¿Dónde están nuestros ojos?
Extraído de El jardín de las almas, de las enseñanzas del Rebe Najmán de Breslov
Luego de todas las enseñanzas y explicaciones sobre la manera en que se supone que debemos responder a los duros golpes de la vida, aún se mantiene la pregunta práctica: ¿Cómo? ¿Cómo miramos el lado bueno cuando el dolor atormenta? «Cuando la persona sabe que todo lo que le sucede es para su bien…». ¿Es posible comprender esto en el momento en que se está sufriendo, cuando el propósito final está mucho más allá de nuestro rango de visión?
Y ni hablar de tratar de alcanzar el elevado nivel de tener un conocimiento claro de que las cosas son para bien. ¡Al menos querer creer en ello sin ser capaces de verlo! Una cosa es creer en teoría. ¿Cómo llegamos a creer en nuestros corazones y a responder de acuerdo a ello?
Es posible que sea demasiado esperar sentir alegría en el momento máximo de dolor, pero hablemos de un sufrimiento menos intenso. En circunstancias más normales, cuando las cosas van en contra de nosotros, tal como sucede de una manera o de otra prácticamente todos los días de nuestras vidas, ¿cómo podemos mantenernos alegres y felices en lugar de patear, gritar y quejarnos? ¿Cómo podemos, en este mundo, aprender a mirar a las cosas que no nos gustan de manera diferente?
Cierta vez unos hombres fueron a ver al Rabí Dov Ber, el Maguid de Mezritch, con estas mismas preguntas: «¿Cómo podemos aprender a aceptar las cosas malas en la vida?». Y el Maguid les dijo: «Tengo un discípulo que podrá ayudarlos. Su nombre es Reb Zusia. Vayan a verlo».
Los hombres encontraron una choza casi derruida que indicaba una extrema pobreza y sufrimiento. Cuando Reb Zusia apareció, los hombres le explicaron porqué habían ido a verlo. «Pero no comprendo», dijo Reb Zusia. «¿Por qué el Maguid los envió a verme? ¡Yo nunca he tenido un mal día en toda mi vida!».
Un famoso cuento Jasídico… ¿pero realmente existió el Reb Zusia de la historia? ¿Reb Zusia era realmente así? ¿Es posible que alguien en la vida real viva en una extrema pobreza, con todo lo que ello implica, hambre, privación, incomodidades, enfermedad, dolor, y aun así estar en el Gan Eden? ¿Es que Reb Zusia no sentía la incomodidad, cuando tanta gente en sus lujosas casas y mansiones, con más comida, ropas y dinero que el que alguna vez pueda llegar a necesitar, está afligida, deprimida y llena de quejas?
Quizás algunos de nosotros podamos ver a Reb Zusia y decir para nuestros adentros que quizás él no conocía nada mejor. Yo nunca hubiera aceptado algo así en mi vida. ¿Hay algo de orgullo en tal reacción? Cuán humillante tener que vivir algo así. ¿Y el temor? ¡Por favor Dios, que nunca me pase a mí! ¡Quizás tengamos la secreta sospecha de que aprender a mirar a las cosas de manera diferente no haga que el dolor desaparezca! Y de una manera infantil, ¿no es eso lo que realmente queremos que suceda: que el dolor y el sufrimiento desaparezcan? ¿Es realmente la manera de mirar a las cosas de Reb Zusia la verdadera solución?
Ciertamente que podemos admirar a Reb Zusia y maravillarnos de su grandeza. Pero, ¿de qué nos sirve a nosotros su ejemplo? ¿Es posible que tú y yo podamos vivir en la práctica un nivel así? ¿Cómo es posible que gente común, con todas sus fragilidades humanas, necesidades, deseos, valores, etc. pueda experimentar el dolor, la dificultad y la adversidad y aceptarlos como buenos?
Quizás los hombres que fueron a ver al Maguid con estas preguntas sintieron exactamente lo mismo mientras estaban allí, contemplando a Reb Zusia. ¿Por qué el Maguid nos envió aquí? ¿Qué clase de respuesta se supone que es ésta? Pero la pregunta permanece. ¿Cómo podemos sobrellevar el sufrimiento? Porque está con nosotros lo queramos o no.
Centrado en el Yo o Centrado en Dios
Uno podría haber pensado que el Maguid les respondería enviando a los hombres de retorno a sus hogares con un programa de mejora personal para profundizar su fe. ¿Cómo se supone que debían beneficiarse por el hecho de ir a ver a Reb Zusia?
Bueno, primero consideremos cómo era realmente Reb Zusia. él era un ejemplo del bitul, uno de los conceptos claves de «El Jardín de las Almas». La raíz de la idea de bitul es hacer que algo se vuelva nada, anularlo o cancelarlo. En la terminología del Musar y de la Jasidut, bitul se refiere a un estado de abandono del yo y de trascendencia. Uno se reconoce como creación de Dios, dependiente de Dios, siervo de Dios. bitul es lo opuestos de ieshut, el estado regular de la mayor parte de la gente, en el cual se experimenta como entidades separadas, con puntos de vista y respuestas que están básicamente centradas en el ego.
El bitul puro no es un estado que pueda ser experimentado permanentemente en esta vida. Incluso hablar sobre el bitul como una experiencia es una contradicción en los términos, porque «experiencia» implica que hay alguien que tiene la experiencia, mientras que en el bitul uno esta absolutamente retirado del yo. El Rebe Najmán deja claro en «El Jardín de las Almas» (y ver también Likutey Moharán I, 4:9) que incluso los más avanzados buscadores espirituales entran en bitul sólo durante fugaces momentos, por ejemplo en la cúspide de la plegaria intensa y de la meditación.
Pero sin embargo hay un aspecto más cotidiano del bitul que todos son capaces de alcanzar. Paso a paso, uno va trabajando hacia un cambio fundamental de orientación en el cual la disposición centrada en el yo es sacrificada por una orientación centrada en Dios. Uno aprende a aceptar que los objetivos de Dios para nuestras vidas, tal como se enseña en la Torá, son vitalmente más importantes que los objetivos mundanos y los proyectos de nuestros egos materiales. La guía de Dios sobre cómo lograr el éxito en la vida es más verdadera y está mucho más firmemente sustentada que cualquiera de las ideas que nosotros o aquellos que nos rodean podamos haber llegado a pensar.
El hecho de que no experimentemos la bondad de Dios a cada momento se debe a que toda nuestra atención está centrada en lo que nosotros queremos y deseamos, en nuestros propios objetivos, proyectos y propósitos. Queremos controlar las cosas y que sucedan de nuestra manera. Nos ponemos tensos, ansiosos y tememos que las cosas no sucedan de la manera en que queremos que sucedan. Y cuando finalmente no lo hacen, nos sentimos frustrados, enojados, indignados, deprimidos…
¿Dónde están nuestros ojos? Enseña el Rebe Najmán: El sol brilla constantemente, lo que sucede es que no podemos ver su luz porque la tierra se interpone en su camino, aunque ésta es muy pequeña en comparación con el sol. El «sol» es la luz Divina, la luz de la Torá y de los Tzadikim. La «tierra» es el materialismo mundano, Este Mundo, con todos sus deseos y obsesiones.
Dice el Rebe Najmán: Puedes estar frente a una gran montaña, pero si tomas una pequeña moneda y la colocas frente a tus ojos, no podrás ver la montaña. Lo mismo sucede cuando llegamos a este mundo: nos hundimos en sus vanidades y pensamos que no hay nada mejor, porque este pequeño mundo nos impide ver la gran luz de la Torá, que es miles de veces más grande. El mundo está allí, frente a nuestros ojos, y nos impide ver más allá. ¡Si pudiéramos retirar las barreras de delante de nuestra vista! ¡Si pudiéramos levantar un poco nuestras cabezas y mirar algo más allá! Veríamos una luz tan maravillosa, la luz de la Torá y de los Tzadikim, y no sentiríamos la falta de nada.
«¡Oi vavoi!», clamaba el Baal Shem Tov, «El mundo está lleno de un brillo tan increíble, de secretos tan maravillosos… Y hay una pequeña mano delante de los ojos que impide ver estas grandes luces» (Likutey Moharán I, 133).
Si sólo pudiéramos levantar un poco nuestras cabezas y mirar algo más allá. bitul en el sentido práctico significa precisamente esto, levantarnos de modo que podamos ver más allá de nuestros intereses e ideas limitados por el ego. Poco a poco uno aprende a borrar la parte que dice, «Yo quiero las cosas de ésta manera. Sólo puedo aceptar las cosas que son buenas si se producen como yo quiero». Y de esta manera uno llega a aceptar que «Tú has decretado esto de esa manera y Tú en realidad sabes más».
Reb Zusia alcanzó este bitul a la perfección. Así es como pudo aceptar que todo proviene de Dios y que es por lo tanto bueno. «¡Nunca he tenido un mal día en toda mi vida!».
Rebe Najmán de Breslov