Amén y milagros
Extraído de Sólo una palabra: Amén
UN ALUMNO del Rab Elie Lopián zt»l, acompañó una vez a su Rab en un viaje en tren desde Yerushalaim a Haifa. Luego de recitar Tefilat HaDerej, Reb Elie se disculpó y se ausentó unos instantes. A los pocos minutos regresó y le pidió a un policía que estaba parado a su lado que reuniera a todos sus colegas, que viajaban con él. Cuando estuvieron todos a su alrededor, Reb Elie anunció:
«Ahora voy a recitar la bendición de Asher Yatzar. Escúchenla, y cuando termine, por favor, respondan Amén«.
Todos los policías, que no eran religiosos, aceptaron.
Entonces el Rab Lopián comenzó a recitar la bendición en voz alta, lenta y meticulosamente, palabra por palabra. Cuando concluyó, los hombres respondieron Amén al unísono.
A los pocos minutos, hubo una frenada estridente y el tren se detuvo en forma abrupta. Los policías saltaron de sus asientos y salieron rápidamente del tren.
Durante media hora los pasajeros, nerviosos, permanecieron sentados, preguntándose cuál era la razón de la misteriosa demora. Finalmente, el tren empezó a andar nuevamente, y a tomar velocidad. Entonces se abrió la puerta del vagón y los policías regresaron a sus asientos con los rostros rebosantes de emoción.
Los pasajeros, curiosos, rodearon a los policías, exigiendo una explicación y el sargento todavía con voz temblorosa por lo que había presenciado, dijo:
«Descubrimos una bomba en los rieles. Si hubiera explotado, ni ustedes ni nosotros habríamos vivido para contarlo. ¡Nos salvamos por un milagro!».
Los pasajeros miraron a Reb Elie y recordaron cómo había insistido en que todos respondieran Amén luego de su berajá. De repente quedó claro por qué había querido que todos tuvieran ese mérito.
Con el tiempo, uno de los policías relató que le bastó solamente escuchar al Rab recitar aquella berajá para retornar a las fuentes y hacer teshuvá.
(Extraído de la introducción del libro «Lev Eliyahu»)
Esther Stern