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El buen shojet

En los días de Maran Hajida, Rabí Jaim Josef David Azulai, vivía en la ciudad de Trípoli – Libia un judío llamado Masud Jaiun.
Muy piadoso era el hombre y trabajaba como Shojet (matarife) . Todos los días iba al matadero donde carneaba de acuerdo a las leyes del judaísmo, vacas y ovejas.
Poseedor de una aguda visión, cuando revisaba el cuchillo de la Shejitá para cerciorarse que no tenga la más mínima mella, no utilizaba la uña, como se acostumbraba.
Sólo fijaba su vista en el cuchillo y de acuerdo a ello fijaba si tenía alguna pequeña mella y debía afilarlo para volverlo liso y filoso al máximo.
Escuchó Rabí Jida acerca del hombre de la boca de comerciantes que viajaron de Livorno (ciudad de residencia de Rabí Hajida) a Trípoli, y vieron el maravilloso proceder de Rabí Jaiun. También Rabí Hajida se sorprendió de lo que contaron sobre Rabí Jaiun y pensó que aunque sea cierto que poseía una muy especial vista, de todos modos no le pareció correcto que sea fijada la aptitud de carnear del cuchillo, por intermedio de la vista. Dicha actitud según su parecer, podía provocar que otros Shojatim también intenten seguir el mismo método, sin contar con la aguda visión de Rabí Jaiun y como consecuencia afectar al público consumidor de carne.

Envió Rabí Hajida una carta a Rabí Masud Jaiun por intermedio de un comerciante, en la cual ordenaba en nombre de la Torá abandonar la Shejitá.
Al llegar la carta a Rabí Masud, se apresuró a viajar a Livorno para entrevistar a Rabí Hajida.
Al llegar a la ciudad preguntó donde podía encontrar al rabino y lo condujeron al Bet Hakeneset.
Se hospedó Rabí Masud en la casa de Rabí Hajida, desconociendo este último la identidad de su huésped.
Después del Shabat se dirigió Rabí Masud al matadero donde se encontraba Rabí Hajida y demás matarifes.
Se acercó Rabí Masud a uno de ellos, cuando este empezó a afilar el cuchillo. Rabí Masud comenzó a aconsejar al Shojet: «Debes afilar más en esta punta, ese lugar necesita ser alisado».
Examinó nuevamente el Shojet su cuchillo y encontró cierta la acotación del extranjero.
Se repitió la misma escena varias veces y todos los matarifes quedaron sorprendidos ante el poder del hombre de examinar los cuchillos a la distancia. Maran Hajida al ver que el mismo episodio se repetía, se acercó al hombre y le preguntó: «¿no eres tú Rabí Masud Jaiun de Trípoli, a quien prohibí continuar carneando?».
«En efecto, soy yo, mi rabino y maestro» contestó humildemente Rabí Masud.
«Hasta ahora sólo escuché tu nombre y ahora pude comprobar visualmente lo escuchado» dijo Rabí Hajida y continuó con una bendición: «Que te aumente Di-s el poder de tus ojos, que te ilumine y te agracie. Lo único que te pido, es que no te confíes en tus ojos para examinar al cuchillo y examina con la uña como todos los matarifes».
Aceptó Rabí Masud el pedido de Maran Hajida, y no se dejó guiar sólo por su poderosa vista para descubrir las mellas del cuchillo y afilarlas.

Extraído de «Mi boca contará»

(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )

1 comentario
  1. Moisés Lopez Onofre

    Debo de ser mas cauto cada amanecer y así lograr más luz

    14/07/2016 a las 16:10

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