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La Armonia Universal
La armonía universal
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De la imitación al discernimiento

Cada persona y civilización, como sucede con los campos de fuerza que estudiamos en física, es un todo orgánico que se expande influenciando aún más allá de su espacio corporal y de su propia conciencia. Queramos o no, sepámoslo o no, todo influye en todo. La realidad es dinámica y global, nada ni nadie existe aislado sino que hay un ecosistema que relaciona a todo, y a medida que avanza la historia ello sucede cada vez con más velocidad e intensidad.

Como el árbol necesita de buena tierra, aire y agua para dar de sí, el hombre debe rodearse del ambiente que lo estimule a desarrollar su potencialidad. La raíz extrae su vitalidad de la tierra y cada árbol es parte indispensable de un ecosistema. Similar ocurre con cada hombre y grupo humano, se universalizan cuando proyectan su particularidad -dan su fruto- para el beneficio de toda la humanidad. Para ello necesitamos del ambiente mental-emocional adecuado y guías como Moshé Rabeinu que nos ayuden a revelar nuestra verdadera esencia.

La forma en que cada persona ve el mundo es producto de la interacción de su personalidad, el medioambiente y la educación que recibió. Ello le impone una forma de ser que va más allá de su conciencia. El hombre cree en lo que ve y ve sólo aquello en lo que cree. La mayoría de los sistemas educativos tienen como objetivo describir la realidad, o más precisamente una percepción particular de la realidad.

El hombre, en todas las etapas de su desarrollo, aprende al comienzo por medio de la imitación y luego a través de su propio discernimiento y elaboración. Por ello es fundamental que la educación se desarrolle en un ambiente de Sabiduría que incentive el altruismo. Es imprescindible encontrar maestros interiorizados en los principios de la Kabalá, así como amigos que nos sirvan de modelo orientándonos e inspirándonos a lo largo de todo el proceso de aprendizaje. Tal como nos indica el tratado Pirkéi Avot de la Mishná : Provéete de un maestro y conquista un amigo.

Nuestra vida se desarrolla dentro de un ecosistema biológico y sociocultural influyéndonos material, afectiva y mentalmente. Lo que sucede en cada uno de estos ámbitos desencadena procesos que repercuten haciendo que sea imposible entender siquiera un pequeño aspecto de la realidad, a menos que lo comprendamos integralmente. La vida, a pesar de estar compuesta por diversidad de aspectos, se nos presenta como un todo.
Nuestra percepción de la realidad no se encuentra en los sentidos ni en el cerebro ni en el corazón, sino en un plano que integra y unifica a todos ellos. Es el ámbito denominado por la Kabalá rujaní-espiritual, el mundo de la neshamá-alma.

Cuando el hombre se ejercita a través de la Torá y las mitzvót en dominar su instinto, emoción y pensamiento, orientándolos en pos del bien, surge la voluntad superior. Así, el ser humano logra trascender las influencias inferiores tanto en el ámbito espiritual como en el material-sensorial.

Así como la semilla posee en potencia los frutos que el árbol puede dar -siempre que creemos las circunstancias apropiadas: tierra fértil, suficiente agua, etc.- algo similar sucede con el ser humano. Las influencias del medio ambiente aceleran o retrasan la revelación del potencial interior.
No siempre es posible comprender la forma en que estas influencias se revelan y la situación en que se manifiestan. Lo que a veces parece negativo en el presente puede ser positivo en el futuro y viceversa. Nuestra responsabilidad consiste en hacer el máximo esfuerzo en proveer un sistema educativo que motive la revelación del potencial altruista que existe en cada alma.

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