Festejando
Pesaj
Pesaj y su significado
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D-s nos sacó de Egipto

¿y quién, acaso, nos condujo a Egipto?
Ud. Ya paseó por numerosos países. Ud. Conoció personas de distintos orígenes, con diferentes costumbres, con hábitos y usanzas de las más extrañas. Una de las cosas que tienen en común todas estas personas de distintas procedencias es que festejan el día nacional de su liberación o de su independencia. El día de aquella celebración se caracteriza en ciertos lugares por el asueto en sus lugares de trabajo, por desfiles militares, por reuniones para consumir comidas típicas y por el clima festivo y relajado de quienes recuerdan el motivo del festejo y saborean la libertad que están homenajeando.
Todo esto no tiene nada de malo. ¿Qué mejor que gozar y deleitarse con uno de los aspectos más fundamentales de la existencia humana como ser la soberanía y la emancipación del poder ajeno sobre uno?

Pero, cómo no podía ser distinto, los judíos siempre tenemos que ser diferentes. En el día de nuestra libertad, consumimos una galleta seca sin sabor, y la acompañamos con hierbas amargas que en algunos casos (los que comen el jrein fresco) nos hacen lagrimear al rallarlo y al consumirlo. Y todo esto, como parte de una ceremonia en la cual queremos sentir como si nosotros mismos, que vivimos 3311 años más tarde, hubiésemos sido partícipes de aquel macabro suceso!
Con razón, el hijo asombrado cuestiona (en el «Má Nishtaná»), que se encuentra con señales contradictorias en una misma conmemoración. El pobre joven no termina de entender si se trata de un acaecimiento alegre o de un acontecimiento triste. Por un lado, se cruza con la Matzá y Maror (las hierbas), símbolos de la carencia y estrechez que ya mencionamos, y, por otro, se enfrenta a la mejor vajilla y cristalería puesta sobre una mesa ante la cual se sientan cómodamente reclinados, untando una y otra vez una comida en otra, señales de opulencia y abundancia! «Perdón!» – dice asombrado – «¿qué es lo que sucede aquí?

Para responder a esta pregunta, si es genuina, el padre deberá cuestionársela él mismo. Sin embargo, si analiza minuciosamente las palabras de la Hagadá de Pesaj, se encontrará con que ésta responde no
sólo a esta pregunta, sino que nos enseña una nueva y distinta percepción de la vida, a la forma en que estamos acostumbrados a pensar. Cuando comience a leer el texto de la Hagadá, verá que se menciona que D»s ya le había adelantado a Avraham que sus descendientes sufrirían un terrible exilio que en sus diversas faces y matices iba a durar cuatrocientos años. Lee una página más y ve que menciona que Ia’acov bajó a Egipto «obligado por la Palabra del Todopoderoso». Al chocarse con estas expresiones, se pregunta a si mismo qué tiene, entonces, tanto para agradecer por la liberación, si en realidad fue D»s Quien lo obligó, desde un principio, ir al exilio!

Para comenzar a responder a esta ineludible pregunta, debemos pensar por un momento en nuestra postura hacia todo lo que nos incomoda, irrita y fastidia. La actitud habitual de la gente es creer que es posible acceder a una vida libre de molestias, eso es, si uno tiene la suerte de tener el mismo éxito que cree que tienen otras personas más afortunadas que sí, piensa, gozan de una vida tranquila, reposada, apacible y pacífica. La pura verdad es, que esa ilusión es nada más que eso: una ilusión y un sueño. Ningún ser humano llega, por la acumulación de medios materiales, a alcanzar lo inalcanzable: vivir más allá de la incertidumbre por lo que depara el futuro. El Maror, simplemente, es parte real de nuestra vida, nos guste, o no. A veces, las porciones son pequeñas, y, en otras, mayores y más amargas. Pero siempre está, y más aun en nuestro extenso Galut (exilio). Una de las lecciones de Pesaj sería, entonces, entender y reconocer que nuestra función ética personal no está ligada o sujeta al bienestar u holgura que gozamos en algún momento determinado.
Es por eso, que existe la costumbre de algunos de comer huevos en la cena de la noche del Seder, pues el comienzo de Pesaj cae inevitablemente en el mismo día de la semana que Tish’á beAv, día de duelo nacional. «Hisbi’ani bamerorim, hirvani la’aná – Quien me satisfizo con hierbas amargas, me sació con ajenjo» – dice Eijá. El dolor que se sufre en distintos momentos críticos de la vida pertenece al desafío mismo del crecimiento y nos presenta con un entorno en el cual debemos desarrollar nuestra espiritualidad. Uno de los poemas que recitamos como parte de las lamentaciones de Tish’á beáv, compara la similitud y coincidencia inversa que hubo entre las situaciones de la salida de Egipto (betzetí miMitzraim) por un lado, y la conducción al exilio (betzetí miIerushalaim), por el otro.
Convengamos, entonces, que para la persona que toma conciencia que su estadía en este mundo material responde a un mandato moral, no hay diferencia fundamental en cual es la coyuntura en la cual debe realizarse como ser humano y judío, pues Quien evalúa su desenvolvimiento espiritual, sin duda reconoce el esfuerzo y la voluntad puestos en cumplir la misión adjudicada de acuerdo a las circunstancias en que se debieron realizar, más que si la gestión fue exitosa (lo cual no depende del ser humano), o no. Pues entonces, si bien nadie desea sufrir, el reconocimiento del dolor como un capítulo necesario de la función personal, le permite al judío aceptar y coexistir con las circunstancias con menos frustración y mayor comprensión y motivación.

El Talmud nos relata tanto acerca de la pobreza del sabio Hillel, como del muy acaudalado R. Elazar ben Jarzom. Ambos se dedicaron al estudio con sumo empeño a pesar que les hubiese sido fácil buscar pretextos por sus circunstancias. La historia de ambos (y de tantos otros) nos desafía a ver que, si tuviésemos la voluntad de hacerlo, ninguna coyuntura nos podría desviar del camino espiruitual.
Esto es verdad, tanto a nivel individual como también a nivel nacional.

La contrariedad y el obstáculo siempre nos llama a crecer. El Galut es una anomalía en el vínculo entre D»s y nosotros, pero es el estado mediante el cual nos volcamos nuevamente hacia El. En nuestra historia encontramos que los mayores legados a nivel de estudio ocurrieron precisamente en los momentos de mayor persecución. Rashí (el principal comentarista de la Torá y del Talmud) vivió en la región del Rin en la época de las masacres perpetradas por las cruzadas. Los Tosafot (que acompañan la hoja del Talmud) se redactaron a escondidas en la época de la quema del Talmud de Francia. Abarbanel escribió su comentario cuando acompañó a los judíos expulsados de España, el Ta»z y Sha»j sobre el Shulján Aruj fueron víctimas de los Cosacos de Chmelnitzky en Polonia, el líder espiritual de la comunidad judía alemana Mahara»m de Rotenburg fue apresado hasta su muerte por el emperador Rodolfo para chantajear dinero de rescate de los judíos y su yerno, Rabenu Asher (Ros»h) debió huir a España para no correr una suerte similar- para mencionar tan sólo algunos de los famosos. Las masas del pueblo, cuyos nombres individuales ya no conocemos, tampoco se quedaron atrás y no se dejaron amedrentar por el peligro o los obstáculos. En realidad, contemplando la libertad cívica que gozamos los judíos hoy en los países occidentales, no tenemos siquiera una somera idea de lo difícil que significaba permanecer judío durante la época media y moderna. Sin embargo, la adversidad no quitó fuerza, sino que presentó al judío con el desafío de aferrarse a lo suyo y demostrar que nada ni nadie puede destruir su espíritu.

Una posible explicación adicional a la bondad de nuestra esclavitud y opresión de Egipto, puede pasar por haberse convertido, para nuestros padres que la vivieron, en la «escuela» en la cual aprendieron a someterse totalmente (por la fuerza) a las órdenes de sus «superiores» egipcios. Apenas saldrían de Egipto, los israelitas se encontrarían frente al Monte Sinaí y se someterían – esta vez en forma libre, voluntaria y para siempre – a la ley de D»s. La sumisión a los egipcios había sido total y absoluta. Los hebreos debían cumplir tareas que les eran personalmente inconvenientes para su edad y condición, debían edificar en terrenos inadecuados para la construcción, no tenían horarios fijos de trabajo y su condición de esclavos les impedía salir del país.

Del mismo modo, nuestra obediencia hacia la Torá, debe ser íntegra y cabal. No tiene horarios, pues no existen espacios ni recursos «libres» de Mitzvot. Tampoco el espacio físico en el cual debemos cumplir con nuestra responsabilidad es siempre el más accesible. Muchas veces, el judío debe obedecer la Torá en situaciones muy adversas. No obstante, no debemos dejar de cumplir con nuestra obligación. Ah sí!
Obviamente, existe una gran diferencia. Los egipcios, de carne y hueso, eran crueles y nos odiaban. D»s también nos encomienda mucha tarea… pero para nuestro bien.

Daniel Oppenheimer

Rab Daniel Oppenheimer

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