Profundizando
5. La Mujer Judía
El Amor, La Mujer Judía y El Matrimonio
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¿Conocemos Nuestra Propia Naturaleza?

Extraido de Revista Judaica. Editada por Centro Comunitario Sucath David

¿Conocemos nuestra propia naturaleza?

Una vez leí, en una revista»femenina», que ser madre, esposa y ama de casa son realmente tareas opuestas, «Ama de casa vs. Madre y esposa», era el título. Allí se explayaban sobre lo difícil y frustrante que es compatibilizar con éxito estos roles. Hacía mención, además, de que casi todas las mujeres en la actualidad tienen un trabajo fuera de su casa, ya sea por gusto o necesidad económica, que resulta ser, para la mayoría, mucho más gratificante y reconocido que el trabajo dentro del hogar. Por otra parte una encuesta publicada hace unos meses en un conocido diario capitalino, mostraba que las mujeres prefieren casarse entre los 35 y 40 años por el mismo motivo.

La idea que este artículo transmitía era algo así como lo siguiente:
Mientras el ama de casa se ocupa de tareas materiales concretas construyendo a diario su casa, limpiando, ordenando, yendo al supermercado, cocinando y haciendo todo tipo de tareas referidas al funcionamiento normal de ella, la madre y esposa encargada de la construcción del hogar, de brindar amor, educación, contención, comprensión, tiempo real con los hijos, sumado al permanente apoyo incondicional y atención que debe brindar a su marido, recibiéndolo a diario, obviamente, con una amplia sonrisa y «espléndida» (como si su día hubiese transcurrido en un spa), mira desde otro extremo y con resignación como sus pequeños, por los que tanto; invierte transforman en pocos minutos, toda su labor en un campo de batalla: juguetes regados por toda la casa, trozos de pan y masitas convertidos de repente en el nuevo decorado de nuestros pisos, la pulcra ropa lavada y planchada mostrando el menú de lo que comieron en solo media hora y, como si todo esto fuera poco, si nuestros maridos tuvieron un día lleno de dificultades es muy probable que al llegar a la noche cansados y ensimismados en lo suyo ni cuenta se den de nuestro esfuerzo y nos pidan «justamente lo que ese día no pudimos hacer.» ¿Alguna de ustedes se siente identificada? Seguro que sí, ya que esto es absolutamente real y normal, y sucede en mayor o menor medida, en todas las casas.

Al final del día todo parece haber sido en vano: el trabajo del ama de casa se esfumó, y todo está como cuando nos levantamos. Lo que compramos y cocinamos en «horas » se lo comieron en «minutos», lavamos, planchamos y al otro día una nueva pila de ropa nos espera para ser puesta en condiciones, la casa que brillaba mientras los niños estaban en la escuela se opaca con juguetes, mochilas, medias y zapatillas esparcidos por doquier. Y con respecto al trabajo de la madre:»¡es a futuro, trabajo de largo plazo y no se ven hoy los resultados!». Y además parecería ser que los niños siempre encuentran un motivo de qué quejarse, aunque nos hubiésemos brindado de lleno a ellos. Una sensación de «todo fue inútil, ¿para que lo hice?» nos invade y pensamos; mañana el día será igual o peor!, si agregamos algún desperfecto en la casa -que nunca faltan o nos toca visitar al dentista o al doctor con alguno de los chicos. La rutina nos agobia, es un círculo y como tal nunca acaba, por lo tanto parece ser que siempre nos encontramos en el mismo lugar.

Ahora cambiemos el cristal, como cuando el oculista amistosamente quiere corregir nuestra visión, para que disfrutemos de los placeres de la vida, ¿por qué quedarnos con una visión incorrecta, si podemos tenerla perfecta? Miremos así las cosas desde otro punto de vista; por supuesto mas positivo y alentador.

¿Qué opina el judaísmo sobre este tema? ¿Puede una mujer compatibilizar estos roles sin morir en el intento? ¿Tiene la capacidad real para combinar y realizar con éxito estas funciones? ¿Vale la pena el esfuerzo? ¿Para qué y por qué debemos hacerlo? ¿Puede sentir placer y orgullo de lo que hace sin considerarse menos mujer por atender su casa y no ser una ejecutiva reconocida en el mundo de los negocios?

Ante todo deberíamos investigar y plantearnos seriamente cuál es el verdadero sentido de la vida; clarificarlo y entenderlo es el punto de partida, ser conscientes del objetivo para el cuál fuimos creados, y por otro lado analizar cuál es la función que a las mujeres nos toca desempeñar en este plan divino.

Personalmente creo, y estoy segura, que muchas de ustedes asentirán, que es mas simple, lógico y alentador pensar que el ama de casa prepara a lo largo del día su casa con amor y dedicación, poniendo todo lo bueno de sí, para recibir a sus hijos y esposo tras un día de estudio y trabajo, para que al volver y reencontrarse con nosotras, las madres y esposas, transformemos todos juntos, esa casa (lista para ser disfrutada) en un hogar, interactuando como una familia con todo lo que el concepto incluye. Vemos así, entonces, que no hay transformación mas positiva que ésta, ya que el movimiento y vida que nuestra familia da a la casa es lo que verdaderamente forma el hogar y es el objetivo por el que toda mujer debería trabajar.

En la vida judía la mujer es la base de nuestra existencia como pueblo y la encargada de transmitir nuestros valores de generación en generación. Cuando Hashem iba a entregar la Tora dijo a Moshé «así dirás a la Casa de Iaakob y anunciaras a los hijos de Israel» (Shemot19).

Nuestros Sabios explican que «la Casa de Iaacob» se refiere a las mujeres, ya que ellas son las encargadas de educar a los hijos en el camino de la Torá. Ellas, («nosotras») son las que tienen la fuerza de llevar su hogar adelante. La mujer es la luz, es el alma de la casa. Por otro lado el Rab Freue nos comenta en su libro «La Luz de la vida» que en la Torá se destaca en varias oportunidades la participación de la mujer en la construcción del Mishkan, entonces si la mujer fue importante por su aporte frente a la construcción del Mishkán (Santuario), mucho más lo es por su influencia en ese pequeño Santuario que es el hogar judío.

Sobre estas mujeres dijo el Rey Shlomó: » Una mujer virtuosa ¿quien encontrará?… confía en ella el corazón de su esposo y recompensa no le faltará… su boca habla con inteligencia y la Torá del favor está en su lengua, se levantan sus hijos y la felicitan, su marido la alaba…» (Mishle 31)

Cuando los malajim visitaron a Abraham, le preguntaron dónde se encontraba Sara y él respondió «está en la carpa», quiere decir esto en su interior puro, refiriéndose así no al lugar geográfico sino a donde ella volcaba su verdadero esfuerzo, obteniendo de esta manera la armonía del hogar. Algunas explicaciones dicen que los Malajim lo hicieron con la intención de que Abraham valore y ame ,más aún, a su esposa, ya que ella se comportaba como una mujer judía debe hacerlo. La mujer, como un ministro del interior, debe ser la que se ocupe de todo lo concerniente a lo que pasa en el interior de su hogar, que todo allí marche en orden, y esta escrito qué grande es el pago por esta labor. Debemos saber que cada acción que hacemos por nuestra familia es considerado un acto de jesed (de bondad) y es recompensada ampliamente por nuestro Creador.

Por otro lado el hogar es el verdadero lugar donde la mujer puede realizar su desarrollo espiritual, es su verdadero campo de acción. Asi que ¡atención! Si buscamos nuestra verdadera realización como «mujer» fuera de allí, alerta, es muy probable que no la logremos. Un trabajo fuera del hogar, debe ser lo secundario, lo anexo, y no lo principal y prioritario. Seguro que podemos hacerlo si lo necesitamos o deseamos, pero siempre respetando esta consigna, no debe ser una escapatoria a nuestra verdadera función sino algo que nos dé mas fuerza para cumplir con nuestro verdadero rol.

Ahora podemos preguntarnos con razón: muy bien, éstas son nuestras funciones, de acuerdo, pero… ¿Cómo las llevamos a cabo con éxito y alegría sin que las demandas nos superen?
Debemos estar seguras y confiar en que si D-os pretende esto de nosotras, si nos encomendó esta tarea, es lógico pensar que nos dotó de los elementos necesarios para poder llevarla a cabo. Para ello nos creó con ciertas características propias, con una naturaleza distinta a la de los hombres, y a pesar de lo que el feminismo piense, esta naturaleza nunca podrá ser cambiada.

Todas las mañanas en nuestra tefilá (rezo) decimos Baruj Sheazani kirtzonó (Bendito que me hizo como su voluntad) como agradecimiento a nuestras responsabilidades femeninas.
Una de las explicaciones es que aquí agradecemos la versatilidad que nos dio para cumplir con éxito nuestro rol.

Una de las características de la mujer es que tiene una concentración superficial, a diferencia del hombre cuya concentración es profunda; ¿Quiere decir esto que somos menos inteligentes? ¿Qué no podemos ser ni científicas ni investigadoras? No es ésa la idea ni mucho menos, y vamos a ejemplificarlo para entenderlo mejor. Hora de preparar la cena, con una mano revolvemos una olla, con la otra revisamos las tareas de nuestros hijos, mientras que con el pie movemos el coche de nuestro bebe que llora reclamando atención, sin dejar de supervisar, por supuesto, el juego o baños de los otros niños, en tanto planificamos en nuestras mentes nuestras obligaciones para el día siguiente, suena el teléfono, nos llaman del trabajo, y por el inalámbrico o ahora el manos libres podemos resolver algún problema urgente y todo con suma naturalidad y sin perder la calma y la visión de lo que estábamos haciendo; esto es, sin duda, un regalo de Boré Olam (El Creador del Mundo). Si ponemos a un hombre sólo cinco minutos al frente de esta situación, su grito de socorro no tardará en llegar. Recordemos que en Mitzraim (Egipto) uno de los trabajos forzados fue justamente invertir los roles, darle al hombre tareas de mujeres.
¡La concentración superficial nos sirve justamente para movernos y desplazarnos con éxito de una actividad a otra sin perder de vista la anterior, cosa tan necesaria para las amas de casa y madres!

Puso en nosotras además una biná ietera, una comprensión especial de las cosas, tenemos lo que llamamos comúnmente el sexto sentido. Además de hacer que nuestros actos se rijan no solo por la fría lógica de la razón y el entendimiento, hizo que todas nuestras actitudes sean movilizadas por el reguesh (el sentimiento), y eso es lo que nos permite captar las necesidades reales de cada uno de los miembros de nuestro entorno, crear un hogar feliz, donde podamos transmitir con amor y alegría a nuestra familia y a toda persona que a ella asista un ambiente cálido donde desarrollar las midot (buenas cualidades) como el jésed (la bondad), la humildad, la avodat Hashem etc.
Puso en nosotras un sentido de la estética, a la mayoría de las mujeres nos gusta el orden y la limpieza, y es más ¿por qué negarlo? nos molesta lo contrario.

Ahora bien, puede parecer que algunos de estos conceptos ya no encajan en esta sociedad tan moderna, estamos en el siglo XXI, eso era antes cuando no había otras posibilidades para la mujer. Estamos superadas (o deberíamos estarlo, ya que es lo que nos quieren vender), vivimos en la era de los avances tecnológicos, comidas congeladas, Fast food, lav a sec 5´, mucamas y hasta robots que hacen la limpieza de nuestros hogares, televisores-baby sitters, que entretienen a nuestros pequeños gratis con solo apretar un botón y en nuestra propia casa, guarderías y jardines de infantes bilingües con maestras especializadas que educan a nuestros hijos, dejando mucho tiempo libre para eludir sin culpa esta responsabilidad, pero no nos engañemos: Nada de todo esto puede reemplazar a la madre esposa y ama de casa en su hogar, solo bien aplicado ayuda y «mucho» a que realicemos nuestra tarea con mayor eficacia y eficiencia.

Debemos saber que ningún niño cambia todo eso por la presencia de su mamá en su casa. Un beso deseando suerte en el día escolar, un abrazo cálido y un; te extrañé! al volver pueden marcar la diferencia en el futuro de un chico; la torta comprada en la mejor confitería no se iguala a unas simples tostadas y una torta casera hechas con el mejor ingrediente «el amor de mamá»que los espera. Cosas simples y que en esta época desestimamos tanto son de gran valor; y una madre judía lo sabe y lo hace bien.

Para despedirme quisiera compartir con ustedes la siguiente historia:
Una vez un grupo de mujeres, que se dedicaba en su mayoría al mundo de las finanzas y un tanto escépticas con respecto a las verdaderas funciones que debe ejercer la mujer dentro del hogar, le preguntó a un Rab. tras una charla sobre este tema
-Disculpe Rab., le dijo una de las oyentes, muy interesante la charla, pero ¿podría contarnos de qué se ocupa su esposa?

El, con mucho orgullo y de manera entusiasta y por supuesto sin escatimar detalles respondió: Que era directora de un refugio para niños en edad escolar. Hacía su trabajo desinteresadamente, en forma gratuita, desde hacía ya varios años, les ofrecía educación, se encargaba de que estén bien alimentados y resguardados del frío, se ocupaba no sólo de su salud física, sino psicológica y por que no de su desarrollo espiritual. Cuando era necesario bajaba de su rol de directora y cumplía el rol de chofer, enfermera, maestra, cocinera y todo lo que la situación le demandase en el momento. Buscaba e invertía todos los recursos que fuesen necesarios para que esos niños, que si no fuera por ella se encontrarían desamparados, tuvieran el desarrollo necesario para ser verdaderos hombres y mujeres de bien el día de mañana.

Todas las mujeres emocionadas y algunas con lágrimas en sus ojos aplaudieron y aprobaron esa labor tan abnegada y felicitaron al Rab por tener una mujer tan bondadosa y caritativa, con tanto empuje y amor al prójimo.
En ese momento el Rab añadió: por cierto olvidé decirles que esos niños son nuestros 8 hijos.
¡No hace falta comentarles como se sintieron estas mujeres ante esta acotación!

Qué bien vemos estas tareas cuando se cumplen para «afuera» y lo tomamos como un trabajo altruista, y qué distinto y cuán pesado y frustrante puede ser visto por algunos cuando esto mismo se realiza para nuestra propia familia…
¿No es esto una consecuencia de haber perdido la visión real de cuales son las cosas verdaderamente importantes de la vida?

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