Apegarse a la verdad, el sostén del mundo
Extraído de La Ética del Sinaí Con los comentarios del Jafetz Jaim. Editorial Obelisco
¡Qué grande es el atributo de la verdad! Los sabios dicen que es uno de los pilares sobre los que se basa el mundo. Por lo tanto quien persigue la verdad hace posible la existencia del mundo y hace un gran servicio al universo entero.
Esto está ilustrado en el Ialkut Tehilim sobre el versículo: «La verdad surgirá de la tierra» (Salmos 85:12). Dice el Midrash: «Cuando los habitantes de la tierra son veraces, el Santo, Bendito sea, los trata caritativamente, los salva de calamidad y una gran abundancia desciende sobre el mundo».
Al adherirse a la verdad uno cumple el precepto de seguir los caminos de El Eterno, como dice Iehoshua: «seguir todos Sus caminos» (Iehoshua 22:5). El Creador es el Dios benevolente, compasivo y lleno de gracia, de ira lenta y rebosante de bondad y verdad.
Quien intenta perseguir siempre la verdad, salva su alma y las almas de sus hijos de la muerte.
En el tratado Sanhedrín (97) se narra la historia de cierto erudito de la Torá que ilustra esta idea. Un erudito observó: «Al comienzo pensé que no hay verdad en este mundo». Otro erudito, que solía ser muy cuidadoso respecto a la verdad, es decir que no estaba dispuesto a mentir por todo el oro del mundo, le contó la siguiente historia:
Este erudito solía vivir en un lugar llamado Kushta [«verdad» en arameo], cuyos habitantes se cuidaban de no decir jamás una mentira y como resultado merecieron longevidad. Se casó con una de las doncellas del lugar y ella le dio dos hijos.
Una vez, cuando su esposa estaba sentada peinándose, una de las vecinas golpeó la puerta y pidió hablar con ella. El hombre pensó que no era adecuado que entrase mientras el cabello de su mujer estaba descubierto, de modo que le dijo a la vecina que su mujer no estaba en casa.
En consecuencia sus dos hijos murieron.
Los vecinos, sabiendo que las tempranas muertes de los hijos sólo podían haber sucedido como consecuencia de alguna trasgresión, quisieron saber qué trasgresión había cometido. él les relató la historia y ellos respondieron «¡Vete inmediatamente y no traigas la muerte a nuestra gente!»
La lección es esta: quien se cuida de hablar sólo la verdad absoluta merece apegarse al Dios viviente, la Fuente de la verdad, durante su vida. Más aún, el ángel de la Muerte no será capaz de hacerle daño. Sólo cuando sea muy anciano deberá morir, tal como fue decretado para toda la humanidad por la trasgresión de Adán, el primer hombre.
Por lo tanto uno debería intentar acostumbrarse a apegarse a la verdad en todo lo que hace y dice. Debería admitir siempre la verdad, sin importarle las consecuencias personales de la misma, para bien o para mal. (Hay algunas excepciones a esta regla. Los sabios dicen que es permitido mentir en las siguientes circunstancias: por modestia, uno puede responder negativamente cuando le preguntan si es versado en determinado tratado, aunque lo conozca bien; uno no tiene que responder la verdad cuando le preguntan acerca de las relaciones maritales con su esposa, para mantener la privacidad de los asuntos íntimos; un huésped o visitante tiene permitido mentir al responder negativamente cuando le preguntan si fue particularmente bien hospedado en determinada casa, de modo que gente poco escrupulosa no se aproveche de la hospitalidad del dueño de casa. Los sabios también permiten mentir con el fin de promover la paz entre la gente.)
Como consecuencia de decir la verdad, la persona siempre hará acciones positivas y se alejará de la trasgresión. Lo ilustraremos con la siguiente historia verdadera:
Había una vez un hombre que había cometido prácticamente toda trasgresión imaginable. él reconocía que había errado en su vida y deseaba arrepentirse, de modo que buscó el consejo de un sabio de la Torá muy afamado y le preguntó como podía expiar por sus iniquidades. La respuesta del sabio fue que en el futuro el trasgresor debería evitar todo tipo de engaño. él siguió el consejo del sabio y de esta forma retornó al buen camino. Al no querer mentir respecto a sus actividades, se alejó de toda conducta pecaminosa.
Una vez eliminada la falsedad, la verdad permanece como base del mundo. Quien se apega a la verdad será visto favorablemente tanto por Dios como por los hombres.
Por lo tanto uno debe luchar por la verdad y ser cuidadoso de preservarla, porque la verdad es el supremo rasgo de buen carácter. Que el Todopoderoso, en Su gran compasión y bondad, nos ayude a conseguirla. (Sefat Tamim, cap.7)