El Día del Perdón
(selección extraída del libro «La Torá y la Actualidad», por el Rabino Rafael Freue, ©Asoc. Unión Israelita Sefaradí «Luz Eterna»)
El rey David escribió en el Tehilim 139: «Iamim iutzaru, velo ejad bahem», que significa: «muchos días fueron creados, pero hay uno de ellos que es especial para Hashem». Precisamente, se refería al día de Iom Kipur.
Desde cuarenta días antes, nos preparamos para llegar a este momento tan importante, decimos los «Selijot», nos reunimos en los Baté Kenesiot y Ieshibot para estudiar cada vez más nuestra Torá, tratarnos de mejorar nuestra conducta con el compañero y con el Todopoderoso para que cuando llegue ese día tan precioso, Di-s nos perdone por nuestros pecados y nos selle en el libro de la vida durante este nuevo año.
Uno de los calificativos de Iom Kipur es «Iom Norá», que normalmente traducimos como «Día de Temor», pero posee otro significado también, es un día de elevación espiritual y con un brillo particular frente al resto del año. Durante veinticuatro horas dejamos de lado el materialismo, se prohibe comer, beber, lavarse y calzar zapatos de cuero a pesar de tratarse de elementos básicos para el funcionamiento de nuestro cuerpo. La Torá no busca el sufrimiento del individuo en ningún caso y tampoco lo hace con las prohibiciones del día de Kipur. Intentemos analizar el sentido de este día. De cada ser humano depende encontrar el equilibrio entre el instinto v el raciocinio para que el cuerpo reciba sólo lo que la mente permite, para lograr así la integridad que la Torá reclama. Cuando este equilibrio ideal no funciona debido a la falta de control, la persona cae en el pecado y correspondería que retorne inmediatamente a la normalidad por intermedio de la Teshubá, arrepintiéndose de lo que sucedió y tomando el compromiso de no repetir los errores en el futuro. Pero lamentablemente, en determinadas circunstancias se han perdido las riendas hasta tal punto que la mente apoya lo que el instinto le reclama con argumentos falsos basados en sus propios intereses. Se formulan preguntas sin intención de encontrar respuestas, sólo por la pregunta en sí misma, para así justificar actitudes sobornadas por el instinto que lo controla y maneja a su antojo y placer.
¿Cómo nos liberamos? Nuestros Jajamim nos aconsejan: no debemos luchar contra el instinto en su terreno con la esperanza de poder vencerlo, ya que lo más probable es que tropecemos. La inteligencia radica en esquivarlo: un buen capitán de un barco es el que lo conduce por un mar calmo y sereno y no el que se introduce en un lugar lleno de témpanos y los elude. A una persona alcohólica le sugerimos que para doblegar a su enfermedad no debe ingresar a un bar ni siquiera para tomar un café, porque lo más probable es que en ese caso su vicio lo someta. De esta forma, quizás la mente recupere su lugar para poder volver al equilibrio adecuado. Es el sentido de Kipur, en donde privamos al cuerpos de elementos necesarios para su desarrollo con la esperanza de que la parte espiritual recupere su lugar perdido.
De acuerdo con estos conceptos, Kipur no consiste sólo en ayunar, concurrir al Bet Hakeneset, realizar una donación …. y retornar a la vida normal sin ningún cambio, sino que debemos aprovechar este día tan sagrado para que sea la base y punto de partida para una nueva vida fundamentada en el manual de instrucciones que Di-s nos entregó: la Torá.
Debemos replantear nuestra existencia. No se nos reclama ser como nuestros Patriarcas o como Moshé Rabenu, sólo que seamos como podemos y debemos ser.
Muchas veces el ser humano tranquiliza su conciencia buscando a alguien. que se encuentre en un nivel espiritual inferior. Si por ejemplo su Tefilá fue dicha sin concentración o salteando parte de la misma, se acuerda del amigo que ni siquiera se coloca el Tefilin, y así encuentra un alivio por su error. Así sucede con todos los preceptos, pero la persona se equivoca al compararse con el otro porque cada uno es un mundo propio con cualidades particulares y la única relación que se puede hacer es con uno mismo: si desarrolló o no todo el potencial que tenía.
La Torá nos enseña -según explica el Rambain- que la Mizvá de hacer Teshubá es sencilla y fácil de concretar: «está cercana a ti mucho, en tu boca y en tu corazón para cumplirla» (Debarim 30). El Rab Jaim Shmulevish Z»L en su libro «Sijot Musar» pregunta por qué entonces son tan pocos lo que la alcanzan?. Su respuesta es que el ser humano se acostumbra a vivir con sus errores y pecados, sin tomar conciencia de lo que hace. Uno de los ejemplos que el Rab menciona para comprender su interpretación, es lo que el Talmud narra en Masejet Sotá 13 cuando Iaacob Abinu falleció, fueron sus hijos a enterrarlo en Mearat Hamajpelá, el lugar donde están enterrados Adam y Javá,. Abraham y Sará, Izjak y Ribká y finalmente la cuarta pareja- Iaacob y Leá. Sin embargo, Esav -el hermano de Iaacob- impedía el entierro argumentando que ese lugar le pertenecía. Los hijos de Iaacob comenzaron a discutir con Esav y sostenían que él había vendido ese lugar cuando realizó la venta de la primogenitura, pero ante la negativa de Esav rápidamente encontraron la solución: que Naftalí -que era veloz como un ciervo- se dirigiera a Egipto a buscar el documento que certificaba la venta. Uno de los nietos de Iaacob Abinu, llamado Jushim ben Dan, presenciaba lo que ocurría sin entender qué sucedia, ya que era un poco sordo y escuchaba con mucha dificultad. Cuando le aclararon el tema, respondió violentamente: «¡¿Hasta que Naftalí regrese do Egipto mi abuelo quedará con la verguenza de no ser sepultado?!», Instantáneamente tomó su espada y cortó la cabeza de Esav el perverso. El Rab Shinlilevish Z»L pregunta cómo fue posible que ninguno de los hermanos reaccionara ante el desprecio tan claro y evidente que hubiera sufrido Iaacob Abinu. Su respuesta es que el problema fue el acostumbramiento. Al comenzar a discutir con Esav, las opiniones variaban de una parte a la otra y mientras tanto se acostumbraron a ver a Iaacob Abinu en el estado en que estaba esperando el entierro. No fue esto lo que sucedió con Jushim ben Dan, que al no escuchar no sabía cuál era el tema en cuestión. En sus ojos sólo veía a su abuelo sufriendo una vergüenza injustificada. No se acostumbró a la situación. Cuando supo el motivo no pudo soportarlo y puso fin al problema.
El acostumbramiento a los pecados destruye a la persona y le impide su Teshubá. El Talmud en Kidushin 20 comenta en nombre de Rab Huná: «cuando la persona comete un pecado y lo vuelve a repetir, queda permitido para él. ¿Puedes pensar que sea permitido para él?» -continúa la Guemará-. La respuesta es: no, el sentido es que para él se transformó en algo permitido. ¿Por qué Rab Huná no comentó en forma directa que al repetir una transgresión la persona considera como si la misma fuera permitida para él?. La explicación es que lo presentó en esa forma para que aprendamos un consejo para salir del acostumbramiento: escuchar algo que llame la atención por parecer poco creíble como en este caso. De esta forma, podremos reaccionar de nuestras malas costumbres.
Es lo que pregonaba Ribí Alexandri: «¿Quién desea la vida, quién desea la vida?». Toda la gente se reunió para pedirle ese elixir maravilloso que parecía tener. El Rab sólo les mostró los versiculos de Tehilim 34 : «¿Quién es el hombre que desea la vida, que quiere muchos días en que verá el bien?…. Guarda tu lengua de hablar mal y tus labios de decir engaños… Apartaos del mal y haced el bien, buscad la paz y perseguidla». Si Ribí Alexandri les hubiese mostrado el versículo sin pregonar ¿quién desea la vida? no hubiesen reaccionado, ya que el versículo era conocido por ellos desde mucho tiempo atrás sin que tornaran conciencia de su concepto verdadero. Sólo después que el Rab los hizo reaccionar con la pregunta pudieron reaccionar.
Nuestros sabios igualan los momentos previos al día de Kipur con la siguiente parábola: el dueño de una gran fábrica debia viajar a otro país por un año, por lo que decidió alquilarla por ese tiempo. Se trataba de una persona inteligente que trataba muy bien a sus empleados, para que así rindieran al máximo en el trabajo. Pero el inquilino no tenía este tipo de razonamiento, ya que lo único que le interesaba era obtener los mejores ingresos por ese período en el que alquiló la fabrica. Su crueldad fue terrible, maltrató a los obreros, cambió las condiciones de trabajo y disminuyó los sueldos. Los empleados no veían el momento en que terminara su contrato, para que así regresara el dueño. Transcurrió el año y comenzó a correr el rumor de que en la última semana se presentaría el dueño para renovar el contrato con el inquilino. Los obreros pensaron en realizar una manifestación para implorarle al dueño: «no nos entregues nuevamente en las manos de un ser tan cruel, apiádate de nosotros, sólo a ti te queremos como dueño». El inquilino perverso se enteró de los planes de los obreros e intentó arruinarlos. ¿Qué hizo?. Los cargó de trabajo adentro y afuera de la fábrica para que estuvieran ocupados durante el día de la visita del dueño. Los obreros creyeron que igualmente dispondrían de tiempo para poder conversar con el dueño, pero el dia transcurrió y observaron en la última hora cómo el dueño se dirigía con el inquilino a su oficina para renovar el contrato. En ese momento reaccionaron, abandonaron las máquinas y el trabajo y se prosternaron delante del dueño de la fábrica clamando con llanto: «¡nuestro señor, nos entregaste en manos de una persona cruel, no nos abandones nuevamente!».
La moraleja es que Hashem es nuestro Padre piadoso, pero por nuestros pecados nos entregó en manos del Satán que nos hace sufrir. En los días entre Rosh Hashaná y Iom Kipur, Hashem nos viene a visitar como está escrito: «busquen a Di-s cuando se encuentra, llámenlo cuando está cerca» (Ieshaiá 55), o sea específicarnente en estos días. ¿Qué hace el Satán?. Hace que nos ocupemos con nuestras preocupaciones personales para que no tomemos conciencia de la verdadera necesidad del momento. El contrato -Di-s no lo permita- se puede renovar por otro año y eso implicaría un resultado catastrófico. Es el momento de clamarle a Di-s: «¡vuelve Tú a reinar sobre nosotros con favor y piedad». Es el significado del versículo: «De todos vuestros pecados, delante de Di-s se purificarán» (Vaikrá 16), ya que la única purificación posible es cuando estamos en estos días delante de Hashem. ¡Si no es ahora, ¿cuándo será?!. Debemos aumentar nuestras oraciones, Tzedaká y Teshubá para que nuestro Padre piadoso se apiade de nosotros.
Debemos aprovechar este regalo Divino llamado Iom Kipur, recordando lo que dijo Rabí Akiba en la Mishná.Iomá. «Ma mikvé metaher et hatemeim, af Hakadosh Baruj Hu metaher et Israel». O sea: «de la misma forma que el baño ritual purifica a los impuros, también Hashem purifica a Israel». Nuestros sabios explican que para recibir la purificación del mikve, se debe sumergir en ella sin que nada separe entre el cuerpo y el agua. Igualmente, si queremos recibir la purificación Divina de Iom Kipur, debemos sacar el pecado de nuestro cuerpo que nos aleja del Creador, para alcanzar así un año lleno de bendiciones y prosperidad. Amén.
Rabino Rafael Freue
Iasher koaj.
Excelente dvar Tora. Reflexión