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El Apego a la Torá sana…

Extraído de En busca de la Verdad: Mijtav MeEliahu. Rab Eliahu Dessler

Mi sagrado bisabuelo, Rabí Israel de Salant, escribió lo siguiente en su famosa Carta de Musar 1: El método más sublime y esencial de la Torá para la cura de enfermedades [espirituales] inducidas por el yétzer es estudiar con intensidad y gran profundidad las leyes relacionadas con el pecado en particular [al cual uno es propenso]… ésta es una herramienta poderosa y puede tener éxito en dotar gradualmente a la conciencia con valores importantes…

Pero hay otro aspecto de naturaleza espiritual, cuyas causas son irreconocibles para el intelecto y los sentidos humanos, al cual se refieren nuestros Sabios cuando dicen: «La Torá salva a la persona [del pecado] en el momento en que se dedica a ella»2. Y la salva del pecado sin importar a qué parte de la Torá se esté dedicando en ese momento. La persona puede estudiar el caso del «buey que acornea a la vaca» (Babá Kamá, cap. 5) o temas similares, y ello la salvará del pecado de lashón hará [aunque no hay ninguna relación entre el pecado y el tema estudiado]… pues lo que la protege es la espiritualidad de la Torá 3.

Debemos considerar esto con sumo cuidado. La Torá dice: «Y sabrás hoy, y habrás de reafirmarlo en tu corazón, [que Hashem es Dios en los cielos arriba y en la tierra abajo…»4. «Y sabrás» se refiere al conocimiento intelectual; «y habrás de reafirmarlo en tu corazón» se refiere al conocimiento que penetra en el subconsciente e influye en nuestras acciones]. Hay un vasto espacio vacío en la psiquis humana entre el conocimiento intelectual y el arraigamiento de la enseñanza en el corazón. Sólo cuando se logra un gran acercamiento entre el «conocimiento» y el «corazón», sin ningún abismo entre medio, las acciones de la persona son acordes a su conocimiento. Mientras haya una brecha entre ambos, el yétzer hará se entrometerá en el vacío que hay entre ambos y les dará entrada a todos los deseos y fantasías de este mundo.

Todos los pensamientos que emanan de la naturaleza egoísta del hombre tienen su lugar allí, y desde allí salen a conquistar el corazón. «El ojo ve, y el corazón desea», dijeron nuestros Sabios5. «El ojo ve», cuando el yétzer entra en ese espacio vacío; y la consecuencia inmediata es: «el corazón desea». Esto es lo que despierta el asombro de Rabí Israel de Salant en otro lugar de la Carta de Musar 6, cuando señala que «el hombre es libre en su imaginación pero es prisionero en su intelecto», pues la imaginación se desarrolla por sí sola a partir del mero conocimiento de la existen- cia de las fantasías del mundo y llegan con suma facilidad hasta el corazón, transformándose en deseo. Pero cuando se trata de enseñanzas relacionadas con el intelecto, ¡cuán largo es el camino desde el «y sabrás» hasta el «y habrás de reafirmarlo en tu corazón»!

CONQUISTANDO EL ESPACIO INTERIOR

Este espacio entre el «conocimiento» y el «corazón» es entonces el campo de batalla del yétzer. En otras palabras: es el lugar en el cual el libre albedrío es puesto en práctica. Por lo tanto, debemos entender que nuestra primera meta debe ser conquistar ese espacio. Si lo logramos, se abrirán buenas perspectivas respecto de todas nuestras decisiones morales y éticas. ¿Cómo podemos comenzar la conquista de este espacio?

El Rambam nos dice que el método más poderoso para evitar tener pensamientos lujuriosos es «ampliar la propia mente con sabiduría, pues los pensamientos lujuriosos se encuentran sólo en una mente carente de sabiduría» 7. Esto significa que si el hombre ama «la sabiduría» (es decir, la búsqueda intelectual), permitiendo que ésta llene su mente -incluso si el tema no tiene nada que ver con la «evasión del deseo»- esto impedirá por completo la aparición de pensamientos maliciosos. Si todo ese gran espacio mental vacío será llenado con sabiduría, si el interés y el anhelo estarán dirigidos sinceramente hacia ese fin, entonces no habrá más lugar para que entren pensamientos lujuriosos.

El hombre no tendrá ojos, ni oídos, ni pensamientos más que para la sabiduría que ama, y se salvará así de que «el deseo» entre en su corazón. Si así ocurre con cualquier sabiduría, con cualquier búsqueda intelectual que despierta el interés de la persona, con más razón será así si la sabiduría que despierta su interés es la Divina sabiduría de la Torá. En este caso se pone en funcionamiento una fuerza adicional muy poderosa: la santidad de la Torá penetra en la persona, y esa espiritualidad la resguarda de la profanación y la impureza.

Además, nosotros ya sabemos que hay un «punto sagrado» indestructible en el corazón de cada judío, como aprendemos de la interpretación mística del versículo «Yo nunca los rechazaré… para destruirlos completamente» 8. Y también sabemos que «una pequeña luz desplaza mucha oscuridad»9. Entonces, si ese espacio vacío estará libre del yétzer hará, incluso en poca medida, esto permitirá que ese «punto sagrado» se expanda en aquel espacio, y la vida interior de la persona comenzará a influir en su vida exterior, en sus acciones de todos los días.

1. Iguéret Hamusar, publicado por primera vez en Koenigsberg, 1858. Publicado subsecuentemente en las ediciones estándar del libro Or Israel, pág. 103 en adelante.
2. Sotá 21b.
3. Or Israel, pág. 106.
4. Devarim 4:39.
5. Bamidbar Rabá 10:12.
6. En las palabras de introducción.
7. Mishné Torá, Leyes de Uniones Prohibidas, al final. El Rambam se llamó Rabí Moshé ben Maimón (Maimónides), y vivió entre los años 1135 y 1204.
8. Vaikrá 26:44. Véase más adelante.
9. Rabí Menajem ben Zéraj (España , s. XIV) en su libro Tzedá Ladérej, 12.

Rab Eliahu Dessler

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1 comentario
  1. Felicia Geske Lores

    Primera vez que me inclino a leer sobre la Tora , tengo mucha curiocidad senti una gran sensacion agradable como calmarme un dolor de cabeza de varios dias y todavia no e realizado meditaciones porque nunca e meditado, Gracias Gracias.
    Felicia soy cubana vivo en Berlin Alemania.

    28/12/2017 a las 13:05

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