El Baal Shem Tov
Extraido de Los Jasidim
El “Ba’al Shem Tov”
Rav Israel nació en Okopy, un pequeño pueblo en el oeste de Ucrania, en la frontera entre Polonia y Turquía, en una región conocida como Podolia, en 1698. Sus padres eran muy ancianos y quedó huérfano a temprana edad.
Se dice que la última admonición de su padre fue: “No temas a nada – hijo mío – con excepción de D”s”.
Siendo huérfano e indigente, la comunidad se ocupó de él, pero Israel creció sin un maestro, y su inmenso conocimiento, tanto en el Talmud como en la Kabalá, fue el resultado de su auto-impuesta disciplina rigurosa en el estudio.
Caminaba a solas por los campos y bosques que rodeaban su casa, derramando su corazón a D”s forjando una relación emocional inusualmente fuerte con el Todopoderoso.
Israel ocultó su inteligencia y probidad excepcionales, prefiriendo seguir siendo un “nistar” (un Tzadik oculto). Los miembros de su comunidad lo consideraban como un joven bueno y afable, pero se suponía que nada grande se podía esperar de él. Las únicas señales observables de la grandeza de Rav Israel eran la intensidad de su Tefilá y la amabilidad que mostraba a los pobres de la comunidad.
Le dieron a Israel el cargo de asistente en el Jeder local. Sus deberes consistían en despertar a los niños y acompañarlos a la sinagoga en la mañana, ver que digan sus oraciones correctamente y presten atención en clase, para luego acompañarlos a casa al final del día.
Los padres de los niños nunca descubrieron la influencia casi mágica que Israel ejercía sobre los niños que tenía a cargo. Les cantaba canciones hermosas y los mantenía embelesados con sus historias.
Bajo su afectuosa tutela, los niños aprendieron a recitar sus oraciones y a estudiar Torá, deseosos de complacer a su mentor. Luego, de noche, mientras niños y adultos dormían, Rav Israel se sumergía en el estudio del Talmud y del Zohar.
Cuando llegó a ser demasiado grande para esta labor, se le dio el cargo de shamash en el Bet HaMidrash. Sus tareas consistían en mantener la sinagoga calefaccionada en el invierno y barrer cuando fuera necesario. Mientras él llevaba a cabo sus funciones escrupulosamente, aparentaba hacia afuera la imagen de un perfecto Am haAretz.
Durante ese período Israel desarrolló una relación con otros Tzadikim ocultos.
Durante las clases de Torá, se acostaba en un banco cerca de la estufa y fingía estar profundamente dormido, mientras que en realidad, estaba despierto escuchando con gran atención cada palabra que se hablaba. A veces, el rabino que enseñaba, no sabía responder las preguntas que se le formulaban y Rav Israel – así dicen – contestaba por escrito y en forma anónima colocando las respuestas en la pared del Bet Hamidrash para ser descubiertas por el Rav a la mañana siguiente. Nadie hubiera siquiera soñado que el autor de las mismas fuese el “simple” shamash de su sinagoga.
Durante las largas noches invernales en el Bet HaMidrash, Rav Israel llegó a dominar no sólo el Talmud y el Zohar, sino también el arte de la medicina. Con el tiempo, aprendió a curar muchas enfermedades de los pobres. Poco a poco, adquirió la fama de curandero, o “Ba’al Shem” (el Maestro del Nombre de HaShem), como se solía llamar a los curanderos.
Un estudioso sí reconoció la grandeza del Ba’al Shem – el famoso Rav Jaim Kitover de los Jajmei Brod. Quedó tan impresionado por la grandeza del Ba’al Shem, que decidió tomarlo como yerno.
Cuando Rav Jaim falleció poco antes de la boda, su hijo – el Rav Guershón, uno de los más eminentes eruditos de Polonia – rechazó la idea de la boda pensando que el novio era un simple Am haAretz. Sin embargo, la boda con Lea Rajel se llevó a cabo.
La joven pareja se mudó a una pequeña aldea en las montañas de los Cárpatos, donde Rav Israel obtenía un magro sustento cavando cal en las montañas que cargaba en un carro y que su esposa llevaba a una ciudad cercana para venderla consiguiendo una pequeña ganancia.
El resto del tiempo, Rav Israel lo pasaba en la soledad de las montañas, aislándose del tumulto del mundo exterior con el fin de elevarse en santidad y pureza. Habiendo crecido como un huérfano pobre, entendía muy bien la necesidad desesperante de la gente común en Polonia de encontrar alguien que los conduzca y permita salir de su estancamiento espiritual. Pasaron siete años, sin embargo, hasta que entendió que había llegado el momento.
El Ba’al Shem Tov se da a conocer
En La”g Ba’Omer de 1734, a la edad de 36 años, comenzó a enseñar en público, dar consejos, sanando corazones inquietos, y reuniendo discípulos: los (que luego se denominarían) Jasidim. Finalmente, se trasladó a Medzybozh en el oeste de Ucrania, donde vivió y enseñó durante el resto de su vida.
El término Jasid se remonta a la Mishná en Pirkei Avot, donde se menciona como un atributo de bondad de la persona que va más allá del requisito mínimo en el cumplimiento de su obligación o sea: “lifnim mishurat haDin”.
El término fue adoptado para describir la actitud del Ba’al Shem Tov, basada en una abundancia de cariño y compasión por el judío común, la devoción a HaShem.
El Ba’al Shem Tov ofrecía al judío simple que no tenía oportunidad de sumergirse en el Talmud, una forma diferente de servir a HaShem: una Avodá de oración intensa y cantos entusiasta, para servir a HaShem con dedicación y alegría.
Dicho sistema, al alcance de cada judío, se veía acompañado y custodiado por un gran líder – el “Rebe” – que se aseguraría que el gozo espiritual no degenere en frivolidad y que las intenciones permanezcan santas y puras.
Desde Medzybozh, la fama del Ba’al Shem Tov se extendió por toda Europa Oriental. Estudiosos importantes desafiaron sus nuevos métodos de servir a HaShem de modo diferente, y muchos – con el tiempo – se convirtieron en sus discípulos más fieles.
Las enseñanzas del Ba’al Shem Tov se basaron en gran medida de las enseñanzas kabalísticas del Ariza”l (Rabí Itzjak Luria), pero su enfoque hizo que sus enseñanzas sean accesibles incluso para el judío más simple. Aun su cuñado, el Rav Kitover, que lo había rechazado, se convirtió en uno de sus más ardientes admiradores.
El primer día de Shavuot de 1760, el Ba’al Shem Tov se percató que su fin se acercaba. Reunió a sus discípulos más próximos para recitar el Tikún Leil Shavuot con ellos toda esa noche. Por la mañana, el Ba’al Shem Tov discutía con dos miembros de la Jevrá Kadisha, cómo su cuerpo debía ser sepultado. Pidió a todos los presentes que recen Vihi Noam (un capítulo de Tehilim); tembló violentamente, y luego se silenció habiendo fallecido de repente.
El Ba’al Shem Tov no dejó muchos escritos propios. Existen algunos pocos que se atribuyen a la propia mano del Ba’al Shem Tov, y el principal de ellos es una carta que – se dice – escribió a su cuñado que vivía por entonces en Eretz Israel. Veinte años después de su muerte, sin embargo, fue publicada una colección de sus enseñanzas – titulada Toldot Ia’acov Iosef – por el Rav Ia’acov Iosef de Polnoye, quien había sido originalmente un adversario del Ba’al Shem Tov, pero que finalmente se convirtió en su principal discípulo. Empero fue Rav Dov Ber, quien fue designado como el próximo líder del movimiento jasídico.
Odl, hija del Ba’al Shem mismo, era considerada una Tzadeket y hacedora de milagros, que – en efecto – actuó como líder con la aprobación de su padre.
En el primer siglo de existencia Jasidut, habría otras mujeres famosas reconocidas por su liderazgo, incluida Feigue, la hija de la propia Odl.
Rab Daniel Oppenheimer
Soy mora en mexico, y este artículo ha sido inspirador, sobre todo la frase que dice que un jasid va mas allá del requerimiento minimo en el cumplimiento de su obligación.
eso me gustó mucho.