Del olvido a la conciencia
La Menorá, candelabro, y en particular la ner maaraví, la vela central permanecía prendida constantemente en el Templo como recuerdo y testimonio de que la Presencia de D-s, la Shejiná, estaba siempre presente entre el Pueblo de Israel – exclusivamente. Las naciones del mundo tenían que aceptar el Templo como fuente de su apego al Altísimo y a Su Providencia. Los griegos, sin embargo, tenían otras ideas: deseaban comprender y beneficiarse del poder de la naturaleza directamente, es decir desprendiéndolo de D-s y Su Shejiná. No obstante, admitían que D-s era la fuente de todo poder y manifestaciones de la naturaleza. Por tanto, deseaban de utilizar el poder de la naturaleza interceptando la fuente de este poder para su propio beneficio, pero no podían apropiarse de este Poder mientras que la Presencia Divina, la fuente de este Poder, residiera exclusivamente con el pueblo judío. Debido a ello, profanaron el Templo al sacrificar cerdos y mancillaron el aceite reservado a la Menorá ya que sabían que un aceite impuro no podría utilizarse para prender la Menorá.
Los jashmonaím vencieron a los griegos aunque no totalmente, ya que la revolución científica con todas las ventajas de la tecnología, la interconexión y la comunicación nos ha venido como resultado directo de la ideología griega. Todos nos beneficiamos de esta revolución. Por lo tanto, ¿por qué prendemos las velas de Januká?
¿Por qué asocian los cabalistas Januká con una de las diez sefirot, emanaciones de la Creación: Hod, empatía? ¿Por qué se agregó la oración al hanisim acerca del milagro de Januká en el párrafo de Modim de la Amidá, oración silenciosa, en que expresamos nuestro agradecimiento al Altísimo?
Para responder a estas preguntas, hemos de examinar la escena en la que el patriarca Iaacov se escapó del malvado Labán, con su familia y sus posesiones.[1] Iaacov tuvo que regresar y volver a cruzar el río Iabok al darse cuenta de que se le habían olvidado פַּכִים קְטַנִים –uno frascos pequeños, uno de los cuales era el frasco que habían encontrado los jashmonaím en el milagro de Januká. Aprendemos de Rashi que Iaacob interrumpió su huida para salvarse porque de cierto modo, para un tzadik, hombre recto, su dinero es más importante que su nefesh, alma. Como dice Rashi:[2] “los rectos cuidan sus posesiones porque no envían sus manos al robo”.
Todo en el mundo está de un modo secular hasta que alguien lo purifica, elevándolo a un nivel más excelso. Esto se obtiene al utilizarlo para HaShem en lugar de hacerlo para su propio beneficio. De este modo, se está cumpliendo una mitzvá, como dice el versículo:[3] בְּכָל דְּרָכֶיךָ דָעֵהוּ וְהוּא יְיַשֵּׁר אֹרְחֹתֶיךָ – “En todos tus caminos, ten presente al Todopoderoso, y Él dirigirá tus sendas”. Quien tiene tal intención eleva todo cuanto hace a un estado de kedushá, santidad. Este proceso se denomina en la Cabalá birur, la purificación de las santas chispas que anteriormente, estaban en un estado profano y ahora se elevan a la dimensión de kedushá. El proceso de birur y elevación forma la basis del servicio divino (עבודה) de Iaacob y de todos nuestros tzadikim. Este servicio no sólo se reserva para los tzadikim, sino que es para cada uno de nosotros.
Por lo tanto, el ángel de Esav lucho contra Iaacov porque quería esas vasijas, que eran más importantes que el alma del tzadik debido al birur, la purificación de las santas chispas. Estas chispas habían estado aprisionadas el mundo inferior porque Esav las había mancillado por sus deseos materiales y su negativa de servir a HaShem, y Iaacov las había elevado con su excelso servicio divino. El ángel de Esav era en realidad el ángel del mal – el Satán, y estaba tratando de apropiarse de las chispas de kedushá que tenía Iaacov porque le pertenecían. No pudo rendir a Iaacov porque Iaacov había logrado la shelemut, la perfección espiritual. Por lo tanto le hirió en el único lugar del que fue capaz – en el כַף יְרֵכוֹ – la articulación de su cadera. Si pensamos en el hombre como microcosmo de la creación Divina en quien se halla la estructura espiritual de las diez sefirot, la articulación de la cadera corresponde a hod, la empatía. Explica la Cabalá que Iaacov quedó cojo, al menos hasta el amanecer, porque todas las generaciones de Benéi Israel, los Hijos de Israel, también cojearían, es decir que sufrirían yisurin, aflicciones a través de la historia.
Al herir a Iaacov en la articulación de su cadera, el ángel estaba tratando de dañar su hod, correspondiente a todo el deseo del hombre. Esta parte de cuerpo dañada – el guid hanashé, la articulación de la cadera – es el núcleo de nuestros 365 guidim, nervios, ya que es el elemento esencial de todo deseo de mal, que se revela principalmente por la noche.
Por lo tanto dice el versículo:[4]
עַל כֵּן לֹא יֹאכְלוּ בְנֵי יִשְׂרָאֵל אֶת גִּיד הַנָּשֶׁה אֲשֶׁר עַל כַּף הַיָּרֵךְ עַד הַיּוֹם הַזֶּה כִּי נָגַע בְּכַף יֶרֶךְ יַעֲקֹב בְּגִיד הַנָּשֶׁה
Por eso los Hijos de Israel no deben comer el tendón dislocado de la articulación de la cadera –guid hanashé- hasta el día de hoy, pues él golpeó a Iaacov (Jacob) en la articulación de la cadera, en el tendón dislocado.
No comer de este “tendón dislocado” es uno de las 365 de la Torá. ¿Qué es este “tendón dislocado”?
La palabra hebrea nashé señala algo que está fuera de su lugar; por lo tanto se traduce como ‘dislocado’, y también significa ‘olvido’. Asimismo, se relaciona con la palabra nashim, mujeres porque en cierto modo, las mujeres están “fuera de su lugar” en el sentido de que las mujeres – así como todos los elementos de la creación – no están al nivel espiritual en el que habrían de estar y en el que era la intención Divina de que estuvieran en el tiempo de la Creación.[5] El Altísimo causará que recuperen los poderes del intelecto que habrían de ser suyos a la venida del mashíaj, nuestro ansiado Redentor. La situación en que estamos de se debe al pecado primordial de Adam y Javá, cuando Javá impulsó a Adam a que comiera del fruto del Etz haDaat, Árbol del Conocimiento, y Adam acepto el fruto y comió. Esta caída espiritual es una de las causas detrás del deseo sexual ilícito entre hombres y mujeres; forma también la base de todo mal y dio lugar a la posibilidad de olvidar mismo por un minuto quiénes somos y qué es lo que vinimos a hacer. Quien se olvida – no lo permita el Cielo – cae en el poder de su yetzer hara, impulso al mal.
El olvido es lo opuesto de hod, que tiene connotación a la aceptación, el reconocimiento y la gratitud, y a la oración Modim, en la que expresamos nuestra conciencia de la Presencia de D-s. El olvido es lo que rectificaron los jashmonaím al vencer a los griegos en la batalla y al desear de reintegrar la Presencia de D-s entre los Benéi Israel.
Al prender las velas de Januká y al contemplar su luz estamos mostrando al mundo que la Presencia de D-s sólo puede realizarse a través del Pueblo de Israel y no a través de los beneficios de la ciencia porque sólo el Pueblo de Israel está consciente de la acción Divina detrás de todo progreso. Es decir, el servicio divino a D-s e incluso la conciencia de D-s sólo puede lograrse a través del Pueblo de Israel y no a través de las naciones del mundo.
Recordamos si una persona come en Tisha beAv se considera que es como si comiera del גִּיד הַנָּשֶׁה, tendón dislocado, ya que mismo la congoja de Tisha beAv es un arte de hodaá, reconocimiento. Es decir, de cierto modo, hay que sentir y reconocer que de una perspectiva más elevada, mismo Tisha beAv ha de verse bajo el prisma de Gam zu letova, “esto también será por bien”. Hay que poder discernir el envoltorio plateado y sentir gratitud.[6]
Mientras contemplamos la aureola que rodea nuestras luces de Januká, podemos tener en mente el honor y la gratitud de pertenecer a un pueblo que está capacitado a discernir la Presencia Divina por encima de la naturaleza.
לעלוי נשמת
יוסף (חי) ג’ורג’
בן אליהו ואסטרייא ע»ה
תהא נשמתו צרורה בצרור החיים
[1] Véase Génesis 32:23.
[2] Rashi acerca de Génesis 32:25.
[3] Proverbios 3:6.
[4] Génesis 32:33; La Torá: Edición a cargo de Daniel ben Itzjak. Barcelona: Ediciones Martínez Roca, (Grupo Planeta).
[5] Gaon Eliahu miVilna, Ateret Eliyahu en su comentario a Génesis 3:6.
[6] Este artículo fue hallado en el libro de kavanot, meditaciones kabalistas relacionadas con Januká de Yosef Jai Lasry después de su fallecimiento. Fue editado y completado por su maestro, Rab Moshé Schatz, autor de Sparks of the Hidden Light.
Yosef Jai Lasry zl