Educación a Distancia

Extraido de Jabad Magazine
¿QUÉ ES LA EDUCACIÓN? ¿ES POSIBLE APLICAR TODOS LOS CONCEPTOS IDEALES Y DE PERFECCIÓN ABSTRACTA QUE SE IMPARTEN EN LAS AULAS, EN ESTE MUNDO CONCRETO?
La mía era una familia en la que la educación era preciada. Se esperaba que mi hermana y yo hiciéramos bien nuestro papel en la escuela. Se nos enseñó una y otra vez que la llave para obtener el tipo de vida que hallaríamos agradable vivir, era la educación. Mucho del valor de la educación, estaba claro, era una carrera orientada: la educación superior sería necesaria para conseguir un buen trabajo, y las buenas calificaciones eran el boleto a una más alta y excelente educación. Pero también se nos enseñó el placer de la educación en su propio derecho. En particular, éramos una familia de lectores, y a mi hermana y a mí nos picó el bichito de la lectura no bien nuestros padres nos expusieron a ella. Ambos seguimos siendo tradicionales lectores hasta el momento.
Mi educación escolar elemental y media tuvo lugar una escuela pública. Había dedicación y excitación en esas instituciones: la llave a una buena sociedad eran las personas educadas, y allí estaban a cargo del proceso que iba a entregar el producto. Las clases de ciencia enseñaban en evidencia del progreso técnico, que no había ningún problema real tan grande que la ciencia aplicada y la tecnología no pudieran superar. Las clases de lengua y estudios sociales enseñaban un sentido liberal de esas actitudes de mente que hacen posible la libertad y eso podría unir a los ciudadanos libres a un propósito común digno de todos. Claro que los diversos asuntos de enseñanza eran instruidos en las airosas burbujas de aulas aisladas; ¿cómo se manifiesta este tipo de espíritu impalpable en el mundo?
La religión, también, tenía su lugar en la educación de nuestra familia. Empecé a edad temprana la escuela del domingo, y la escuela hebrea seguiría después cuando me acercaba a la edad del Bar Mitzvá. Los servicios del templo eran una regular, aunque bastante poco frecuente, parte de nuestra vida familiar. La atmósfera del templo era estéticamente agradable: mucho decoro, el canto bonito del jazán y el coro, y los estimulantes e inteligentes sermones expresados por el rabino senior. La educación escolar del domingo parecía una nadería exótica, ya que giraba alrededor de cosas que no tenían que ver con la mayor parte de nuestra vida diaria; pero no cuestionábamos que había un poco de importancia en ser judío. Esa importancia se extendería de vez en cuando en el mundo no-judío.
Rosh HaShaná y Iom Kipur eran días en que la asistencia al templo superaba los sagrados deberes de la escuela; ésa era una lección importante. En época de Pesaj traíamos orgullosamente la matzá a la cafetería escolar, y no comíamos pan. Pero como adolescente que vuelve a pensar la vida otra vez, aparecieron muchas preguntas. Por ese tiempo, había entrado en una escuela cuáquera en la preparatoria. Tenía una excelente reputación debido a los sobrevivientes académicos que de hecho tenía. Pero también tenía otra dimensión: una importante mística tradición religiosa suficiente para motivar el funcionamiento de una escuela. Aquí estaban quienes eran motivadas por principio, incluso cuando significaba ir en contra del eje de la sociedad. La religión no era sólo una afición durante los fines de semana, sino que estaba presente en la vida de todos como una fuerza guiadora.
Confieso que me sentía menos en casa en mi templo desde ese punto; mucho de su posición parecía ahora sin substancia y pretenciosa. Me extasié con el aspecto meditativo del culto que era una parte de la escuela, y sentía la influencia de ese tipo profundo de conocimiento en todos los aspectos de la vida escolar. Los asuntos de la escuela no eran meramente un campo separado de especialización, en el que la meta era lograr sostén de información para formar una carrera. Había un impregnado sentido de que todas las disciplinas de la mente se relacionaban de algún modo con nosotros, pedían ser unidas. La experiencia humana requería la coherencia que sólo la ventaja del espíritu puede traer. Pero el espíritu tiene su exigencia también.
En mi vida, el poder de eros era la prueba. Los finales de los años sesenta eran un tiempo de celebración imperturbable de eros, y el aire estaba vivo con la necesidad por probar al espíritu de sentimientos aprehensivos. Todos los asuntos que aprendimos en las burbujas airosas de aulas aisladas eran buenos; pero ¿cómo este tipo de espíritu incorpóreo se manifiesta en el mundo? ¿Cuál es su discurso con seres humanos que existen, aman y viven la vida? Incluso la integrada educación cuáquera parecía muy pálida.
Entré en la universidad sin demasiado entusiasmo, pues creía que la facultad no tenía mucho que valiera la pena para ofrecer. Y mientras algunos cursos ofrecían curiosidades que me brindaron un poco de satisfacción, las anchas y abiertas fronteras de vida sin supervisión entre otros de mi misma edad eran la mayor atracción. En alguno de los más serios círculos, entre músicos en particular, la contracultura de los primeros años setenta hizo lo posible para combinar ese mundano arte sensual con armonías espirituales. Yo era parte de él como el más indisciplinado y aficionado músico que podía ser. Pero la creciente visión me mostró que sin disciplina, ni yo ni nadie podría lograr semejante elevada meta de hacer lo espiritual palpable dentro de este mundo. ¿Dónde podría encontrar semejante disciplina? No podía fabricarse al por mayor; eso sería más artificio y manipulación, escasamente capaz de lograr semejante integración. Sólo podría brotar de las raíces naturales, una disciplina que brote de la misma cosa de la que mi vida brotó. Y eso me llevó finalmente a mi judaísmo.
Me dirigí hacia el Judaísmo sin la sumisión del templo de mi niñez, sino buscando las fuentes a través de las que pudiera encontrar lo que me había eludido hasta ahora. Veía a la Biblia como un libro de disciplina de vida, ofreciendo guía y las herramientas del alma necesarias para unir todos los aspectos de vida consciente, de los temas académicos a las meditaciones espirituales, desde el arte y la música, desde el amor y atracción que une a las personas y familias y regenera la vida infinitamente.
En ese momento estaba conscientemente retirado de la tradición Ortodoxa. Me asustaban esas personas a quienes yo asumía eran intolerantes por causa de las creencias que sostenían. Pero fui bendecido, al desarrollar amistades con varios rabinos Ortodoxos cuyo amor y aceptación de alguien que difería de ellos, puso mi propia supuesta liberalidad en serios apuros. Y el mundo que conocí en sus hogares- el profundo arte de Shabat, que permite a la música de la creación jugar a través de la luz de las velas, el rico aroma de las comidas de Shabat; el aire chispeante de las conversaciones; y el goce que reina entre los celebrantes. Y el placer del estudio de la Torá, que no se ubicaba solamente en la cabeza como los temas académicos a los que yo estaba acostumbrado, sino que exigía que incluso los mismos huesos acepten e integren las ideas antes de pretender ya saberlos.
Entonces vino mi la introducción al pensamiento jasídico, en el que encontré que lo más profundo y la mayoría de las meditaciones enseñadas, poseían palabras para expresar y un idioma con que comunicar su mensaje para que el cerebro corriente pudiera entenderlo. Habiendo aceptado que había una disciplina capaz de integrar todos los aspectos de mi vida, tenía un enfoque que me guíaba para el estudio de las fuentes judías y todos los otros temas.
Fui a la Universidad Hebrea, honrando los estudios que realicé en mi vida, pero siguiendo los estudios simultáneamente con los maestros Ortodoxos, y adhiriendo a las instrucciones de la Torá, de cómo aproximar todas las elecciones de vida a la halajá (ley judía). Pues el estudio y la sofisticación intelectual o espiritual no significan nada si no están conectados con hechos que expresan el valor de las ideas en las condiciones mundanas. Vivir dentro de la tradición judía es la llave a la integración, que es lo que revela el propósito y significado en la vida de la mente. Esto se comprende a través del croquis despiadado de la mente en un modo de acción en una mano, y del fortalecer constante a través de la práctica espiritual y meditación en la otra.
En mis más grandes maestros, y en particular en palabras personales que recibí del Lubavitcher Rebe- su memoria nos proteja- encontré un verdadero amor lo suficientemente amplio como para aceptar y amar a personas que diferían profundamente de él, y aun podía aprender de ellos y halagar todo lo bueno que hallaba en ellos, como algo precioso. El lema de Maimónides: “Busca la verdad dondequiera que pueda encontrarse” ha sido tomado más que en serio entre esta gente. Y su ejemplo personal permanece como el elemento mayor en mi descubrimiento de qué debe ser la educación- no meramente una perfección abstracta, sino una perfección que se traduce en belleza y movimiento hacia la verdad en el muy concreto centro de la vida como es vivida.
Shmuel Klatzkin