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Cuidando las palabras

El episodio de los espías (parashá Shelaj Lejá) que hablaron mal de Erez Israel nos enseña que cuando la persona no pone límites a su poder del habla, se pierde el dominio de la palabra, y es posible llegar a lo más bajo en la categoría humana. Y eso fue lo que les pasó a los espías. Al principio dijeron cosas de la tierra, y después llegaron a expresar: «Porque (el enemigo que habita allí) es más fuerte que él». Es probable que al decir «que él», se referían al Am Israel, pero como la persona a veces magnifica y exagera lo que escucha, muchos entendieron que los espías dijeron que el enemigo «es más fuerte que Hashem». Así corre el Lashon Hará (calumnias): Como una bola de nieve que crece cada vez más. Según otra explicación, la intención de ellos fue decir que realmente eran más poderosos que Hashem mismo.

Se cuenta de un Rab que acostumbraba a ir de vez en cuando a diferentes ciudades de Latinoamérica a ofrecer discursos de Torá muy sabios, y luego a recolectar fondos para una Ieshibá de Erez Israel. Todos escuchaban sedientos sus proverbias palabras, y le daban una acogida acorde a su ilustre personalidad.
En una ocasión, luego de pronunciar su discurso acostumbrado en un Bet Hakeneset, se dio cuenta que la gente no había sido tan afectuosa con él como las otras veces. Esto lo confirmó en el momento de realizar su colecta, en la que ninguno de los presentes hizo el más mínimo aporte, cuando siempre lo hacían generosamente.
Se presentó nuevamente frente al público y les dijo:
«¡Hermanos míos! He notado que no gozo del privilegio de la confianza y el cariño de ustedes! ¿Pero pueden decirme por favor cuál fue mi pecado? ¿En qué les he faltado?».
Se levantó el Presidente de la Institución y le dijo:
«Voy a ser sincero con usted, Rabino. Nos hemos enterado que usted ha robado todos los Sefer Torá de una ciudad…».
«¿Cómo? ¿Que yo robé todos los…? ¿Y se puede saber de quién escuchó esa barbaridad?», preguntó el Rab.
El presidente miró para todos lados e hizo un gesto de no querer revelar la fuente de información. En ese instante, se levantó un hombre que estaba a su lado y dijo:
«Bueno. Fui yo el que le dijo al presidente eso. Pero no dije que se había robado todos los Sefer Torá de una ciudad, sino «Todos los Sefer Torá de un Bet Hakeneset de la ciudad». Y esa noticia me la dio ese señor», y señaló a un hombre que estaba parado en un rincón.
«¡Un momento! ¡Yo jamás dije que el Rab robó todos los Sefer Torá del Bet Hakeneset!», interrumpió el hombre señalado; «¡Yo dije que escuché que el Rab robó un solo Sefer Torá!».
El Rab, que aún no salía de su asombro, preguntó al público:
«Por favor: ¿Puede alguien decirme quien le dijo a este hombre que yo robé un Sefer Torá?».
Un joven levantó tímidamente la mano y manifestó:
«Voy a hacer una aclaración: Yo no le dije a este señor que el Rab había robado un Sefer Torá. Yo me enteré de alguien muy importante, que el Rab robó un libro (que en hebreo se dice «Sefer«) de Comentarios de la Torá, y se lo conté a esta persona».
A esa altura el murmullo que se oía era ensordecedor. Tuvo que intervenir el presidente a poner orden:
«¡Silencio! ¡Silencio!», se dirigió al joven y le inquirió: «¿Puedes decirnos de qué «persona importante» escuchaste que el Rab robó un Libro de Comentarios de la Torá?».
El joven guardó silencio y no se animaba a abrir la boca.
Se le acercó el Rab y le dijo con calma:
«Dime, hijo: ¿Esa persona está aquí presente?»
«Sí», respondió bajando la cabeza. «Ahí está. Es nuestro Rabino».
Se produjo un silencio sepulcral, mientras todas las miradas se dirigían al Rabino del Bet Hakeneset, que estaba sentado en su lugar leyendo tranquilamente, casi ajeno a la discusión.
Al ver que todo el mundo estaba esperando qué es lo que tenía que decir, levantó su cabeza y, luego de un suspiro declaró:
«Todo esto es producto de una gran confusión. La última vez que nos visitó, el Rab dijo en su discurso unos comentarios de Torá muy bonitos, que la gente disfrutó mucho. En ese instante, yo dije para mí: «Unas palabras tan sabias, las habrá robado de algún Libro de Comentarios de la Torá…». por lo visto, añadió el Rabino, dichas palabras fueron escuchadas por la persona que estaba sentada al lado mío…»

Extraído del libro «Imré Shéfer»

(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )

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