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Bienvenido al planeta Tierra

La humanidad tiene ojos pero no ve la espiritualidad inherente en este mundo. Tenemos oídos pero no prestamos atención a la voz del alma

El bebé respira por primera vez y emite un débil llanto. El cordón umbilical es cortado, separando al recién nacido de su madre, y una criatura viviente autónoma que respira llega al mundo. Cada paso del desarrollo de un embrión está envuelto en el misterio y dominado por las paradojas. Cada etapa en nada menos que un milagro – comenzando con la pequeña gota que contienen todas las facetas del ser humano, continuando dentro del vientre, y culminando al nacer en la transformación de un apéndice de su madre en una persona con su propia vida.

Quienes concebimos vida, hemos experimentado ese momento maravilloso, cuando el dolor del parto se esfuma ante la percepción del milagro

Cabalísticamente, hay un paralelo entre el nacimiento de un niño y otro gran misterio. El niño en el vientre representa al mundo en su estado de Galut (exilio, antes de la venida del Mashiaj -Mesías-) y el momento del nacimiento es como el de la redención (después de la venida del Mashiaj). El feto yace sumergida en la tinieblas del vientre, con la cabeza sobre sus rodillas. Posee todos sus órganos, pero no tiene el control de sus sentidos; sus ojos no pueden ver; sus oídos, escuchar; el aliento de vida no ingresa en sus pulmones hasta el momento del nacimiento. Mientras algunos asocian la calidez del vientre con comodidad y seguridad, el judaísmo lo concibe como un lugar de confinamiento. Las tinieblas del vientre simbolizan la oscuridad espiritual de nuestro exilio, cuando la manifestación Divina se oculta de Su creación, la cual se siente independiente de El. Al igual que el feto, la humanidad tiene ojos, pero no contempla el aspecto espiritual inherente a su existencia; tiene oídos, mas no percibe la voz del alma; tiene pulmones, pero no el aliento, el espíritu de vida. Nuestros deseos físicos y ambiciones materiales oscurecen la luz del alma y el intelecto.

Retornando a la analogía del embrión, si bien no desarrolló todo su potencial, no existe período tan crucial para él, como aquellos meses dentro vientre; la más ligera variación en el entorno puede provocar un gran daño o un incalculable bien. Este concepto también se aplica al Galut: Al estar signado por el dolor y el sufrimiento, incluso el acto de bondad más sencillo, brilla intensamente, pues aquella luz es mucho más preciosa y meritoria cuando proviene de entre las tinieblas. Asimismo, precisamente cuando el dolor del parto se trono insoportable, todos los obstáculos son removidos uy todo el sufrimiento se transforma en alegría: florece la vida.

(extraído de la Revista Aieka).

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