El camino del medio
Extraído de Maimónides: obra ética y filosófica
1.Cada ser humano posee muchas conductas, cada una distinta y distante de otra:
1) Hay personas que son irascibles, se enfurecen constantemente; por el contrario, hay personas de temperamento pasivo y no se enojan en absoluto, y si se enojan, será un enojo leve poco frecuente.
2) Hay personas que son extremadamente orgullosas y hay quienes son excesivamente sumisos.
3) Hay personas que son voluptuosas, no se satisfacen con ningún tipo de placer, y hay quienes poseen un corazón extremadamente puro que no desea ni el placer ínfimo que el cuerpo necesita.
4) Hay personas ambiciosas que no se satisfacen ni con todo el dinero existente, como está dicho: «El que ama el dinero, no se satisfará con el dinero» (Eclesiastés 5:9).
En cambio hay quienes escatiman consigo mismos, para quienes es suficiente incluso algo ínfimo que no le será suficiente, n tratando de obtener lo necesario.
5) Hay personas que se privan de comer y ahorran todo lo posible, no gastando incluso lo mínimo de lo propio sino con mortificación, y hay quienes despilfarran todo su dinero conscientemente. De este mismo modo encontramos en todas las demás cualidades, por ejemplo:
6) personas desenfrenadas y personas melancólicas.
7) personas mezquinas y personas pródigas.
8) personas crueles y personas compasivas.
9) personas cobardes y personas temerarias, etc.
2.Existen entre cada conducta y la contraria a ella en el extremo opuesto conductas intermedias, distantes tanto de un extremo como de otro. Todas las cualidades existentes se definen del siguiente modo:
1) Aquellas que están presentes en la persona desde su nacimiento, según la naturaleza de su cuerpo (innatas).
2) Aquellas que la naturaleza particular de una persona le hace tender a ellas y que en el futuro internalizará más rápidamente que otras.
3) Algunas que no son innatas, sino que la persona las ha adquirido del medio, o que tendió hacia ellas por él mismo debido a algún pensamiento que tuvo, o que escuchó que esta conducta es positiva y que conviene practicarla, y se condujo según ella hasta que se internalizó dentro de él.
3.Los dos extremos distantes unos de otros que se presentan en las conductas no son una senda positiva, y no conviene marchar por ellos y no enseñarlos a uno mismo. Si la persona percibe que su naturaleza se inclina a uno de estos extremos o está más preparado para uno de ellos, o que ya adquirió uno de ellos y se condujo así, debe
volver a lo óptimo y marchar por el camino positivo, es decir, el camino correcto.
4.El camino correcto consiste en la conducta intermedia que se presenta en toda cualidad que posee el ser humano, y ésta es la conducta equidistante de los dos extremos y no más cercana de uno que de otro. De tal forma, encomendaron los sabios que nos precedieron que la persona dirija sus cualidades constantemente encaminándolas hacia el sendero intermedio, y así será íntegro (en su cuerpo). ¿De qué modo?
a) Que no sea irascible, enfureciéndose fácilmente, ni tampoco como un muerto que no siente, sino equilibrado: que no se disguste sino por aquello que es propio disgustarse; así no se comportará con enojo en el futuro.
b) Del mismo modo, que no desee sino los placeres que el cuerpo necesita y sin los cuales es imposible mantenerse, como se ha dicho: «El justo come para satisfacerse» (Proverbios 13:25).
c) Así, que no se agote trabajando sino para obtener lo necesario para subsistir, como se ha dicho: «Un poco es bueno para el justo» (Salmos 37:16).
d) Que no escatime ni despilfarre dinero, sino que haga beneficencia según sus posibilidades, y que preste adecuadamente (con documento y testigos) a quien lo necesite.
e) Que no sea desenfrenado y jugador ni triste y melancólico, sino alegre toda su vida, con tranquilidad, con afable comportamiento. Así con el resto de las cualidades. Y esta senda se denomina «el camino de los sabios».
5.Toda persona cuyas cualidades son intermedias y equilibradas se denomina «sabio». En cambio, aquel que es estricto consigo mismo y se aleja de la cualidad intermedia hacia un lado u otro se denomina «piadoso». ¿De qué modo?
El que se inclina del orgullo hasta el extremo último y pasa a ser muy sumiso, se denomina «piadoso», y esta es la cualidad de la piedad. Si se inclina sólo hasta el centro y se trasforma en humilde, se denomina «sabio» y esta es la cualidad de la sabiduría. Según este mismo método, se refleja en el resto de las cualidades. Los piadosos que nos precedieron solían inclinar sus cualidades del camino intermedio hacia dos de los extremos: hay cualidades que solían inclinar hacia el extremo último y otras hacia el extremo primero. En ambos casos actuaban más allá de la línea estricta de la ley.
6.Nosotros estamos encomendados a comportarnos según estas conductas intermedias, siendo este el método correcto y óptimo, como se declara: «Has de comportarte según Su camino…» (Deuteronomio 28:9).
Los sabios han encomendado la explicación de este mandamiento de modo tal que, si Dios se denomina «Compasivo»,también tú has de ser compasivo; como él se denomina «Misericordioso», también tú has de ser misericordioso; como él se denomina «santo», también tú has de ser santo. Debido a esto, fue denominado El Eterno por los profetas con todas estas denominaciones: «Lento en la ira y grande en bondad», «justo y recto», «íntegro», «fuerte y poderoso», etc., para hacernos entender que estas cualidades son óptimas y correctas, siendo que la persona debe comportarse según estos paradigmas y asemejarse a El Eterno según sus posibilidades.
7.¿Cómo ha de acostumbrarse el hombre a practicar estas cualidades hasta incorporarlas en él? Deberá practicar, repitiendo muchas veces las conductas que definen cualidades intermedias, hasta que estas conductas le sean fáciles y no representen ningún tipo de molestia, de tal modo ingresarán estas cualidades en su personalidad. Como con estas denominaciones se menciona al Creador, siendo el término medio según el cual debemos comportarnos, se llama este método «el sendero divino». Este sistema fue comunicado por Abraham, nuestro patriarca, a sus hijos, y así se declara: «Te he conocido para que ordenes…» (Génesis 18:19). La persona que se comporta según este método se beneficia a sí misma, y de tal modo se declara: «Para que El Eterno conceda a Abraham lo que le había dicho…» (ibíd. 18:19).
Maimonides