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El Agua: de lo Material a lo Espiritual

Por Laura Amar

El mundo se colmará del conocimiento de Di-s, así como las aguas cubren el fondo del mar. Isaias 11:9

El agua es la fuente de la vida. Sin agua no hay vida. La Torá fue comparada al agua: así como el agua desciende de un nivel superior a uno inferior, así la Torá descendió de su sitio de gloria. El agua tiene una naturaleza mutable. «Tal como el agua refleja el rostro, así el corazón de un hombre refleja el de otro» (Mishle). Acá el agua es ejemplificadora para el ahavat Israel, un amor más allá de toda condición. Para que esto se cumpla el agua debe estar calma, así es que el rostro se refleja tal cual es. Pero si la agitamos, la imagen se altera; así también es en la persona de corazón turbulento o confuso, en el que ya no puede reflejar el corazón del compañero, ya que está alterado; sólo logrará un ocultamiento de ese amor, y revelará confusión y malestar, falta de entrega y egoísmo hacia el otro. Lo que manifiesta será el reflejo en su compañero.

Para lograr un corazón calmo debemos trabajar intensamente sobre nuestras midot, refinar nuestras malas tendencias y practicar el autocontrol frente a situaciones adversas. Aquel que tiene sabiduría es aquella persona que logra shalom en su interior, es decir, tiene una integridad tal que puede autogobernarse a pesar de la realidad externa.

En la naturaleza el agua se expresa en todas sus formas. El paisaje del mar es fascinante. Nos sugiere profundidad, poder, belleza, misterio, insondabilidad. Esa superficie de inmensidad y de conjunción entre el cielo y el agua tiene el poder de conectarnos con Hashem. El lago, en cambio, tiene otras cualidades, su inusual color, su quietud, que convierte la superficie del agua en un espejo que refleja la naturaleza que lo circunda. Los ríos expresan otra manifestación del agua, en su continuo fluir y sus corrientes. Estas tres maneras de manifestación del agua nos invitan a sentarnos para su contemplación y nos revelan el poder de Hashem en la naturaleza y sus diversos modos de expresión. Podemos relacionar los atributos del agua con el servicio espiritual.
Para esto tenemos que empaparnos, meternos adentro del agua, interactuar con ella, interiorizarla y hacerla parte nuestra.

El agua y sus caracerísticas en relación con el servicio espiritual (la avoda)

Cuando estamos en el agua nos sentimos livianas físicamente, menos corpóreas, ya que el agua reduce los efectos de la gravedad. En el agua podemos además conectarnos más fácilmente con nuestro ser interior, por su carácter fusionador; podemos experimentar un sentimiento de fusión con el medio, por la fluidez propia del agua. Es diferente si nos mantenemos en la superficie del agua, que si nos sumergimos. En la superficie oímos los ruidos del medio ambiente, nos comunicamos a través del juego o de la palabra, es el mundo de la expresión: la palabra y la acción. En la profundidad, es el silencio, el pensamiento, el recluirse en un mundo íntimo y profundo, donde se expresa lo interno.

A medida que vamos hacia lo profundo, la luz del espectro visible no llega, y a pesar de conservar su transparencia, el agua se ve oscura. Desde la superficie, sin embargo, se percibe cómo el color del agua se vuelve cada vez más intenso, indicando las profundidades crecientes. Así es con el conocimiento de lo trascendente, que es lo oculto. Debemos esforzarnos y bucear en nuestro interior, indagar y tratar de corregir los defectos, revisando nuestros actos y así superar limitaciones propias para llegar a captar e internalizar la profundidad de ciertos conceptos espirituales.

Si alguna vez buceamos, aunque sea en el fondo de la pileta, sentimos la presión del agua sobre nosotros, sobre todo a través de los oídos; esa presión nos impulsa a volver hacia la superficie y a comunicarnos con el exterior; además debemos tomar aire nuevamente para volver al fondo. Esto puede compararse con el servicio espiritual de correr y volver (ratzo veshov), donde la persona se conecta con Hashem, puede ser a través de la tefilá, o de la meditación, pero para completar su avodá debe volver al mundo y llevar a la práctica lo vivido. Es ese ascenso y descenso lo que nos permite un intercambio más maduro con el prójimo, y es también el crecimiento espiritual de la teshuvá, donde a veces pegamos un salto para poder avanzar y superar un estadio anterior.

SUPERFICIE MUNDO EXTERIOR EXPRESION (JITZONIUT)
  VESTIMENTAS: palabra y acción
PROFUNDIDAD MUNDO INTERIOR INTROSPECCIÓN (PNIMIUT)
  VESTIMENTA: pensamiento

El agua nos brinda además la posibilidad de relajar todo nuestro cuerpo, todas las rigideces que a menudo adoptamos en el mundo cotidiano y que también nos enferman. Entonces nos liberamos de la pesada carga y nos movemos con fluidez, las articulaciones se liberan y ablandan, mientras los músculos se tensan y se distienden en esa movilidad del agua, en su blandura, la cabeza se refresca de las pesadas preocupaciones, se empapa y sumerge en la transparencia del agua. Esto puede semejarse a la conexión que logramos con Hashem a través de la tefila, o al cantar un ningun jasídico, donde los límites desaparecen y nos elevamos por encima de lo material, a través de la fusión con lo espiritual.

Nadar: ejercicio y meditación

Cuando nadamos y logramos un ritmo entre el movimiento, la fuerza muscular y la respiración,
además de hacer un excelente ejercicio para el cuerpo, podemos entrar en un estado de meditación, en una sintonía mental que nos permite desarrollar y profundizar en alguna idea espiritual en la cual venimos reflexionando. En ese estado de movimiento meditativo podemos descubrir y comprender tal vez alguna personal y pertinaz actitud negativa que perjudica la avodá. El agua es nuestro origen, nacemos de un medio líquido. El bebé se forma en medios líquidos y pasa nueve meses de gestación en ese medio. Es natural entonces que cuando entramos al agua nos produzca esa sensación de bienestar y liviandad, conectándonos con el agua primigenia de la cual venimos, y que tiene un contacto directo con lo espiritual.

También el agua se asocia a un nivel de placeres mundanos, la abundancia y la sensualidad, los apetitos corpóreos. Depende de la persona transformar este aspecto, si se lo enfoca desde la sitrá ajará (lado opuesto de la santidad), donde la acción queda atada a ese nivel de no-santidad, (relaciones sexuales prohibidas, comidas excesivas o no-kasher, etc) o desde la kedushá (relaciones sexuales permitidas con la kavaná -intención mística- correcta, alimentos kasher).

El agua y lo femenino

La mujer casada debe sumergir su cuerpo en una mikve cada vez que elimina sangre de su útero. La mikve representa la anulación total de la persona a la voluntad de Hashem. La mujer cambia de status espiritual al sumergirse en una mikve, algo que va más allá de lo meramente físico. En un nivel físico, coincide con el momento en que se renuevan las fuerzas reproductivas en la mujer y cuando se reencuentra con su marido en la unión marital. Este reloj biológico que tenemos las mujeres nos dimensiona en una realidad desconocida en el mundo masculino. Somos poseedoras de la renovación y el cambio permanente, desde lo más físico que es lo hormonal, hasta lo más espiritual, que es el cambio de estado de pureza antes y después de la mikve.

Esto trasciende no sólo en nuestra vida íntima matrimonial y familiar, sino también hace que nos relacionemos con el mundo de otra manera, nos hace transmisoras de una realidad y un conocimiento que transita de lo mundano a lo espiritual sin dificultad, como parte natural de nuestra esencia femenina. Integramos materia y espíritu, y este atributo nos ayuda en nuestra tarea, es nuestra herramienta más poderosa a través de la cual encauzamos todas las mitzvot, para transformar este mundo en una morada para Hashem. Es este aspecto femenino el que va a ser revelado y que reinará en la era del Mashiaj.

Tishrei 5766

Laura Amar

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