Asumir la Responsabilidad

Extraido de jabad magazine
Desde tiempos inmemoriales, quizás nuestro más grande fracaso ha sido nuestra tendencia a salvar nuestra responsabilidad personal. Adán, el primer hombre luego de comer del fruto prohibido, exclamo: “La mujer que me diste me hizo comer del árbol” y ese pecado de chivo expiatorio continúa invadiéndonos hoy. Culpamos a todo el mundo menos a nosotros mismos. La familia, el hogar, el ambiente, y la escuela son señalados y nos vemos a nosotros mismos como pobres víctimas.
La Torá, por otro lado, sostiene que todos tenemos libertad de elección y por lo tanto somos capaces de ser responsables de nuestras vidas. El Talmud relata la historia de Eleazar Ben Dardario, un hombre de una decadencia inimaginable, que un día sintió el anhelo de enmendarse. Llamó a las montañas y a las colinas, los cielos y la tierra y el cosmos para que intercedieran a su favor, pero sus ruegos no fueron oídos. Finalmente, angustiado gritó, “Pareciera que todo el asunto depende de mí. Soy sólo yo el que puede interceder por mi causa” y lloró y lloró hasta que se oyó una voz celestial que decía: “el arrepentimiento de Eleazar Ben Dardario es aceptado”.
Ahora podría preguntarse: ¿cuál es el sentido de esta alegoría? Las montañas y la colinas son palabras claves que aluden a los padres y madres. Eleazar Ben Dardario trataba de echarle la culpa de su inmoralidad a sus padres. Pero la corte celestial no aceptó su razonamiento y señaló a las matriarcas Rajel y Lea (Lía), quienes fueron las hijas de Labán, un canalla malvado. Sin embargo, a pesar de su padre, Rajel y Lea fueron las mujeres más piadosas de todos los tiempos y se hicieron las madres de las tribus de Israel.
Abraham, el primer judío, es otro caso. Téraj, su padre, fabricaba ídolos y quería ver a su propio hijo encarcelado. Abraham no sólo superó el abuso de su padre, sino enseñó las leyes de amor a toda la humanidad y proclamó la unidad de Di-s. Eleazar Ben Dardario no estaba dispuesto a renunciar. Trató de culpar a “los cielos y a la tierra”, a su ambiente, su escuela, sus amigos, y una vez más, la corte celestial rechazó sus excusas y citó el ejemplo de Yosef quien a los diecisiete años, fue el único judío de Egipto (la nación más inmoral en aquellos tiempos). Sin embargo, a pesar de su dolor personal, a pesar de su abandono y las tentaciones del ambiente, Yosef no sucumbió. Tanto en la esclavitud, encarcelado, ni como virrey en el palacio del Faraón. Siguió siendo un tzadik (hombre piadoso).
Pero Eleazar Ben Dardario continuó racionalizando. Esta vez señaló al “cosmos”, argumentando que había nacido bajo una estrella con poca suerte. Sin embargo, una vez más su queja no fue oída, porque la Torá es testigo de que Di-s tomó a nuestro Patriarca Abraham y lo impulsó por encima de las estrellas, para que supiera siempre que nuestra suerte proviene directamente de Di-s y que debemos hacernos responsables de nuestras vidas. Sólo cuando Eleazar Ben Dardario asumió esto fue cuando encontró el coraje para decir “si es así, todo depende de mí”.
Una de las razones por las cuales tantas personas en la actualidad tienen dificultades en darle sentido a sus vidas es porque, como Eleazar, ellas también tratan de racionalizar y echarle la culpa de sus fracasos a la familia, al entorno o a su destino. Y aun peor, nuestra cultura nos hace creer que se justifica hacerlo; que estamos atados por la tiranía de nuestro pasado, y que en el mejor de los casos, nuestra lucha no solamente está limitada, sino que es en vano.
El mensaje de la Torá llega como una bocanada de aire fresco a este mundo sin esperanza. Sí, la Torá proclama que es viable superar una familia disfuncional; que sí se puede trascender el medio ambiente; y que sí es posible tomar la responsabilidad de tu vida en tus manos, y esa transformación mágica ocurre por la aceptación de la responsabilidad tras absorber en nuestro corazón las palabras de Eleazar Ben Dardario: “Sí, todo depende de mí”.
Esta es la imagen de la Teshuvá, el arrepentimiento Una de las limitaciones de traducir de un idioma a otro, es que cada lengua se basa en su propia cultura; por lo tanto no siempre es posible lograr la verdadera esencia de las palabras. Este es el problema con la palabra hebrea Teshuvá, para la cual no hay equivalente en idiomas occidentales como el inglés o el español. Teshuvá significa más que arrepentimiento; significa volver a tu verdadero ser, a la realización del potencial que Di-s ha destinado para ti.
Gracias a la magia de la Teshuvá, aun cuando vengamos de un hogar con problemas, aunque tengamos que luchar con un medio ambiente difícil y aunque pareciera que no tenemos suerte, podemos tomar nuestras vidas en las manos, al descubrir el alto propósito para el cual Di-s nos creó. Como todos fuimos creados a Su imagen, nuestro potencial es ilimitado, y está en nosotros la posibilidad de remodelar, de darle nueva forma a nuestras vidas, al aceptar la responsabilidad y retornar al Creador
Por Esther Jungreis