacov Iosef (Lemberg, 1858), Bo, 49c. Con esto pretendía decir que dado que tu padre no trajo al Mesías, una nueva dirección de servicio es necesaria.
7. Véase Rabí Shalom Dobver, Torat Shalom, Sefer HaSijot, p. 235; Rabí Iosef Itzjak, Sefer HaSijot 5680?5687 p. 28; Igrot Kodesh Admur Shlitá, vol. 19, p. 419?20; Kuntres Tzadik LaMélej 6, p. 123. Mi gratitud a B. Z. Oster y B. Z. Hackner por referencias respecto a este tema.
8. Mishné Torá, Hiljot Shemitá veIovel 13:12?13.
9. Shabat 118b.
10. Tania, Parte IV, secc. 7, 112a.
11. Keter Shem Tov secc. 1.
12. Información oral de Rabí Yankel Gurkow (circa 1907?1993).
13. Rabí M. M. Schneerson, Haiom Iom, Jeshván 28, p. 108.
14. Likutéi Sijot, vol. 28, p. 47?8.


 

Naftali Loewenthal

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