El Cuerpo «habla»
Extraido del libro Talladores de Diamantes
Si, alguna vez, quieren saber qué cree un hijo, que su padre piensa de él, pregúntenle al padre qué piensa, realmente, de su hijo.
Existe un idioma particular, a tener en cuenta, cuando se trata de las formas de demostrar el afecto. Este es el idioma corporal, que se utiliza como lenguaje, en todo momento. Posee códigos propios y, a través de él, se puede expresar todo.
También tiene una ventaja (o desventaja), con respecto a los otros idiomas: no se lo puede controlar ni manejar, en un sentido u otro.
Y, si existe algo que se expresa con autonomía, ese algo es el idioma corporal… Exhaustivas investigaciones demostraron que, solo un treinta por ciento del mensaje, que es transmitido durante una conversación, llega a través de la palabra. El setenta por ciento restante se expresa mediante un bagaje de medios gestuales y corporales, a los cuales no tenemos posibilidad de controlar completamente, ni a los mensajes que se desprenden de ellos.
En el marco del idioma corporal, se destacan el tono de voz, la medida de tensión que se trasluce y la medida de interés en el tema que se conversa, entre otros.
El tono es determinante. Expresa los sentimientos, con absoluta fidelidad. Muchas palabras no dichas recorren su camino, directamente «entrelíneas», hacia la conciencia de nuestros interlocutores, que las captan con precisión.
Y todavía no hablamos de las palabras que escapan de nuestra boca accidentalmente, sin intención, que cubren y oscurecen todo lo dicho, ordenada y organizadamente…
Junto con el contenido del idioma corporal de la boca, existen muchos otros en el resto del cuerpo: la mirada y la expresión de los ojos, los movimientos de manos y palmas, la contorsión de la estructura corporal, la posición de las piernas, la inclinación de la espalda, y otros.
Vale decir: las palabras no son únicamente captadas por los oídos de nuestro interlocutor, sino también por sus ojos. Debemos saber que, quien está frente a nosotros, nos decodifica, y recibe una impresión nuestra, aun si no es experto en la materia.
Las herramientas emocionales y los delicados sentidos de identificación, que cada uno de nosotros posee, descifran, sin que estemos conscientes de ello, el lenguaje corporal. El «de enfrente» es un socio de mucho peso, para determinar el significado de nuestras palabras y el mensaje oculto que las acompaña.
Este es el motivo por el cual, el teléfono es usado como un arma eficaz por parte de mentirosos y falaces, ya que, mientras se sostiene el tubo del mismo, puede brincar, cerrar los puños, arrojar trompadas al aire, moverse con intranquilidad y, quien está del otro lado de la línea, no podrá percibir sino lo que escucha.
Es aconsejable que, todo aquel que desee transmitir un mensaje auténtico y conversar sobre un tema, sinceramente (tanto como si desea impresionar a alguien directamente), que deje el teléfono a un costado y entable una conversación cara a cara.
Segundo lenguaje
¿Qué impresión nos causa escuchar a una persona e interpretar su idioma corporal, contrariamente a lo que expresa verbalmente? Sentimos incomodidad, como si estuviéramos hablando con alguien que afirma con su boca, mientras niega con su cabeza…
La contradicción no solo nos confunde y entorpece nuestra posibilidad de comprender, sino que nos brinda, rápidamente, el convencimiento absoluto de que, frente a nosotros, se encuentra una persona inestable. No se puede «edificar» sobre su honestidad ni aceptar su palabra, tal como es pronunciada.
Cuando alguien dice: «tengo todo el tiempo del mundo para ti», y mira de soslayo el reloj en su muñeca; cuando se contrae en su asiento, nerviosamente, y dice «yo no me siento presionado»; cuando se muerde los labios con notable enojo, pero pretende que: «no me molesta lo que dijiste»; o cuando le responde a quien le prestó dinero, que en dos días le devolverá la suma completa, pero su tono de voz transmite dudas de sus posibilidades de cumplir con su palabra. En todos estos casos, si se interpreta correctamente, se comprenderá que esta persona actúa incorrectamente…
El idioma corporal, al servicio de los niños
Los sentidos de los niños están muy desarrollados, no menos que los de los adultos, aún más. Ellos comprenden, perfectamente, lo que se les dice, y también lo que se les insinúa, paralelamente.
Incluso poseen una ventaja notable: mientras que comprenden todo, nosotros estamos seguros de que no entendieron nada. Cuando los reclamos del padre son expresados, sin que esté convencido de sus argumentos, ellos lo notarán. Cuando perciban dudas en el tono de voz de la madre, captarán y aprovecharán la vacilación, en su beneficio.
Cuando un padre no valora a su hijo y lo desprecia, aunque afirme que valora y considera el potencial escondido en él, esto afecta al niño, que no le cree. Quien les diga que son pocas las posibilidades de esconder, a un niño, nuestro verdadero concepto de él, está equivocado: ¡no hay ninguna posibilidad, en absoluto!
Cierto padre, molesto porque, según él, su hijo es antipático y malhumorado, y siempre se queja por todo, decía: «¡cuanto más lo valoramos, sigue sumando reclamos, como si en realidad, lo despreciáramos!».
Le pregunté, guiñándole un ojo: «Dime la verdad, ¿qué opinas de tu hijo como persona, en qué peldaño de la escalera de la humanidad lo pondrías?».
«¡Él es…, realmente, un tonto!» dijo el padre, respondiendo, al mismo tiempo, a mi pregunta, y también… a la suya.
Si, alguna vez, quieren saber qué cree un hijo, que su padre piensa de él, pregúntenle al padre qué piensa, realmente, de su hijo.
Rab Aharón Fridman