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El Agujerito y La Soguita

Extraido de Jabad Magazine

Un hombre fue contratado para pintar un bote. Trajo sus herramientas y comenzó su tarea. En medio de la labor notó que la pintura caía por debajo del bote. Revisando descubrió la presencia de un agujero en el fondo de la embarcación y decidió repararlo. Cuando concluyó con la pintura, tomó sus elementos, cobró por su trabajo y volvió a casa. Al día siguiente, el propietario del bote visitó al pintor y le entregó un cheque por una importantísima suma. Sorprendido, el pintor dijo: “Ya he cobrado ayer por mi trabajo. ¿A qué se debe esto?” “Esta paga no es por la pintura, sino por la reparación del agujero” dijo el dueño. “En realidad se trataba de una pequeña reparación. No pensé nunca cobrar por ella” agregó. El dueño de la barca dijo: “Lo que tú ignoras es que cuando te pedí que pintaras el bote olvidé mencionarte lo del agujero. Cuando la pintura se secó, mis hijos tomaron el bote y salieron a pescar. Cuando descubrí que los chicos salieron con el bote me desesperé, porque recordé el agujero. ¡Imagínate mi alivio cuando los vi regresar sanos y salvos! ¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¡Has salvado la vida de mis hijos! No alcanza todo el dinero del mundo para pagarte por tu ‘pequeña buena acción’”

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Un rico comerciante adquirió una costosa araña para el salón de su casa. Era una pieza de arte, única en su género. Toda de cristal y adornada con piedras preciosas. Pagó por ella una fortuna. Para colgarla, el comerciante hizo un agujero en el techo y a través de él hizo pasar una corta soga de la cual pendía la costosa lámpara en el living. El otro extremo de la soga estaba atado a un clavo en el ático. La araña era el comentario de sus amistades. Un día, un pobre muchacho golpeó la puerta y pidió ropas viejas. Le indicaron que fuera al ático y eligiera lo que deseara allí. Así lo hizo y cuando terminó de colocar todas las prendas en una bolsa, buscó una cuerda para atarla. Vio una soga atada a un clavo y decidió tomar un trozo. Con la ayuda de un cortaplumas cortó la soga… ¡¡¡Crash!!!. La araña se rompió en mil pedazos. Todos le gritaron: “Tonto, ¡mira lo que has hecho!” El pobre joven no entendía nada. “Todo lo que hice fue cortar una pequeña soga” dijo. “¡Ciertamente, pero de ella pendía una costosísima araña, que ahora no tiene arreglo!” gritó el rico.

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Ambas historias tienen la misma moraleja: Muy a menudo, cuando realizamos lo que a nuestros ojos es una “pequeña” mitzvá, ignoramos lo maravilloso que hemos hecho. Y por otro lado, con lo que consideramos una “pequeña” trasgresión podemos producir una gran catástrofe. Pues todas las acciones, producen una “reacción en cadena”. Una buena acción trae otra y su opuesto. Ambas, aunque pequeñas, pueden construir o destruir mundos.

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