Investigando
El Enfoque de la Ciencia frente a la Torá I.
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Carta Nº 51 – La Teoría de la Evolución

* La óptica del judaísmo tradicional frente a Darwin y Lamarck * Los vicios de la Teoría misma * ¿Cumple esta Teoría con los criterios del método científico?

B»H, 27 de Tevet de 5713 [1952].
¡Shalom ubrajá!

… en relación con su pregunta acerca de «la óptica de la Torá y el judaísmo tradicional respecto de la Teoría de la Evolución», con lo que aparentemente se refiere usted a la teoría cuyo fundador fuera Darwin (o quizás también a la teoría de Lamarck que es la Teoría de la Evolución por mutaciones súbitas, a diferencia de la anterior):

La óptica de la Torá es clara, pues uno de los motivos para el precepto de cese laboral en el séptimo día de cada semana es «pues en seis días hizo Di-s los cielos y la tierra y en el séptimo día cesó de trabajar y descansó» (Exodo 20:11). De lo que se desprende que los Seis Días de la Creación son días literales y no como aquellos que quieren interpretar que con ellos se alude a seis períodos. Así resulta también evidente de las palabras de nuestros Sabios en diferentes lugares, que los seis días del Génesis fueron, cada uno de ellos, días de 24 horas (véase Pirkei derabí Eliezer cap. 3 y ss.; Midrash Rabá Bereshít; Sanhedrín 38b, y en otros sitios).

b) En el relato acerca de la Creación se especificó también el orden de ésta, qué cosas fueron creadas en el tercer día, cuáles en el cuarto, cuáles en el quinto y cuáles en el sexto. Esto quiere decir que las especies fueron creadas, cada una de ellas, individualmente. Tal como lo indica el sentido literal de los versículos, que la tierra produjo vegetación, peces, seres acuáticos, seres voladores, bestias y animales, y luego fue creado el hombre, y no que evolucionaron uno del otro.

Nota: Son conocidas las interpretaciones que se encuentran en ciertos libros, particularmente en el ensayo titulado «Or HaJaím» que menciona usted en su carta, que pueden vincularse con la Teoría de la Evolución. Pero quien examine con detenimiento lo expresado en esos libros y ensayos podrá ver que los mismos no fueron escritos basándose en un conocimiento cabal de lo acertado de la teoría sino en aras de una intención especifica que encontramos en la literatura apologético: quisieron mostrar al mundo gentil que es posible encontrar sus opiniones y teorías incluso en las Sagradas Escrituras y en los enunciados de nuestros Sabios. Sus propios redactores sabían que ésta no era más que una respuesta en extremo forzada, una respuesta coyuntural, sólo que se vieron obligados a escribir de ese modo para mejorar la óptica y relación del «mundo» hacia nuestra Torá, pese a que ellos mismos eran conscientes de que esta interpretación no era la verdadera. ¿Quién mejor que Maimónides, sobre el cual los Grandes de Israel dijeran «de Moshé [Rabeinu] hasta Moshé [ben Maimón, Maimónides] no hubo como Moshé [Maimónides]»? Pues bien, quien examine críticamente su obra Iad HaJazaká verá en qué medida las interpretaciones de Moré Nevujím -la «Guía de los Perplejos» [también de Maimónides] – particularmente respecto de las razones subyacentes a los preceptos, no constituían su propio sistema en la Torá.

Análogamente sucede con varios de los Pensadores Judíos temerosos de Di-s de la Edad Media y de nuestros dias, que creen un deber santificar el Nombre de Di-s alterando la interpretación de las palabras de nuestros Sabios a fin de armonizarlas con las teorías «cientificas», pues de esa manera se verán enaltecidos a los ojos de diversos círculos judíos, y también gentiles.

Otro ejemplo: bien se sabe cuán sufrido empeño han puesto algunos de los Grandes de Israel para armonizar la interpretación literal de los versículos que describen el movimiento del sol y la luna, y «la tierra está parada por siempre» (Eclesiastés 1:4) con la teoría de Copérnico considerada durante un tiempo verdad absoluta, hasta que surgió la Teoría de la Relatividad de Einstein y demostró (obviamente, una evidencia de acuerdo al grado de conocimiento de hoy) que desde la perspectiva cientifica es imposible probar de manera alguna, en la relación astros-Tierra, cuál se mantiene estático y cual está en movimiento. Por consiguiente, también es posible que sea la Tierra la estática y los astros los que giren alrededor de ella, y no hay necesidad alguna de despojar a los versículos, y a los enunciados de nuestros Sabios, de su sentido literal y torcerlos con interpretaciones difíciles y forzadas, sino que deben entenderse en su sentido textual.

c) En lo que hace a la Teoría de la Evolución propiamente dicha, el enfoque de la ciencia al formular una teoría es que ésta debe nacer de la necesidad de brindar respuesta a fenómenos y cuestiones incomprensibles observados en la realidad, y que la teoría debe basarse en fundamentos recogidos de la naturaleza y los sentidos. En otras palabras, el objetivo de una hipótesis cientifica es interpretar un fenómeno de difícil comprensión por intermedio de explicaciones comprobadas en la naturaleza misma, que conviertan a este fenómeno en algo más sencillo. Y una de las exigencias iniciales del método cientifico es que pueda comprobarse en la naturaleza si sus propias conclusiones son coherentes o no.

Lo mismo se aplica a nuestro caso: hubo quienes preguntaron cómo se crearon y de dónde vinieron los varios tipos y especies que se encuentran en la naturaleza, ya sea en el reino mineral, el vegetal, el animal, como también en la especie humana. Y pretendieron disipar la magnitud del interrogante mediante una teoría según la cual al principio no hubo más que organismos en extremo elementales, a partir de los cuales, con el correr de los tiempos, se desarrollaron organismos compuestos más complejos, hasta que de los primeros inicios de un organismo unicelular se desarrollaron los animales de orden superior, incluyendo a la especie humana.

Ahora bien, para que esta teoría pueda llamarse «cientifica», debe cumplir varios requisitos. Entre ellos, como se dijera antes:

(1) La evolución de un ser compuesto y complejo a partir de un organismo simple debe ser un fenómeno visible en la naturaleza, o al menos debe haber alguien digno de confianza que testimonie haber visto este fenómeno en varias oportunidades.

No obstante, es un hecho por todos conocido que no hay siquiera un único testimonio fidedigno de quien fuera que hubiera visto la evolución de un organismo a partir de otro. Lo que sí vieron, e incluso lo que el mismo Darwin relata en su célebre libro, fueron sólo mutaciones leves en algunos órganos, así como también que encontraron esqueletos que guardan similitud con alguna especie viviente, y dijeron que sería una conjetura válida sostener que una especie evolucionó de otra, y lo mismo es válido para las especies de palomas y el caballo sobre las cuales se apoya en gran medida la Teoría de la Evolución.

(2) La situación y la descripción basada en la Teoría de la Evolución debe ser más comprensible y sencilla que la creencia de que todo se creó a partir de la nada (creatio ex nihilo).
Sin embargo, no hay evidencia alguna en la naturaleza que nos permita decir que fuera más fácil que un organismo simple se convierta eventualmente en un ser humano, que decir que el hombre fue creado a partir de la nada. O, en otras palabras: la interpretación de que un grupo de átomos y moléculas se unieron de una sola vez de manera tal que dieran lugar a la existencia del hombre no es más conflictiva que decir que un grupo de células elementales que sufrió mutaciones en sus condiciones «de vida» se alteraran con el paso del tiempo hasta convertirse en órganos totalmente diferentes uno del otro, como el cerebro que está en la cabeza, el globo ocular, y el talón del pie.

d) Existen seres, tanto entre los vegetales como entre los animales inferiores, cuyo tiempo de vida es extremadamente breve, por lo que el hombre puede observar el curso de los cambios que se producen en sus organismos en varias generaciones suyas. Asimismo, el observador tiene la posibilidad de alterar sus condiciones de vida en la mayor medida. Pese a esto, los hombres de ciencia hasta ahora no han logrado desarrollar una especie a partir de otra, y su único logro se reduce a haber alterado las características del vegetal o animal en cierta medida o a haber integrado una especie con otra produciendo una intermedia. Pero no han llegado a desarrollar una especie de nivel superior a partir de una especie de nivel inferior.

e) Todos los cientificos conocen y aceptan la así llamada «ley de conservación de la materia» o, conforme las más recientes conclusiones de la ciencia, la «conservación» de la suma total de materia y energía. En consecuencia, en base a esta ley, todos los átomos y sus partículas estaban presentes ya al comienzo de la Creación (o lo estuvieron siempre, en opinión de los agnósticos). Ahora bien, de acuerdo a la Teoría de la Evolución, debe decirse que todos los átomos ya existían en un comienzo, sólo que estaban diseminados y luego se reunieron unos con otros de maneras diferentes y extrañas y bajo condiciones particulares que, según el cálculo de estadística y probabilidades, la posibilidad de que se den tantas condiciones apropiadas, y todas de una vez, es extremadamente remota; lo que es más, según esta teoría es necesario decir que estas condiciones (que desde la óptica cientifica son casi imposibles) se mantuvieron vigentes durante millones y miles de millones de años, siempre yendo todo en una misma dirección, es decir, evolucionando de lo inferior a lo superior y más desarrollado.

Por el contrario, desde la perspectiva del creyente -que Di-s creó todos los átomos existentes en el mundo a partir de la nada-, no tendrá dificultad alguna en declarar que el Creador no sólo tiene la capacidad de crear un organismo unicelular simple sino también una criatura de millones de células diferentes, de una vez.

Nota: Hay creyentes que se aferran a la Teoría de la Evolución pues de otro modo se verían ante una dificultad: ¿para qué tenía que crear Di-s tantas especies diferentes, para las cuales ellos no ven ninguna utilidad, etc., etc.?

Esta pregunta, sin embargo, no se disipa por medio de la Teoría de la Evolución. Pues dado que según la Torá también las leyes naturales son por Voluntad Divina, bien podría preguntarse entonces: ¿qué utilidad tienen aquellas leyes naturales en virtud de las cuales se crearan varias especies que, a criterio de quienes formulan la pregunta, no tienen utilidad?

f) En la Teoría de la Evolución propiamente dicha se encuentran presentes otros planteos y cuestiones totalmente incomprensibles, y también varios cientificos discrepan con ella. Vea usted, por ejemplo, las obras de Fleischmann y Schindewolf (citadas como posdata al final de esta carta), en las que hallará una severa crítica a esta teoría. Así también, seguramente sabe usted que en la Teoría de la Evolución propiamente dicha hay varias contradicciones. Por ejemplo, respecto del cálculo del tiempo de existencia de la Tierra: el cálculo en base a las cantidades de sal del océano, el cálculo según las cantidades de radio, plomo y uranio en lugares determinados, el cálculo según el estado presente del sol, el cálculo según los vestigios y las capas geológicas en diferentes lugares, una encima de la otra. Los resultados de estos cálculos se contradicen totalmente uno con otro.

g) Como comentario a tener en cuenta: aun si viniera alguien y dijera que es posible que se desarrolle ahora una especie de otra, y que lo ha visto con sus propios ojos, ello no sería en absoluto contradictorio con el credo y nuestra fe (aun cuando, como se dijera antes, éste sería un fenómeno extraño y sorprendente que ningún hombre de ciencia debe aceptar sin que se le presenten cadencias terminantes de que realmente fue así). Lo que yo dijera antes es sólo esto: que el orden de la Creación, en la práctica, fue tal como se relata en nuestra sagrada Torá; vale decir, que en el tercer día tuvo lugar «cúbrase la tierra de verdor… árbol que hace fruto según su especie»(Genesis 1:11), o sea, cada especie individualmente, corno lo dijeran nuestros Sabios (Talmud, Julín 60b), y todo esto fue creado en el curso de doce horas del tercer día. Así fue también la creación (o ubicación) de las luminarias del cielo y las estrellas en el cuarto día, la creación de los seres acuáticos y voladores en el quinto día, y los animales, bestias, y la especie humana, en el sexto día.

Con bendiciones para usted y sus compañeros, que suban exitosamente por la senda que asciende a la casa de Di-s, esta es la senda de la Torá y el cumplimiento de sus mitzvot, precisamente en la práctica,

Fleischmann, Die Darwinsche Theorie 1903
Die Deszendenztheorie, Auf-und Niedergang eíner
Naturwísserischaftliche Hypothese 1901
Schindewolf, O. H., Beopachtungen und Gedanken Zum
Deszendertzlehre, Acta Biotheoretica 1937.

Rebe Menajem M. Shneerson

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