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¿Cuán Kasher era Khomeini?

Articulo sobre la realidad irani. Extraido de jabad magazine.

El mundo pudo finalmente dar un incómodo suspiro de alivio. Durante más de una década, un anciano sabio con larga barba blanca, tradicional turbante negro y apasionado celo religioso, había dominado las noticias mundiales de una manera igualada únicamente por el Estado de Israel. El desafió la evaluación de la personalidad moderna del hombre y su mundo tecnológicamente avanzado al manifestar, para que todos lo vieran, cómo un estado teocrático, empinado en las intransigentes maneras de la tradición antigua, podía sostenerse a sí mismo con relativa estabilidad en medio de sus turbulentos principios revolucionarios.

Ahora había muerto. El legado que dejó a su pueblo, sin embargo, perdura tan fuerte como siempre.
Cuando di ese suspiro de alivio mientras miraba e internamente me burlaba la intensa angustia y duelo del pueblo iraní mientras castigaban sus cuerpos en las procesiones funerarias por el fallecido Imam, una poderosa pregunta me acometió repentinamente: ¿Por qué no sentía yo, como judío observante, conjuntamente con el cuerpo entero de la judería tradicional, más simpatía por su causa? Este era un hombre que había rescatado las costumbres y el celo de la religión de las garras transformadas y seculares del régimen del Sha. Actuó como un macabeo de los tiempos modernos rescatando personas indefensas del caldero llameante del helenismo cuyo único producto es la decadencia moral de un crisol ateísta. Tomó una sociedad occidentalizada comprometida al homicidio espiritual del pueblo y liberó la creencia religiosa de la liquidación sistemática. ¿No son éstos valores a los que aspira también el judaísmo?

Un estudio cuidadoso de la transformación de la sociedad y vida iraní por parte de Khomeini, aunque admitidamente extremo, producirá una espantosa simetría con el judaísmo y la ley judía y servirá para ampliar el debate.
Khomeini denunció la inmoralidad de la civilización occidental al grado de que occidental e inmoral tendieron a volverse sinónimos. «Occidentalización» en su vívida lengua, significaba «desfilar por las calles con un sombrero europeo sobre tu cabeza mirando mujeres desnudas» (o sea, mujeres con provocativos vestidos occidentales).

El programa IRP, de lectura exigida en las escuelas iraníes, argumenta: «Durante décadas nuestra sociedad ha consumido cultura y educación importadas. A fin de fortalecer su imperialismo económico y político, los devoradores del mundo han recurrido al imperialismo cultural. Por lo tanto, los modelos de vida occidentales tienen que ser eliminados en todas las áreas: hábitos alimentarios, modas del vestir, arquitectura y planificación urbana, educación y modales».

El programa gubernamental de islamización ha afectado casi cada área. Los medios, las arte y la diversión, la ropa y la familia, se volvieron sujetos a regulaciones morales. La prostitución y la pornografía fueron eliminados totalmente, conllevando castigos severos. El régimen fundamentalista también impuso el hijab (el código islámico de vestimenta) sobre las mujeres para que ninguna esté vestida inmodestamente. Las mujeres iraníes vestidas al estilo occidental fueron denunciadas por Khomeini como «bailarinas de cabaret». Incluso las escuelas mixtas fueron proscriptas habiendo sido clasificadas como «casas de prostitución».

Mirar la televisión iraní se volvió el tipo de experiencia en la que cualquier padre podría confiar. Serviría para mejorar la educación de su hijo, en lugar de exponer al niño a la violencia y la lujuria. Una transmisión de un día típico es la siguiente:
Canal 1: 16:30 Señal en el Aire; 16:35 Versículos del Corán; 16:45 Noticias en Inglés; 17:00 Programa para Niños; 18:00 Noticias de Provincia; 18:30 Informe Deportivo; 19:10 Llamado a la Plegaria; 19:30 Arquitectura del Desierto; 20:30 Noticias Iraníes y Mundiales; 21:30 Programa de Economía; 23:00 Programa en Arabe. Canal 2: 10:00 Señal en al Aire; 10:05 Versículos del Corán; 10:10 Programa para Niños; 11:05 Programa Familiar (lección en costura, cuidado de niños); 16:45 Señal en al Aire Nuevamente; 16:50 Versículos del Corán; 17:00 Noticias Culturales, Artísticas y Económicas; 17:10 Llamado a la Plegaria; 17:20 Lecciones en Arabe; 19:20 Selección de Estudiantes por la Universidad; 19:50 Misceláneas (dibujos animados, etc.); 21:50 Los Templos de Irán; 22:30 Noticias Iraníes y Mundiales.

Comunicación Masiva

El régimen también monopolizó los medios de comunicación masiva, prohibiendo los periódicos seculares para que la perversión sexual no se infiltrara en la conciencia del país. Las canciones religiosas se volvieron la principal expresión musical, reemplazando al rock y la música de discoteca; el baile mixto fue prohibido.

Nadie en Irán parece dudar que desde la Revolución, y la introducción de sus severas penas, el crimen, y el crimen violento en particular, ha descendido apreciablemente. Irán disfruta en la actualidad de una de las tasas más bajas de criminalidad urbana en cualquier país del mundo.

En llamativa similitud con el principio rudimentario de judaísmo como modo de vida, el Irán de Khomeini representa un regreso, no simplemente a los ideales del Islam, sino a su maximalista concepción como una guía para los detalles, grandes y pequeños, de la vida cotidiana. De hecho, Khomeini ha publicado su propio comentario sobre estas cuestiones. En los años ’50, en la Escuela Teológica Faizieh en Qom, su reputación como maestro crecía y la gente le escribía de todas partes de Irán para pedirle sus opiniones en materia de religión. Estas opiniones fueron compiladas y convertidas en libro, que él publicó en 1960; tras ello, tenía derecho a referirse a sí mismo como ayatola.

El libro, Towzhih al Mas’il, o Explicación de los Problemas, es un best seller en Irán, un inmenso tomo que contiene más de tres mil normas sobre la conducta de la vida diaria y las observancias religiosas, desde leyes sobre la herencia a cuestiones de higiene personal y la manera correcta de faenar los animales.

Casi no hay nada privado a los ojos occidentales, al menos que el Ayatola Khomeini no haya determinado su ley; desde las diferentes variedades de sangrado en un flujo menstrual de la mujer hasta la dirección a orientarse al defecar, y la manera correcta de limpiarse después. En similitud, también la Torá dictamina leyes que rigen todas las acciones del hombre, alentándolo a conocer a Di s «en todos tus caminos».

Observancia Religiosa

Otra interesante observación es que Khomeini no solamente incrementó la observancia del Islam en Irán, sino que en muchos casos obligó a los judíos a ser igualmente observantes de su propia fe. En una ocasión emplazó a un grupo de adinerados industriales judíos cuyas fábricas operaban en Shabat. Para su asombro, los condenó por descuidar sus mandamientos y declaró que de allí en adelante, cualquier fábrica judía abierta en Shabat se castigaría con un escuadrón de fusilamiento. Todos los presentes acataron.

Claramente, las ideologías difieren en complejidad. Aunque pueden no ser tan complejas como algunas otras, el fundamentalismo iraní, como muchas ideologías totalitarias, provee no obstante a sus creyentes un sentido de misión y un concepto holístico de personas y sociedad y tiene su propia retórica y estilo distintivo.

Sin duda la brutalidad de Khomeini sirve de obstáculo repulsivo al loar los logros del Imam, y bien puede argumentarse que el resultado en Irán puede no deberse tanto a la vigilancia de los Komitehs como a los castigos que aplica.
Pero al explicar el llano rechazo, mejor dicho, repulsión, del judaísmo tradicional de todo lo que Khomeini significa, medios aparte, eso es un tanto superficial. Seguramente, en su búsqueda de madurez intelectual, el hombre ha aprendido a obtener el bien del mal. Si las metas del Imam fueran buenas pero sus medios malvados, deberíamos de inmediato ensalzar sus ambiciones y logros, y al mismo tiempo condenar sus métodos. Y con todo, el simbolismo de Khomeini como ícono del liderazgo y valores religiosos ha sido absolutamente rechazado por la judería tradicional, metas y métodos por igual. ¿Por qué?

Sugiero que no es meramente la corneada del uso de la fuerza por parte de Khomeini lo que repele al judío tradicional de sus logros religiosos, sino más bien la luz que arroja sobre la percepción misma de religión como un entero por parte del Imam. Una percepción que al judaísmo tradicional le resulta aborrecible.

Hay quienes creen que religión es una montaña a ser escalada, una meta a ser alcanzada. Para ellos, la condición del hombre a los ojos de Di-s se comprueba únicamente por dónde éste se posiciona ahora. Si cualquiera de sus acciones manifiestan cualquier tendencia hacia el mal, entonces, en esencia, no ha logrado nada. Es sólo quien llega al pico de la montaña quien puede referirse a sí mismo, con justicia, como un `individuo religioso’, alguien cuya travesía ha alcanzado su clímax. En las mentes de los líderes de esta escuela de pensamiento, no es la progresión lenta del hombre en su afinidad con Di-s lo meritorio, sino su ascenso rápido al trono del Todopoderoso.

El judaísmo no adhiere a esta perspectiva. A los ojos del pensamiento judío no es la meta lo importante, sino la trayectoria. La distancia que el hombre ha recorrido, cuán lejos ha progresado, es lo que Di-s mide. Entre los temas más centrales del Talmud está la idea de que un retornante al judaísmo (un Baal Teshuvá) es mucho más grande que un tzadik (hombre justo y piadoso), porque el retornante ha recorrido mucho más. El tzadik, cuya piadosidad y actos de bien exceden por mucho los del retornante, puede estar de hecho en la cumbre de la montaña. Pero con todo es considerado inferior porque no viajó gran distancia para alcanzar la cima de la montaña. Todo se le entregó en una bandeja de plata, del jéder (la escuela hebrea tradicional) a la que fue enviado por sus padres, la Ieshivá a la que asistió con el resto de sus amigos. El Baal Teshuvá, por otra parte, ha escalado desde el abismo de la desesperación espiritual y, al menos, se ha iniciado a sí mismo en el regreso a la senda apropiada.

Desarrollo

Dicho en otras palabras, lo que el Todopoderoso busca en el hombre no es la devoción religiosa sino la transformación. El cambio gradual del hombre de organismo materialísticamente proclive e indulgente, repleto de tendencias y necesidades físicas, a un ser con disposición y previsión espiritual. La Torá y las mitzvot son el ingrediente crítico en el desarrollo y crecimiento del hombre. Con cada mitzvá que pasa, lentamente llega a ser un individuo orientado hacia afuera. Si bien las primeras palabras del hombre cuando aprende a hablar son `¡Mío!’, o `Dame’, la mitzvá le enseña a reorientar este estado natural del hombre a uno de dar, en lugar de tomar. Más todavía, el hombre aprende a utilizar sus propios deseos físicos con el objeto de comprender también las necesidades del otro. Cuando uno comprende cuán vital es ser amado, aprende cuán crítico es amar a otro, pues sus necesidades son las mismas. Y en el proceso de volverse un individuo orientado hacia afuera, el hombre aprende a descubrir a Di-s y simultáneamente emula Sus conductas.

El matrimonio sirve como una ilustración clásica de este principio. Mientras es una mitzvá por derecho propio, el matrimonio es también la premisa para el cumplimiento de muchas otras mitzvot, entre ellas la de la continuidad del pueblo judío. ¿Pero por qué escogió Di-s la estructura del matrimonio como el escenario necesario para la existencia humana? Para citar la Torá: ¿por qué `no es bueno que el hombre esté solo’?

El matrimonio sirve como la máxima institución para la constante reeducación del hombre lejos de su disposición natural. Incluso la estructura mecánica del matrimonio es tal que el hombre debe aprender a dar constantemente, desde las cosas más altas, como reconfortar a una esposa durante la tragedia, a las más baja, abstenerse de comer hasta que el esposo llega a la mesa. Y son precisamente estas cuestiones `triviales’ las que son de importancia cardinal para el éxito de todo matrimonio. Pronto llegan los niños y el hombre encara un nuevo desafío en el arte de la generosidad: dar sin recibir a cambio. Un infante nace con ningún ahorro, salvo el del amor intuitivo de los padres por su hijo. Ellos aún no se han vuelto médicos o abogados, ni han generado satisfacción alguna para sus padres. Y con todo su dependencia de sus padres es absoluta, todo desde el alimento a la movilidad. No hay garantías de que el niño actuará recíprocamente alguna vez. De hecho, un sinnúmero de hijos abandona a sus padres en residencias geriátricas durante su vejez. ¿Pero por qué es todo esto tan importante?

Mediante el amor, el dar, la bondad y la compasión de la experiencia cotidiana, el hombre aprende a encontrar a Di-s. Aprende a percibir una existencia superior y mayor que la suya. Aprende a obedecer los mandamientos de ese Ser. No por las perspectivas de gratificación, sino por convicción y un amor profundamente sentado. Y el hombre se torna Divino.
Cuando la religión se practica por cualquier consideración externa, siendo la fuerza el extremo entre ellas, la transformación interior no puede suceder. Nada cambia, nadie se vuelve espiritual, y el propósito de la religión es derrotado.

El ayatola Khomeini cambió el gobierno sin cambiar a la gente. Su teocracia no fue meramente empañada por los métodos en la procura de observancia religiosa, sino que fue realmente reemplazada por esos métodos. Triunfó en producir un gobierno religioso, pero no un rebaño religioso. Y mientras la sociedad iraní hoy puede existir de hecho en la cumbre de la montaña, libre de desviación sexual, robo, violación, o incorrección, la población no escaló esa montaña. Más bien, fueron como una bala de cañón, lanzados allí por el celo religioso de la guardia nacional iraní.
La transformación del gobierno prescindiendo de la marcha a tono de la gente fue la intención de Khomeini desde un comienzo y explica su infatuación absoluta con el control gubernamental.

Siempre sostuvo el primado de la política y la dominación de los sistemas sociales y políticos por «verdaderos creyentes». En sus propias palabras: «Si en una sociedad todos sus miembros son musulmanes y observan el Islam en sus vidas personales mientras sus relaciones sociales no son regidas por leyes islámicas puras, no es una sociedad islámica. Por otra parte, si en una sociedad todos sus miembros no son musulmanes… o algunos de sus miembros son musulmanes débiles y no se comportan según el Islam en todas sus obligaciones personales, mientras que los valores y las leyes que rigen las relaciones sociales son islámicas, esa sociedad es islámica».

Poder

En otro de los trabajos literarios de Khomeini, Al Hukumat ul Islamia, declara: «Cuando un Mujtahid que es justo y letrado defiende el establecimiento y la organización del gobierno, disfrutará de todos los derechos en los asuntos de la sociedad que eran disfrutados por el Profeta, y será deber de la gente escuchar[lo] y obedecer[le] y este Faqih y Mujtahid sostendrá el poder supremo en el gobierno y la gestión y control de asuntos políticos y sociales de la gente del mismo modo que el Profeta y Hazrat Alí (solía hacer).

Samuel Huntington ha comentado que «la distinción política más importante entre los países concierne no a su forma de gobierno sino a su grado de gobierno». La característica principal de la ideología fundamentalista de Khomeini es su enfoque totalista de la política. El régimen quiere la politización de todas las esferas de asuntos sociales e incluso privados y su cosmovisión, de hecho, se predica sobre la negativa de estas categorías. El programa IRP declara que apunta a establecer una sociedad tawhidi (unitaria), «una sociedad en la que los valores islámicos, mandamientos y leyes, rigen todas las relaciones sociales».

A lo que esto ha conducido es a la politización de la religión misma. En sus muchos ardientes discursos Khomeini jamás ofreció un argumento convincente para la belleza y necesidad de la religión. Usó la violencia y la opresión. La ausencia de explicación no se debía a ignorancia personal. Por el contrario, él era un erudito reconocido. Más bien, es inconsecuente con su óptica de religión. A sus ojos, lo único que es de importancia es que la gente adhiera a estándares de vida islámicos, no importa cuán necesarios. Mientras el gobierno sirve bien al propósito, se ha vuelto la personificación del celo religioso de Khomeini. El no desea la transformación interior de sus comitentes, y por lo tanto el fundamentalismo shiíta ha abrogado su dimensión intelectual. Cuando esto sucede, el fanatismo sin duda será el próximo paso.

De hecho, Khomeini ha expresado una aversión al estado natural del hombre, prefiriendo atrofiarlo a desarrollarlo. «Un régimen islámico debe ser serio en cada aspecto de la vida», dijo el Imam en una emisión de Radio Irán seis meses después de la Revolución. «No hay diversión en el Islam. No puede haber diversión o gozo en nada que sea serio». Para el judaísmo, la felicidad es representativa del fervor y la energía extraordinarios que debe cultivarse y nutrirse para el servicio a Di-s. Como todo, puede utilizarse para el mal o para el bien. Khomeini, desinteresado por el crecimiento espiritual del hombre, prefiere eliminar cualquier forma de expresión gozosa, temiendo que predomine la frivolidad. Viceversa, el judaísmo prospera con el uso constante de la existencia material por parte del hombre para el bien, en medio de la tentación que sea usado de otra manera. De esta manera, uno reafirma constantemente que todo está en posesión de Di-s, dando así substancia a Su soberanía absoluta sobre la creación.

Esta perspectiva intransigente acerca de la vida también condujo a Khomeini a expulsar a su autonominado sucesor, ayatola Montazeri, apenas meses antes de morir. Mientras Khomeini creyó genuinamente que el establecimiento de un gobierno islámico en Irán es un fin en sí mismo, Montazeri vio la captura del poder político por el clero sólo como un medio que debe emplearse a fin de mejorar las condiciones de vida materiales y espirituales de la gente. Khomeini mantuvo que, si es necesario, la gente debía ser forzada a comportarse en una manera islámica. Montazeri, por su parte, argumentó en favor de la persuasión mediante dar el ejemplo.

Ambos hombres abogaron por un regreso a la vida simple y ayudaron a popularizar nociones tales como la frugalidad, una reducción en las propias expectativas de la vida, un corte en el consumo y una aversión a los lujos. Ambos querían que los iraníes durmieran sobre el piso, se sentaran en el suelo, comieran sólo una o dos comidas sencillas al día, se las arreglaran con muy poca ropa y estuvieran contentos con vivir en uno o dos cuartos.

La diferencia es que Montazeri creía que la naturaleza humana misma tiende hacia el bien si se le da la oportunidad. Khomeini, sin embargo, señaló el pequeño diablo que ve oculto dentro de cada hombre, y no pensó en otra cosa que en imponer el bien a punta de bayoneta, de ser necesario. Entre 1981 y 1985 los dos líderes adoptaron posiciones básicamente contradictorias sobre casi cada tema importante, con Montazeri haciendo de liberal y Khomeini siguiendo fiel a su imagen de radical intransigente. Los adversarios al régimen acusaron a los dos hombres de ofrecer una versión islámica de tire y afloje a fin de confundir a la gente. Pero esto es casi con certeza injusto. La diferencia de enfoque entre ambos hombres era genuina. La diferencia de enfoque entre Khomeini y Montazeri se extendió igualmente al importante tema de exportar la revolución. Montazeri enfatizó el proselitismo y la propaganda; Khomeini era proclive a ver una respuesta efectiva sólo en el uso de la fuerza. En 1981 el Imam ordenó la creación de un «Ejército de Veinte Millones» que, cuando estuviera totalmente listo, peleará para izar la bandera de Alá en cada capital del mundo.

En vista de las anteriores consideraciones, el judaísmo escoge rechazar y encuentra repulsiva toda la percepción de religión del ayatola Khomeini, y no meramente su implementación. El individuo, en la concepción de religión de Khomeini, es lo que la incongruente pieza de rompecabezas al martillo. Aunque la pieza pueda no caber o siquiera pertenecer al rompecabezas, debe ocupar el lugar a golpes. El rompecabezas debe estar totalmente completo. No es preciso decirlo, con suficientes golpes, su forma eventualmente se alterará y caberá, pero su construcción interna perdurará por siempre la misma. El judaísmo no cree en gente sacada de forma para adaptarla al rompecabezas espiritual. Más bien, aboga por la transformación interior para que la pieza se ajuste al rompecabezas tanto en forma como en contenido, de hecho también en corazón, el resultado de lo cual es un mundo más genuino, más hermoso.

Sammy Zikher (Inglaterra)

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