Analizándose
Felicidad y Percepción
Sobre la Felicidad
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El Apego a lo Material

Extraido del libro Bejol Meodeja (con todos tus medios).

El riesgo
Antes de fallecer, Moshé se dirigió al pueblo de Israel para despedirse.
Después de acompañarlos durante cuarenta años, y luego de haber visto cómo fue desapareciendo la generación que él había guiado al salir de Egipto, y ver nacer y crecer a la nueva generación engendrada en el desierto, Moshé sabía que su fin estaba muy próximo y que debía preparar a esta joven nación para asentarse en la Tierra de Israel.

Durante aquellos cuarenta años, Moshé había intentado prevenir las caídas morales de su pueblo y había sabido corregir los errores cuando desoyeron sus enseñanzas. En cada oportunidad en que D»s había anunciado la destrucción de los israelitas, Moshé rezó por la anulación de tan terrible decreto.

Pero este período llegaba a su fin. De ahí en más, deberían seguir adelante sin él. Conociendo profundamente a su gente como nadie más en la historia, y sabiendo que sus palabras requerían tener efecto para los presentes, pero también para sus hijos y nietos a lo largo de las generaciones, Moshé debía transmitir los conceptos justos y claros, e infundir en el pueblo las enseñanzas que ellos – a su vez – deberían inculcar a sus descendientes, para que no se perdieran a lo largo de los siglos siguientes.

Los riesgos eran muchos. La Tierra de Israel estaba siendo dada con la estricta condición de que los judíos cuidaran la Ley de la Torá al pie de la letra. Sus vecinos, con quienes podrían llegar a tener relaciones comerciales, eran idólatras: ¿no copiarían fácilmente sus costumbres paganas?

Sin embargo, existía un peligro aun mayor y más inmediato, pues es persistente y no depende de factores externos: la prosperidad.
D»s ya había anunciado que los llevaba a una tierra que les brindaría abundancia material. Al observar la Torá, serían bendecidos con los medios holgados, para que tengan aun más oportunidades de cumplir con la Ley.

Pero esa bonanza les podía «jugar en contra», por la tendencia humana de convertir los recursos en fines.
Si eso sucediera, cambiaría la actitud de la gente, y en lugar de atribuir su bienestar a D»s, arrogarían su fortuna a su habilidad e industria.

¿Por qué?
Creerse hacedor del éxito y de los logros responde a la vanidad humana que hace que quien lo alcanza se sienta un protagonista encumbrado, y no requiera «someterse» tan íntegramente a un Ser Superior.
Por otro lado, ese sometimiento implica muchas obligaciones y deberes, a los cuales no se siente responsable quien adjudica su lucro al propio ingenio.

Las cosas no cambian…
¡Cuánto sentimos que el dinero es nuestro, y cuánto nos cuesta desprendernos de él!
Si la gran mayoría de los bienes materiales – los recursos con los que contamos y trabajamos – son meros medios y no objetivos, tanto más el dinero que poseemos y utilizamos no es más que un recurso: un medio para procurar los demás recursos materiales que requerimos para cumplir nuestra misión.

Sin embargo, no parece ser el caso.
Justo todo lo contrario: el dinero pareciera ser parte inseparable del ser humano. La realidad marca que no podemos salir de casa sin llevar «algo» en el bolsillo (salvo en Shabat y Iom Tov…) «por cualquier eventualidad».

En la escuela nos enseñaron que el dinero cumple dos funciones: sirve como «medio de canje» para poder comprar y vender con más facilidad (como «civilizado reemplazo» de recurrir al sistema del trueque), y – también – como «común denominador de todos los bienes y servicios» – o sea: para expresar el valor de las cosas.

Pero habitualmente esta calificación es vista más como una teoría, pues en la práctica la gente suele tener otra visión:
En primer lugar, el individuo promedio juzga a los demás (y a sí mismo) según el dinero que cada cual posee.

Y aparte de eso, el público en general busca su seguridad y tranquilidad en el dinero creyendo que cuanto más poseen, tanto más «seguros» están, pues los seres humanos tenemos la sensación de que nuestros bienes nos respaldan.

Esto lo vemos en el modo en que la Torá se refiere a los bienes materiales: al hablarse de las pertenencias de Datán y Aviram, secuaces de Koraj, que fueron tragadas con ellos por la tierra, la Torá se refiere a ellas en términos del «‘Iekum’ que estaba a sus pies» (Dvarim 11:6), y los Sabios toman esta expresión como: el modo más común de «sostenerse en las propiedades que uno posee» (Psajim 119.).

Es así que nuestra sociedad prácticamente convirtió al dinero, el esfuerzo para procurarlo y la preocupación de cuidarlo, en el eje central de su razón de ser y de su quehacer diario.
En la Torá, no obstante, no somos – como personas – más o menos valiosos, a causa del dinero que poseamos. Uno, es uno – y la plata, es la plata…

«No por esfuerzo ni con el poder, sino por Mi espíritu – dice el Se-ñor de las Hues-tes» (Zjariá 4:6).
Hay quienes creen que el valor del ser humano reside en su capacidad para generar dinero. El profeta afirma lo contrario. Ni el poder, ni las posesiones. Esas vienen y van de acuerdo a lo que D»s dispone (y nos prueba). ¡Si sólo fuésemos lo suficientemente éticos para utilizar correctamente lo que nos brinda! En el judaísmo, el valor del ser humano nunca estuvo en función de lo que había en su bolsillo.

Los significados de los diferentes nombres del dinero
El Midrash Tanjumá (Matot 6) explica el porqué de las distintas denominaciones del dinero de aquella época.
Si bien los nombres que estamos por mencionar no son de origen bíblico, en el idioma hebreo todo lo que se expresa con la palabra tiene una dimensión específica que radica en la etimología de dicha palabra.

«Zuz» (de mover) pues «se mueve de mano en mano».
«Mamón» (de «moné» = contar), pues «la gente se pasa el tiempo contándolo».
«Ma’ot» (de «Me’et le’et» = de un día al otro) pues «nunca permanece demasiado tiempo en las manos del mismo dueño».

La filiación de la persona con sus bienes tiene ramificaciones legales, y los Sabios consideran que «la persona es próxima (tendenciosa, y privada de objetividad) en relación a sus bienes» (Sanhedrin 10.).
Y aun si se tratara de principios morales y rituales, en una situación en la que están contrapuestos directamente los bienes materiales propios – frente a una creencia muy firme, sospechamos que uno perdería la fortaleza de sus convicciones y, en caso de una emergencia, «perdería la cabeza» y llegaría incluso a trasgredir el Shabat, para proteger una situación en la que están en riesgo sus pertenencias (Shabat 117:).

Y, sin ir más lejos, cuando el Talmud (Bava Batra 165.) caracteriza a la sociedad, menciona que «la mayoría de las personas caen en pecado en relación (a lo referente de algún modo) al robo». En otra cita incluye al robo entre los elementos por los cuales el hombre tiene especial propensión y apetito (Jaguigá 11:).

Se cuenta que cuando Alejandro Magno intentó pesar un ojo humano, se encontró con que excedía en peso a todo lo que pusiera en el otro platillo de la balanza. Le explicaron los Sabios, que nada alcanza para satisfacer el ojo humano.
«Un ojo puede ver muy lejos, mas una pequeña moneda puede cubrir toda su visión», dijo un gran Sabio judío.

Los verdaderos héroes de nuestro pueblo
El Talmud (Eruvin 86.) enseña que «Rabí (Iehudá haNasí) honraba a los pudientes. Lejos de interpretarse como lisonja barata (Rabí mismo era más acaudalado que cualquiera de las demás personas ricas, y no necesitaba sus favores personales, ni donaciones para su institución), Rabí reconocía en la riqueza material de cada persona la gran responsabilidad que D»s le confirió, al ponerlo a cargo de tantos bienes para saber administrarlos y dedicarlos para los fines correctos.

El Rabino Jaim Goldberg es una de las personas que más goza de la confianza de la gente. A través de los años ha distribuido millones de dólares de Tzedaká a los necesitados en Israel. Para lograrlo, debió en muchas oportunidades emplear su ingenio y sentido común.

No faltan en Ierushalaim aquellas personas que creen que al haber otros en peor condición, no deben aceptar dinero de Tzedaká.
Así fue el caso de Miriam y Moshé Gutstein, quienes apenas sobrevivían con el ingreso que recibía él del Kolel, mientras ella, no tenía una preparación suficiente que le permitiera conseguir algún trabajo. Los Gutstein tampoco habían sido bendecidos aun con tener hijos.
Otra familia – la de Braja y Biniamin Kamji – quienes tenían muchos hijos, a su vez, estaban muy necesitados y no podían afrontar el gasto de una ayuda doméstica para darle a la Sra. Kamji un merecido y necesario respiro.

R. Jaim se les acercó y los convenció de tomar a la Sra. Gutstein como ayudanta para permitirle a esta, tener una entrada digna mediante un trabajo fijo. él mismo, se preocuparía de proveer los fondos y solo pedía «colaboración» y que mantuvieran el tema en absoluta reserva. Los Kamji aceptaron y R. Jaim traía mensualmente el pago para la Sra. Gutstein.

Transcurrieron algunos meses y un día los Gutstein se acercaron a R. Jaim. «Mi señora está trabajando en casa de la Sra. Kamji hace ya un buen lapso de tiempo y se percató de la terrible condición en la que están viviendo. Los niños no tienen para comer apropiadamente y queremos colaborar. Dado que mi señora recibe puntualmente un sueldo, hemos separado cada mes una suma, pero sabemos que no van a querer recibir dinero de parte nuestra. ¿Podría Ud. hacerle llegar este importe?…»
(«Echoes of the Maggid» R.Paysach Krohn, Artscroll/Mesorah)

Enseñanzas del más sabio de los hombres
Existe un tristemente célebre concepto maquiavélico, que enuncia que «el fin justifica los medios».
Lejos de referirnos a la nefasta idea de justificar métodos crueles para alcanzar alguna meta que se cree correcta, sepamos que efectivamente en cierto sentido «el fin justifica los medios», pues – como veremos de inmediato – los medios que poseemos solo nos pertenecen para alcanzar un fin adecuado.

El rey Shlomó fue el más sabio de los hombres, y – también – fue agraciado con una inmensa fortuna material. Pero supo sobreponerse a todas las tentaciones que el dinero trae, y nos legó sus enseñanzas para que no caigamos presos de su atracción.

«El dinero (‘ia’ané’) responde todo (Kohelet 10:19)».
Rash»í y otros exégetas, comentan que esto se refiere a que la persona no debe ser haragán, sino diligente, y trabajar para lograr los recursos necesarios para vivir.
Sin contradecir, otros comentarios dicen que el vocablo ‘ia’ané’, se traduce ‘oprimir’, pues el dinero oprime a la gente al escasear.
Sin embargo, «quien ama el dinero, no se satisface con dinero» (Kohelet 5:9): cuando juntar riquezas se convierte en el objetivo, nada de lo que alcance complacerá ese deseo.

¿Más es mejor?
Depende en gran medida de cómo se vive con esos bienes: «Más vale un bocado de pan seco y duro – acompañado por tranquilidad, que una casa colmada – con peleas» (Mishlei 17:1).
También: «Más vale un puñado de goce (Najat), que dos puñados de tedio y vejación del espíritu (Kohelet 4:6).

«Y hay una realidad enfermiza que he observado bajo el sol: riquezas acumuladas por sus dueños para su detrimento» (Kohelet 5:12): al igual que Koraj, de quien cuentan los Sabios que era una persona que había salido de Egipto con una enorme fortuna que le daba un gran prestigio y renombre – para perderla toda en su gesta de oposición a Moshé, no faltan personas que terminaron sufriendo precisamente al poseer mucho, sin saber disponer y emplear esos bienes fielmente.

¡¿Y cuántos son los que trabajan duro durante la mayor parte de su vida, para dejar su patrimonio a quienes lo perderán en un instante?!
Asimismo, no faltan aquellos que luego de haber almacenado caudales, se encuentran que no tienen a quiénes legarlos… (Kohelet 2:18, 4:8, 6:2).

En el mundo de las pujas de poder
Los feligreses de cierta comunidad se acercaron a Rav Iehoshúa de Kutna con la siguiente querella:
Los encargados de la sinagoga necesitaban aumentar los ingresos de la comunidad, y por lo tanto querían agregar más filas de asientos del lado este (el lado delantero del Bet haKneset, cerca del Arón haKodesh) de la sinagoga, aparte de la única ya existente y más valorada (dado que en nuestras sinagogas se reza hacia el este, orientándonos hacia Ierushalaim, el lado este se cotiza más en la venta de ubicaciones de muchas sinagogas y en ciertos lugares – como en este caso – los que ocupaban estos asientos, mirando hacia el público, se sentían más honrados por el privilegio de estar sentados allí…).

Sin embargo, aquellos que habían ocupado los asientos en la pared oriental de la sinagoga se opusieron, pues si agregaban más hileras del lado este, ya estarían tapados por aquellos que se sentarían delante de ellos y quedarían cubiertos de la vista del público….
Ellos consideraban que habiendo abonado tanto por aquel privilegio, no correspondía que se ponga filas de asientos delante de ellos.

Por otro lado, los encargados de la sinagoga argumentaban que nadie les estaba quitando su lugar: «Nada les impide seguir ubicados en donde están. Solo les estamos agregando algunas hileras delante de ustedes. Si desean ubicarse en la primera de las hileras adicionales, deberán volver a adquirir ese privilegio».

Rav Iehoshúa pensó y respondió citando un pasaje del Midrash:
«La esposa de Avraham Avinu inicialmente se llamaba Sarai. En virtud de sus méritos, D»s cambió su nombre por Sará (sustituyendo la letra Iud por la Hei – Bereshit 17:15). La letra Iud (metafóricamente) se quejó ante D»s por haber sido desplazada. Por lo tanto, D»s la tranquilizó y le dijo que volvería a ganar su lugar: el eximio alumno de Moshé que inicialmente se conocía como Hoshea, pasó a llamarse Iehoshúa (Bamidbar 13:16).
«De todos modos, vale la pregunta: ¡¿Por qué no se quejó ahora la letra Hei que encabezaba el nombre Hoshea, por haber sido corrida a un segundo lugar en Iehoshúa detrás de la Iud?! «
«La respuesta es que el hecho de mantener lo que tenía antes, aun si ahora está en segundo lugar, no es razón suficiente para protestar…»

(Otras opiniones rabínicas disienten en este caso.)

La consulta que se le había formulado al Rav Iehoshúa es típica del género humano, aun si nos puede parecer algo cómica (porque no nos interesa de sobremanera la ubicación de la sinagoga). En una sociedad hiper-competitiva, todo se convierte en motivo suficiente para llevar a cabo una «pulseada» de poderes.
Sufrimos comúnmente de esa miopía que vende la modernidad y que llevó a la ruina a más de uno.
¿Aprenderemos alguna vez?

Si tan solo supiéramos…
Los judíos esperamos ansiosamente la llegada del Mashíaj. Anticipar diariamente su revelación, es uno de los trece principios fundamentales que sostienen el judaísmo.
¿Qué dice el TaNa»J acerca de la naturaleza de este gran hombre, descendiente del rey David que tanto aguardamos?
El Mashíaj se describe en el TaNa»j (Zejaria 9:9) como un «Aní rojev al jamor» (un pobre montado sobre un burro).
«Pobre» significa que será modesto. «Montado«, quiere decir que estará en dominio absoluto del «jamor» que, no sólo significa «burro» sino que abarca todo lo material (jomer = materia).
Es decir, que se trata de una persona a quien lo material no le afecta ni le influye, pues para él, la materia está totalmente sumisa al espíritu del servicio a D»s, que es lo único trascendental.

Si realmente ansiamos que pronto merezcamos recibirlo y tenerlo como guía, deberíamos hacer un esfuerzo ahora para que lo podamos seguir cuando realmente llegue: encaminemos, pues, nuestra vida hacia los principios que él personificará.

Rab Daniel Oppeheimer

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2 comentarios
  1. María Gutierrez Sori

    Gracias por tan grande y grata enseñanza, D<os le siga inspirando y le siga movimiento a compartir. Saludos!!

    22/08/2019 a las 11:41
  2. maribel geart

    Tremenda la enseñanza a sido de confirmacion….DIOS lo siga BENDICIENDO con mas de esta enseñaza.

    26/08/2019 a las 12:58

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