Estudiando
9. Vaielej
El Libro de Devarim (Deuteronomio)
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Drasha: Levante la Voz

Gentileza www.torah.org

En las porciones finales de la Tora (Nitzavim y Vayelech) encontramos muchas de las pruebas y dificultades que el pueblo judio encontrata en el futuro, asi como las consecuencias de alejarse del camino de la Tora.

Hashem describe el escenario posterior a la muerte de Moshe. «Y esta nación ascenderá y se tornarán hacia dioses extraños, y dejarán el pacto que hice con ellos. Y mi furia los quemará y los dejaré. Serán presa de muchos y el dolor los encontrará. Y en ese día dirán, `no es porque Di-s no está con nosotros que todo este mal nos ocurre?`. Y ocultare mi rostro en ese día por todo el mal que hicieron al tornarse a otros dioses» (Deuteronomio 31:16-19).

El siguiente versiculo parece estar completamente fuera de tono con lo anterior. «Entonces ahora escriban esta «canción» para ustedes y ponganla en sus bocas y enséñensela a los hijos de Israel, para que sea [esta cancion] para Mí como un testimonio frente a los hijos de Israel» (Deuteronomio 31:20).

La yuxtaposición de estos versiculos genera muchas preguntas. ¿Por qué Hashem le dice a Moshe que ahora escriba esta canción? ¿Por qué es esta inminente condena llamada «una canción»? ¿Por qué la Tora dice «que será para para Mí como un testimonio «? ¿Quién brinda el testimonio y a quién? ¿Qué significa que «lo pongan en sus bocas»? En todo caso, ¿no debería la Tora ser puesta en sus oidos o corazones? De cualquier manera, ¿por qué querríamos cantar esta inquietante «canción»?

Por supuesto, Rashi y muchos de los brillantes comentaristas medievales explican estos versiculos con gran claridad. A mí, sin embargo, me gustaría brindar una explicacion a traves de un hermoso ejemplo.

El domingo pasado tuve el placer de encontrarme con William Goldberg, un verdadero amigo y generoso benefactor de instituciones educativas. Me conto una historia que habia escuchado el pasado Shabat del Rab Shlomo Riskin de Efrat.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Klausenberger Rebbe, Rab Yukisiel Halberstam, de bendita memoria, un sobreviviente de los campos de concentración organizo un minyan en el Beth Moses Hospital del barrio de Bedford-Stuyvesant en Brooklyn, Nueva York. Cuando llegaron al shabat donde se lee la parasha Ki Tavo sucedio un interesante episodio. La parasha Ki Tavo tiene un capítulo conocido como el de «tochacha» (la advertencia), que esta lleno de apocalípticas advertencias de condena y destrucción para que la nación judía no se aleje de la senda de la Tora.

Esa porcion de la Tora muestra los inimaginables horrores de exilio, plaga, sufrimiento y tortura – para nombrar solamente unos pocos. La costumbre es de leer estos versiculos de «tochacha» con voz baja y rapidito, a fin de no incitar a los enemigos celestiales pues puede despertar en ellos la idea que esas son buenas desgracias para que le ocurran al pueblo judio.

Así fue que durante la lectura de la porción de Ki Tavo, el Klausenberger Rebbe y su minyan de devastados sobrevivientes del holocausto estaban a punto de leer la tochacha y volver a «revivir» a través de las palabras profeticas los horrores de su reciente historia. El jazan que estaba leyendo la Tora comenzo, tal como es la costumbre, a leer rapido y en un tono bajo. Repentinamente el Rebbe golpeó ruidosamente su atril. «Hecher!» gritó (que significa «más fuerte» en idisch).

El jazan mucho no entendio lo que estaba pasando. Levantó su voz un tono pensando que estaba leyendo demasiado bajo. Pero el Rebbe no estaba satisfecho. «Más fuerte !» , grito nuevamente. A esta altura, el jazan ya estaba leyendo normalmente, tal como lo haria en cualquier otra oportunidad. Sin embargo, el Rebbe volvio a golpear ruidosamente el atril y grito: «HECHER!». El jazan ya no podría contener su perplejidad. Entonces se dio vuelta miró hacia el Rebbe para obtener una explicación.

«Ya no tenemos que leer estas miserables maldiciones en voz baja,» dijo el Rebbe. «No hay maldición que no hayamos experimentado. No hay aflicción que no hemos sufrido. Hemos visto todo, ya vivimos todo. Gritemos con orgullo a nuestro Padre en el Cielo que ya tuvimos todas las maldiciones! ¡Y hemos sobrevivido a estas maldiciones. Y ahora es Su turno traernos las prometidas bendiciones y la redención final». Y fue asi que el jazan continuo leyendo la porcion de la tochacha con voz alta y clara, tal como si estuviera entonando un hermoso himno.

Hashem le dice a Moshe que escriba esta canción y que se la enseñe a cada judío que confrontará dificultades. Será «una canción que debería estar en nuestras bocas, y será un testimonio frente al Todopoderoso». Nuestras experiencias y desafios deberían ser «cantados» con honor y fortaleza, tal como un soldado condecorado lleva con orgullo su medalla de honor en el pecho. Para que cuando las calamidades ocurran, podamos superarlas con dignidad. Que no sean agonías de las que nos acobardamos, sino un testimonio de nuestra fe en Hashem, nuestro compromiso con su Tora y mas importante aun, nuestra eternidad.

Rabbi Mordechai Kamenetzky

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