Cómo criar Niños Judíos en un Ambiente Hostil
Extraido de Tora para su Mesa
Cómo criar Niños Judíos en un Ambiente Hostil
En esta parashá, encontramos a Iosef que debe enfrentar el difícil desafío de educar a sus dos hijos en un ambiente hostil, en el cual no había ningún otro judío. Para proteger su supervivencia judía, Iosef se aseguró de darles solamente nombres judíos y, tal vez, incluso un hecho mucho más significativo, se convirtió en el modelo ideal a seguir, ya que hacía lo que predicaba. Aunque el Faraón le dio un nombre egipcio —Zafnat Paneaj–, Iosef nunca lo usó. La Torá declara que fue Iosef (no Zafnat Paneaj) quien «emergió como gobernante sobre la tierra de Egipto».
El ejemplo de Iosef fue imitado por todos nuestros antepasados. Nuestros Sabios nos enseñan que una razón por la cual nuestros ancestros fueron considerados merecedores de la redención fue que nunca cambiaron sus nombres judíos. Hasta el día de hoy, siempre que bendecimos a nuestros hijos, lo hacemos suplicando a D-os para que nuestros hijos sean como Efraim y Menashé, los hijos de Iosef que llevaban sus nombres judíos con gran orgullo, un compromiso absoluto y una fidelidad inquebrantable.
Haríamos muy bien en imitar el ejemplo de Iosef y llamar a nuestros hijos por sus nombres judíos, no solamente en ocasiones especiales de alguna ceremonia, sino todo el tiempo. Estos nombres no sólo nos recuerdan a nuestros abuelos, sino que también nos invisten de un sentido histórico. Nos comprometen con nuestro legado, con nuestras responsabilidades como judíos. «Shem Israel Kodesh- un nombre judío es sagrado». No perdamos de vista el maravilloso regalo que representa nuestro nombre.
La Diferencia entre «Pero» y «Ciertamente»
En la parashá de esta semana, leemos la dramática historia de Iosef, ahora virrey de Egipto, que se encuentra con sus hermanos después de 22 años de separación. Los hermanos no reconocen a Iosef, y cuando él los acusa de espionaje, ellos se sienten sobrellevados por la angustia. Ellos inmediatamente atribuyen sus problemas al pecado atroz que habían cometido hacía tanto tiempo atrás, cuando vendieron a Iosef como esclavo.
Con voces llenas de tormento, gritan: «Aval–Ciertamente– somos culpables por nuestro hermano, pues vimos su angustia sincera cuando nos suplicaba y no le prestamos atención; por eso es que ahora nos ha sobrevenido esta desgracia». Los hermanos podían, por supuesto, haber atribuido la acusación de Iosef a los antojos de un insano déspota egipcio, pero aquí yace la grandeza de ellos. En lugar de echar culpas, ahondan en sus almas y buscan dentro de ellos mismos la causa de sus desgracias.
Podemos apreciar la profundidad de su auto-escrutinio a través del análisis de la palabra hebrea aval [ciertamente] que tiene un doble significado. También puede ser traducida como pero. A primera vista, estas palabras dispares parecen contradictorias. La Torá, sin embargo, nos está enseñando una profunda lección. La mayoría de las personas, cuando se excusan de algo, prefieren utilizar la palabra aval como «pero» para justificar su comportamiento negativo. Ellos reconocen fácilmente que su conducta fue incorrecta, pero luego continúan diciendo: «Pero había circunstancias atenuantes fuera de mi control…», «Sé que estuve mal, pero fui provocado…», «Probablemente no debería haber dicho eso, pero ella/él me presionó…», etc., etc. Así, con ese pequeño pero, se dan permiso para continuar siguiendo el mismo camino desacertado.
Los hermanos, los Patriarcas Tribales del Pueblo Judío, nos enseñan cómo arrepentirnos, cómo hacer teshuvá. Nos enseñan cómo despojarnos de los malos hábitos, mejorar nuestros rasgos de carácter y redescubrir nuestra verdadera esencia. Ellos usan la palabra aval no como «pero» (como un medio de evasión), sino más bien como ciertamente, reconociendo: «Sí, ciertamente, hemos pecado, somos responsables». De esta manera, muestran el camino de la teshuvá para todas las generaciones.
En Iom Kipur, cuando recitamos el Vidui (Confesión), repetimos estas mismas palabras: «Aval anajnu va’abotenu jatanu… Ciertamente, nosotros y nuestros padres/ancestros hemos pecado»; ¡sin nada de peros! Por otra parte, cuando la gente dice «Yo sé que hice esto y esto, pero», calificando sus confesiones con ese pequeño y traicionero pero, intenta justificar el hecho de continuar en el mismo camino corrupto y anula su teshuvá.
Aquello que elegimos olvidar, D-os lo recordará, pero aquello que elegimos recordar y sobre lo cual hacer teshuvá, D-os no solamente lo olvidará, sino que cancelará el decreto malo –las dolorosas consecuencias de nuestra transgresión– y convertirá el pecado en mérito. «Si vuestros pecados son como escarlata, se volverán blancos como la nieve…».
La mayoría de nosotros somos personas buenas y decentes. Son las excusas que utilizamos con pero lo que nos hace desviar del camino. Tenemos una elección: Podemos imitar a los Patriarcas Tribales al decir «Ciertamente», y crecer, cambiar y reconocer nuestro potencial; o podemos encapricharnos con «pero» y hundirnos en nuestras debilidades. Todo depende de nosotros.
Hay aun otra lección que podemos aprender de la confesión de los hermanos. A efectos prácticos, el pecado por el cual los está acusando este aparente déspota egipcio no tiene conexión con la querella familiar que tuvo lugar 22 años antes en Canaán. Y aun así, los hermanos ven una relación directa entre la tragedia que les está sucediendo ahora y los eventos que ocurrieron hace tanto tiempo. Nada sucede en vano, y no hay olvido ante D-os. Si elegimos ignorar las transgresiones de nuestro pasado, si no conseguimos hacer teshuvá y pedir perdón por ellas, entonces Hashem siempre encontrará la forma de recordárnoslo. El tiempo de D-os es diferente al nuestro. Al final, toda nuestra transgresión nos alcanzará de la manera menos esperada. Una y otra vez vemos la ley de midá k’negued midá (medida por medida), la cual, en nuestro mundo contemporáneo, se la conoce a menudo como » se cosecha lo que se siembra».
Rabí Israel y Rabí Asher Anshel Jungreis