Dos reflexiones de Janucá
Extraido de Jabad Magazine
Si bien Alejandro Magno hizo las paces con Jerusalem, estábamos obligados a pagar tributo al imperio griego. Entonces, un megalomaníaco llamado Antíoco Epífanes alcanzó el poder. Epífanes significa El amado de los dioses – y Antíoco no soportaba que nadie tenga una relación con otro dios aparte de él. Por lo tanto, él saqueó el sagrado Templo de Jerusalem y prohibió la circunsición, el Shabat y los Tefilin, básicamente, prohibió todo aquello que tenía que ver con la identidad judía y nuestra relación con un único Di-s. Muchos judíos desafiaron estos decretos y murieron como mártires.
Finalmente, cuando Antíoco colocó estatuas de Zeus en las ciudades y demandó de la gente que las adoren, una familia sacerdotal de la dinastía Jashmonea se levantó en armas. Se hacían llamar los Macabeos. Esta fue la primera vez que una guerra se llevaba a cabo no por territorio o poder, sino por los derechos y la libertad religiosa. El problema era, que cinco hermanos de la clase sacerdotal y sus brigadas civiles no eran rivales para el ejército más poderoso del mundo.
El milagro ocurrió, ellos vencieron. Sin embargo los griegos continuaban mandando ejércitos e incluso su arma más temible, elefantes blindados. Más judíos se unían a los Macabeos, y las batallas cada vez eran más milagrosas. De hecho, ellos lograron echar a los griegos de Jerusalem, limpiaron el profanado Templo y declararon la independencia.
De esta historia aprendemos lo siguiente: – La guerra entre la oscuridad y la luz no sigue las reglas del juego. |
Cuando los Macabeos recapturaron Jerusalem y entraron al Sagrado Templo, encontraron un gran desorden, ídolos, cerdos y botellas de cerveza rotas por todos lados. Se dedicaron a limpiar el Templo y lo reinauguraron.
Problema: La Menorá de oro de seis pies (1,80 metros) debía ser encendida con aceite de oliva puro, no profanado por aquellos que son ritualmente impuros. Todo el aceite del Templo había sido profanado por los griegos.
Solución: Conseguir aceite de oliva nuevo.
Problema: El mejor aceite de oliva provenía de los huertos de Tekóa, distante tres días de viaje. Llegar allí, conseguir el aceite y volver hacen siete días. Nadie quería utilizar aceite de segunda clase, pero tampoco querían esperar.
Solución: Un milagro en dos partes: a) Alguien encontró una vasija de aceite de oliva puro escondida bajo el piso, sellada con la insignia del Sumo Sacerdote. b) Si bien era una sola vasija con aceite suficiente solo para una noche, éste ardió ocho días.
De esta historia aprendemos lo siguiente: – Los milagros están ocultos bajo tus pies, esperando que los descubras. |