Bereshít «Existe la nada»
« Para los Sabios judíos las preguntas esenciales nunca han sido cuándo y dónde comenzó la Creación sino cuál es el objetivo de la Creación y cuál es la función del ser humano »
El libro Tikunei Zóhar nos explica que la primer palabra de la Torá: Bereshít abarca setenta grados generales de comprensión del acto de la Creación. Bereshít se traduce como «En el principio». Lo que la Kabalá nos revela es que ese principio se refiere a nuestra percepción, pero que «antes» hay otra realidad que existe más allá de la conciencia humana. Antes en términos espirituales significa causas y después consecuencias. Cuando observamos un objeto, un libro por ejemplo, tenemos ante nosotros el resultado de la elaboración intencionada de alguien que sintió deseo de expresar ciertas ideas; por lo tanto pensó, escribió y finalmente publicó el libro. Lo mismo sucede con todos los procesos, desde el detalle más pequeño hasta la Creación en su totalidad. Todo obedece a causas interiores-espirituales que posteriormente se manifiestan en la realidad material. Para captar esas causas el ser humano debe aprender a expandir su conciencia, a partir del mundo material-sensorial, al plano espiritual.
Deseo, luego pienso
Cuando nuestra conciencia se concentra únicamente en los sentidos sin tomar en cuenta la percepción inteligible, esta se torna extremadamente limitada y no consigue trascender nuestro ego. En cambio, cuando nuestro deseo de bien se proyecta más allá de nosotros, el pensamiento lo acompaña, pues al anhelar el bien del prójimo el deseo amplía considerablemente su área de acción: primero a nuestra familia, luego a amigos, comunidad y finalmente al mundo todo. Este esfuerzo activa un potencial desconocido para las personas creándoles la necesidad de alcanzar la sabiduría que armonice las acciones, las emociones y los pensamientos desembocando así, finalmente, en el plano de las causas: el espiritual.
¿Cuándo y dónde?
Para los Sabios judíos las preguntas esenciales nunca han sido cuándo y dónde comenzó la Creación sino cuál es el objetivo de la Creación y cuál es la función del ser humano. La búsqueda de respuestas a los interrogantes de cuándo y dónde comenzó la Creación conducen a un análisis exterior de la existencia, puesto que focalizan la atención humana en el ámbito material-sensorial. En cambio, al preguntarnos ¿cuál es el objetivo de la Creación y cuál es nuestra función? dirigimos el pensamiento a des-cubrir el orden de causa-consecuencia que rige no sólo los fenómenos del ámbito material-sensorial, sino también la realidad espiritual. Esta actitud nos activa en forma constante planteándonos nuevos desafíos y compromisos concretos con el prójimo, lo que mantiene la conciencia en permanente expansión.
La ciencia de la conciencia
La Creación se presenta ante nuestra conciencia como una película de la que «perdimos» el comienzo. Ello nos provoca muchas preguntas ya que sin el conocimiento de las causas que generaron esta realidad ¿cómo podremos comprenderla y evaluarla?
La ciencia habla de los límites del universo, o sea hasta dónde el espacio contiene cuerpos celestes, materia o alguna forma de manifestación de energía. Pero el propio espacio vacío,
que le da el entorno al universo para que exista ¿no es acaso también una creación? ¿cómo surgió?
Nuestra conciencia no puede funcionar sin limites. Tiende siempre a definir un comienzo y un fin. Suponiendo que alcancemos el límite del universo y luego el final del propio espacio, tampoco sería ese el fin, ya que siempre hay «algo» después. O, suponiendo que el espacio es un inmenso balón que contiene a un universo que se expande ¿qué hay por fuera de ese balón?
¿Existe la nada?
La lógica nos dice que no hay limite, siempre hay algo después. Similar sucede con el tiempo, antes del principio hay un antes… siempre hay un antes. La Torá entendida a través de la tradición interior de Israel, la Kabalá, nos enseña que ese proceso de retroceder en el tiempo y en las causas hasta el principio primero tiene un fin y es la Causa Primera, Causa que no tiene causa. Este concepto escapa a nuestra actual comprensión. La Causa de todas las causas es denominada por la Kabalá: Ein Sof cuyo significado es Infinito. Ein Sof define el estado que unifica a quien percibe con lo percibido y con la percepción. Quien percibe es el deseo, lo percibido es la plenitud (deseada) y la percepción designa el proceso a través del cual quien percibe aprehende a lo percibido. Estos tres aspectos se manifiestan ante nuestra percepción material-sensorial como espacio, energía y tiempo respectivamente. Ein Sof es el estado que armoniza a todos los espacios, energías y tiempos, siendo la Creación sólo una forma que el Ein Sof adopta ante nuestra percepción.
El principio de la conciencia humana
El comienzo que la Torá nos relata es el principio de nuestra forma de conciencia. Ya que la realidad la analizamos desde nuestra óptica, queramos o no estamos limitados a nuestros sentidos y a nuestra forma de percibir y comprender la realidad.
La Kabalá nos enseña que podemos ampliar esos límites. Ya que el pensamiento es quien limita nuestra percepción y el deseo es quien limita al pensamiento. Pensamos en lo que queremos, lo que no deseamos no es parte de nuestra conciencia y es como si no existiera. Deseamos luego pensamos.
La voluntad unificadora
Cuando la tradición de Israel expresa que la Torá es revelada nos está diciendo que la Voluntad y Conciencia Infinita, Ein Sof, transmitió la sabiduría para unificar a todos los creados y les otorgó el potencial de captarla, similar a lo que sucede con los principios de la naturaleza que el hombre no los crea, los des-cubre. El Uno sin segundo, el Kadósh Barúj Hú: Ein Sof es Quien propone el objetivo: la unificación de toda la realidad, ya que El es Uno y sólo quién posee la cualidad de Uno puede unir lo que parece opuesto. La diversidad es producto de nuestra conciencia egoísta que debemos unificar a través de la fuerza del Uno: el Amor. En hebreo Uno-Ejad y Amor-Ahava poseen el mismo valor numérico. El Amor Unifica, ya que amar es el desafío en realizar actos altruistas: mitzvot.
Dos fuerzas en una unidad
La Torá comienza expresándonos que «En el Principio creó Elokím los cielos y la tierra». Los cielos: la cualidad de dar, la tierra: quien recibe las lluvias provenientes de los cielos. O sea que El Principio-Bereshít nos enseña que hay dos fuerzas: dar y recibir que se revisten en variadas formas, femenino-masculino, bien-mal, etc., provenientes del Uno. Sólo cuando las percibimos como partes del Uno alcanzamos la Sabiduría que nos des-cubre como se complementan: recibir con el propósito de dar. Así como la tierra recibe las lluvias y da el fruto, así los seres humanos debemos estar dispuestos a revelar la energía infinita en cada uno de nuestros actos. Entonces podemos recibir la Torá, el sistema espiritual que armoniza el dar y el recibir a través del altruismo: SU fuerza y la única capaz de unificar a toda la realidad.