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Rambam: Rabbi Moshe ben Maimon
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¿Cómo aprendió medicina el Rambam?

¿Cómo aprendió medicina el Rambam?

Aunque Rabí Maimón y sus hijos intervenían activamente en las cuestiones públicas, no por eso dejaron de estudiar Torá.
Recién llegados a Fez, entablaron una amistad cordial con el gaón Rabí Yehudá HaCohén Ibn Shushán, a cuyas clases asistían.
El Rambam continuaba su comentario a la Mishná, que había comenzado todavía en los tiempos en que erraba por los caminos.
Además de sus muchas otras ocupaciones, el Rambam quiso agregarles el estudio de la medicina. Conociendo el tema podría ayudar a los enfermos y aliviar sus dolencias.
Tal como lo decidió, así lo hizo. Por aquel entonces vivía en Fez un famoso doctor árabe, sumamente hábil en su profesión. El Rambam se dirigió a él para que le enseñara, pero el médico se negó a aceptarlo por alumno.

El Rambam no renunció por ello a su aspiración y recurrió a una estratagema para alcanzarla. Se vistió de harapos y se presentó a la puerta del consultorio del árabe haciéndose pasar por un mendigo mudo y algo débil mental. Mediante ademanes y otros signos consiguió explicar al doctor que estaba dispuesto a servirle de ayudante a cambio de algún alimento y un lugar para dormir. Daba la casualidad de que el médico necesitaba en ese momento un ayudante, así que lo tomó y lo hizo entrar a su casa.

Todos los días, mientras se ocupaba de lavar platos y ordenar los instrumentos, el Rambam no perdía palabra de las clases que dictaba a sus alumnos.Cuando el doctor se dirigía a visitar a sus enfermos, el Rambam lo seguía llevándole sus elementos de trabajo y observaba atentamente lo que hacía, para aprender.
En sus momentos libres y cada vez que podía, el ayudante leía a escondidas los apuntes de su patrón. Así consiguió en poco tiempo aprender medicina sin que el árabe lo sospechara.

Un día enfermó gravemente uno de los hombres más ricos de Fez. Le dolía terriblemente la cabeza y sufría de fuertes y constantes mareos que lo dejaban a veces sin conocimiento. Sus parientes, al verlo tan mal, se apresuraron a llamar al famoso médico. Muy pronto el susodicho se hizo presente, acompañado de su servidor, el “mudo”.
Revisó detenidamente al enfermo y diagnosticó que el mal se debía a que un gusano vivo anidaba en su cerebro y le iba absorbiendo la médula de los huesos.
Hubo que intervenir de urgencia al enfermo y la operación demostró que el médico había acertado en su opinión. Pero cuando se dispuso a quitar el gusano del tejido cerebral se encontró con que era muy difícil hacerlo porque la alimaña se aferraba a su sitio, del que no se quería mover.

El médico se encontró impotente. El estado del enfermo empeoraba a ojos vistas. El Rambam no pudo contenerse; dejó de fingir y se dirigió a su amo: “Si me traen una plantita fresca podré salvar la vida del enfermo”.
Pese a la sorpresa y la confusión que trajeron al ánimo del médico las palabras de su ayudante “mudo”, ordenó a los familiares del paciente que trajeran lo que pedía el Rambam. Éste tomó la plantita y le arrancó una hoja que acercó al gusano. El atractivo olor de la hoja fresca lo llevó a abandonar el cuerpo del enfermo y a trepar a ella. El hombre se salvó.

El médico se maravilló de la inteligencia del Rambam y le perdonó su ardid. Desde ese momento consintió en que participara de su alumnado, con lo que el sabio pudo progresar mucho en sus estudios. Su propio nombre se hizo conocido y respetado dentro de la profesión en todo el país.4 Era famoso entre judíos y gentiles no solamente por sus vastos conocimientos de Torá, sino también por lo mucho que sabía de todas las ciencias y del arte de curar.

El Rambam como médico

Fallecido Rabí David, el Rambam se vio obligado a ocuparse de la subsistencia de su familia. Fiel a sus principios, nunca aceptó remuneración por sus servicios a favor de la comunidad, así que eligió ejercer la profesión de médico como medio de vida. Había aprendido medicina, como ya hemos dicho, todavía en Marruecos.En muy poco tiempo se lo conocía como excelente médico. Muchos enfermos, judíos y gentiles, se dirigían a él para que remediara sus dolencias.No por nada se había hecho famoso: el Rambam aplicaba todos sus conocimientos y su interés humano al alivio del dolor de sus pacientes.

La pureza de su alma y el amor que experimentaba por todos los seres obra del Señor, se nos hacen evidentes en la corta oración que se le atribuye y que compuso para que la pronunciara el médico al aprestarse a atender a un enfermo:

Me preparo para ejercer mi profesión. Ayúdame, Señor, en mi trabajo, para que triunfe. Inspira a mi corazón amor por mi oficio y por aquellos que Creaste. No permitas que el deseo de lucro y el ansia de honores intervengan en lo que voy a hacer, porque esas cualidades se oponen al amor a la verdad y al amor a lo que han hecho Tus manos. Por eso te pido que no hagas que me equivoque en esta importante labor mía en pro de Tus criaturas. Da a las fuerzas de mi espíritu vigor y energía de modo que yo esté siempre listo para salvar al pobre y al rico, al bueno y al malo, al amigo y al enemigo y para ver en el enfermo solamente al hombre. Da al corazón de mis pacientes fe en mí y en mis conocimientos; haz que escuchen mis consejos y que cumplan mis indicaciones. Aleja de los lechos de dolor a los falsos médicos y a la turba de consejeros cercanos y a sus pareceres (supuestamente) inteligentes. Porque esa es gente cruel que por jactarse y sentirse importante arruina todas las buenas intenciones. Haz que mi corazón escuche las voces de los verdaderos conocedores de mi profesión que quieren enseñarme sabiduría, porque el campo de la ciencia es grande y anchuroso. Fortifícame y da vigor a mi corazón contra los idiotas que se suponen talentosos y que dudan de mí. Haz que no me aparte del camino de la verdad; que todos sean iguales para mí.


La panacea universal

El Rambam no se conformaba con curar a los que se llegaban a él, sino que se preocupaba también, cuando hacía falta, de obtenerles gratuitamente las medicinas necesarias para ellos.
Día a día aumentaba el número de sus clientes, que lo admiraban y elogiaban mucho. Entre otras cosas, aseguraban que el Rambam podía hacer un diagnóstico con sólo mirar al enfermo a la cara.
Se cuenta que uno de los sabios de Egipto suponía exageradas las alabanzas que se hacían al Rambam y resolvió comprobar con sus propios ojos si lo que se decía era verdad.
Una mañana se presentó en la sala de espera del Rambam y aguardó pacientemente que llegara su turno. Cuando por fin se vio frente al sabio hebreo le manifestó que no se sentía bien.
El Rambam lo observó por unos minutos, se acercó en seguida a su escritorio y escribió unas líneas que entregó al egipcio. Le informó: “He anotado aquí el nombre de la medicina que le hace falta. Entregue la nota a mi ayudante y él se la proporcionará”.
El sabio egipcio se reía: “¡Ese es el brillante médico!” Pero se sorprendió enormemente cuando después de abrir la nota leyó lo siguiente: “Este hombre se curará cuando le den pan para comer, porque hace ya varias horas que está en ayunas.”

3 comentarios
  1. Victoria

    Muy interesante,estos breves resumen de la historia de estos grandes y temerosos hombres del Todopoderoso

    18/10/2017 a las 12:56
  2. Federico Dorrego

    Que inspiración para mi la vida de estos rabinos. Me hacen sentir que puedo dar muchísimo más de mi en vez de perder el tiempo en vanidades. Realmente el servicio a los hermanos es algo que nos eleva. Nos hace sentir que estamos en lo correcto nos conecta con el mismo Creador. Benditos sean pueblo judío.

    13/02/2018 a las 16:25
  3. Gladys

    Que maravillosas enseñanzas del Rambam y su amor al projimo.
    Gracias por compartir benditos sean pueblo amado del Rey del Universo.

    06/04/2018 a las 11:48

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