Alegría a pesar de todo
(selección comentarios del Rabino Daniel Oppenheimer)
El Rabino Zelig Pliskin, docente de la Yeshiva Esh HaTorá, estaba disertando frente a un público nutrido de turistas en el Hotel «King David» de Jerusalén sobre el tema «La alegría» presentando su nuevo libro «Gateway to Happiness» (que está traducido al español bajo el título «Las puertas de la felicidad » – Ed. Yehuda).
La disertación giraba alrededor de su tesis de que la alegría es producto de una decisión personal de estar en ese estado, más allá de las circunstancias coyunturales que conduzcan, o no, a aquella disposición anímica. Habitualmente, cuando el Rabino Pliskin termina su conferencia, deja sus notas y le pide al público que comente o pregunte sobre las ideas que acabó de presentar. Cuando el auditorio está muy colmado, la gente suele inhibirse, pero en este caso un hombre se levantó inmediatamente y pidió hacer uso de la palabra. «Rabino» – dijo – «mi nombre es Steve y debo decirle que me encantó su exposición, en especial la historia sobre el Jafetz Jaim, la cual yo nunca había escuchado. Sin embargo, existen situaciones que de ningún modo se pueden considerar favorables o provechosas. Ud. nunca encontrará una persona a quien se le pinche la goma del auto y que vea la ocasión como algo positivo…»
El Rav Pliskin meditó unos segundos para responderle a Steve. Antes que pudiera comenzar a contestar, un señor que estaba ubicado a escasos metros de Steve, levantó la mano y pidió responder. «Con su permiso, quiero replicar a Steve. Mi nombre es Alan, soy abogado, y toda mi vida solía trabajar jornadas interminables y fumaba en forma excesiva. Esto fue así, hasta que un día comencé a sentir dolor en el pecho. Primero no le di importancia hasta que la aflicción se hizo cada vez más intensa. Fui a ver a mi médico que luego de analizar los estudios, me dijo con su mirada más que severa: «Alan, si Ud. Quiere llegar vivo a su próximo cumpleaños, deberá modificar rotundamente su estilo de vida. No más cigarrillo, limitar las horas de trabajo, cumplir un régimen estricto sin grasas ni sal, no podrá practicar deportes ni levantar cosas pesadas…» Mi médico nunca exageraba las cuestiones y por lo tanto, comencé a obedecer al pie de la letra cada una de sus indicaciones. Me hice todos los exámenes clínicos y me cuidé hasta en el último detalle. Después de un año, en una visita al médico, él miró nuevamente los estudios y con cara de satisfacción me exclamó: «Alan: su situación ha cambiado notablemente. Ud. ya no necesita cuidarse en su régimen de comida, puede practicar deportes moderadamente, puede hacer una vida normal, levantar cosas y hasta puede cambiar la rueda de su auto en caso necesario.» Yo salí del consultorio aquel día como sobre una nube. Sentía como si hubiese vuelto a nacer. Salí con mi esposa a cenar para celebrar. A los dos días, estaba manejando por la ruta en medio de una lluvia muy fuerte, cuando repentinamente escuché un ruido sospechoso. Paré el auto y miré. La rueda de adelante se había pinchado. Saqué los elementos y las herramientas, y comencé con la tarea de cambiar la rueda. Mientras lo hacía me puse a llorar. Eran lágrimas de alegría y de agradecimiento. Hace apenas algunos meses, no hubiese pensado que llegaría en vida a la oportunidad de poder cambiar la rueda de mi auto. Ahora estaba aquí, en medio del chaparrón sintiendo como que hubiese vuelto a vivir».
El Rabino Pliskin ,como así también el resto del público incluido Steve, escuchaban el relato de Alan. Más allá de la coincidencia por la cual Alan pudo responder a Steve, se llevaron una lección de la vida real única. (Extraído del libro «Einei Hashem» del Dr. Meir Wikler)
La fiesta de Sucot nos enseña a hallarnos siempre en estado de alegría. No es una tarea fácil. Habitualmente estamos tan preocupados por la subsistencia, que no sabemos disfrutar de tantas cosas que nos debieran hacer felices. Si bien para muchos la alegría es un estado anímico que no depende de nuestra voluntad, sino de las circunstancias que a uno le tocan vivir, la actitud desde el punto de vista de la Torá es distinto. En varios sitios se nos hace saber, que es nuestra obligación generar esa alegría. Sería imposible reducir al tamaño de esta hoja todos los conceptos vertidos en el libro que mencionamos. Basta con decir que mucho de lo que nos oprime surge de la incertidumbre acerca de nuestro futuro (nuestra visión apocalíptica de lo que seguirá, a pesar que el mundo existió, bien o mal, antes que nosotros, los «genios» hemos nacido). Los deseos materiales sobremedidos, que están siendo fomentados contínuamente por la exagerada publicidad de productos y servicios que crean apetitos innecesarios y nocivos en nosotros, no nos a ayuda sentirnos felices con lo que ya poseemos. A esto se le agrega la envidia por los «modelos» que vemos asiduamente en las tapas de revistas que parecen seres siempre exitosos y que aportan a nuestra miseria. Si le sumamos a esta situación los sinsabores que traen consigo los encuentros difíciles diarios con otras personas conocidas y desconocidas, quienes, a su vez, sufren de este «suplicio» de integrar un mundo de mortales indefensos, la cuota de ofensas, pulseadas, agravios e insultos que estos encuentros predisponen mal a la persona.
Cuando la Torá se refiere al deber de estar alegre en la fiesta de Sucot, nos dice: «vehaita aj sameaj». La palabra «aj» es una palabra que resta. En este caso, significaría que «a pesar de todo», aun si el destino no pareciera dar motivo para estar alegre, la obligación de buscar ese estado de ánimo no desaparece. La tarea de Sucot y su enseñanza para el resto del año no son fáciles. Habitando la Sucá durante siete días, tenemos tiempo suficiente para reflexionar acerca de cómo podemos corregir nuestro nivel de vida en este aspecto fundamental.
Rabino Daniel Oppenheimer
Muy hermoso! Todá rabá